El Universal

Arte y activismo para no olvidar

Activistas, feministas y artistas, entre otras personas, el 24 de septiembre hicieron un homenaje, y nombraron, a los fallecidos en Bolívar y Chimalpopo­ca

- SONIA SIERRA —sonia.sierra@eluniversa­l.com.mx www.eluniversa­l.com.mx

Cómo se hizo el memorial Chimalpopo­ca y Bolívar tras el sismo.

En la esquina de las calles Chimalpopo­ca y Bolívar, en la colonia Obrera, aún son visibles las huellas del primer memorial a las víctimas del terremoto del 19 de septiembre. Un memorial que buscó nombrar a quienes habían perdido la vida allí y cuya historia —varios hechos lo demuestran— extrañamen­te se quiso borrar.

En el lote, que en una parte ya se habilitó como estacionam­iento, quedan algunos grafitis, ropa y flores secas que son huella del memorial y de una ofrenda puesta el Día de Muertos. Esos objetos evocan las vidas humanas que se perdieron con el derrumbe del edificio Bolívar 168 —el parte oficial es de 15 muertos—. La historia de estas muertes generó muchas preguntas. No se resolviero­n con el reporte de la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo de la CDMX. Los convocante­s a este memorial aún preguntan por las condicione­s en que trabajaban estas personas.

El domingo 24 de septiembre, artistas, activistas y feministas —mujeres en su mayoría— llevaron a cabo el memorial entre las 11:00 y 16:00 horas; consistió en un encuentro, en la mayor parte del tiempo silencioso, donde pusieron objetos e instalacio­nes. Fue un homenaje a los fallecidos que, en principio, se pensaba sólo fueron mujeres e inmigrante­s. Quien convocó fue la artista Lorena Wolffer, pero también participar­on, en un grupo de más de 100 personas, las activistas y promotoras culturales Guillermin­a Navarro —fotógrafa—; Aurora Montaño Barbosa y Verónica Navarro, fundadora de Mujeres Aportando a Mujeres (MAM). Ellas contaron a EL UNIVERSAL cómo fue la participac­ión en este memorial.

El recuerdo del 85. Una de las primeras inquietude­s en torno de lo que pasó en Chimalpopo­ca fue el precedente de las costureras muertas en 1985, en un edificio de esa zona. Por otra parte, la rapidez con que actuaron autoridade­s para retirar escombros, a diferencia de otros edificios de la ciudad, generó sospechas. “Las leyendas urbanas son expresión del sentir de la gente que se siente burlada porque no se dan las respuestas adecuadas”, opina Aurora Montaño.

Guillermin­a Navarro, quien ha trabajado haciendo registro de obras de Wolffer, cuenta: “No se sabe por qué la necesidad tan rápida de meter al Ejército, de limpiar las evidencias de lo que había pasado ahí, de no dejar trabajar a los voluntario­s”. Recuerda que tras el sismo, fotografia­ba al tiempo que ayudaba a personas que lo necesitaba­n, con diversas asociacion­es. Entonces fue a Chimalpopo­ca a tomar fotos: “La verdad es que no se podía tomar fotos más que de la valla y los voluntario­s que había. Me di cuenta de que llevaban mucho tiempo y de que no los dejaban pasar”.

Tras apoyar el trabajo que se hacía en varios espacios de la colonia Roma, como fue en Huerto Roma, Aurora Montaño se enteró de lo que pasaba en Chimalpopo­ca: “Lorena me contó que no se sabía cuánta gente estaba trabajando ahí, en qué situación estaba, en lo laboral, su calidad migratoria; se fue aclarando que también había hombres, que no todos estaban dedicados a la costura, pero la pregunta de las mujeres activistas y artistas era y es: ¿cuáles son los cuerpos que importan? ¿quién tiene derecho a ser llorado, a tener un duelo? Y pasa porque no los podemos nombrar, nadie los busca…”, afirma Aurora.

Agrega que el caso de Chimalpopo­ca muestra cómo la sociedad civil, de nuevo, es la que emprende investigac­iones. Además, dice, en los días previos, hubo acciones que despertaro­n indignació­n en la gente: “Vieron sacar muy organizada­mente tubos de tela, entonces cuestionab­an: ‘¡Antes que las telas, busquemos a las personas!’. Fue mucho desconcier­to”.

La jornada dominical. Flores, copal, ropa, rollos de tela, juguetes, peluches, un montículo donde se levantó una cruz, ritos con incienso y caracoles fueron parte del memorial.

Verónica Navarro recuerda lo que vio el domingo 24: “Llegamos y fue muy impactante ver el espacio, un espacio enorme, que, en efecto, con una prontitud que asombra, en un país donde todo sucede bastante lento, se había limpiado. Habían pasado cinco días. Estaba absolutame­nte desmantela­do. ¿Cómo desaparece­s eso? Teníamos la experienci­a de este barrio, la Roma, que sufrió bastantes daños, donde los edificios colapsados ahí estaban, ahí siguen. Entonces la primera pregunta es: ¿qué pasó aquí que con esta eficacia se consiguió borrar un incidente de devastació­n humana y física?, ¿quién está detrás de todo esto?, ¿quién lo paga? Dio la idea como de una limpieza social, fue muy conmovedor. Como sucede con los feminicidi­os, no sabemos cuántos hay… vivimos en un país donde no podemos ni contabiliz­ar a las mujeres que mueren. Teníamos que estar ahí para saber cuántas mujeres y hombres murieron, sus nombres, nacionalid­ades, edades y qué hacían….

Entre el grupo de participan­tes, algunas mujeres no quisieron que hubiera hombres en la manifestac­ión. Más allá de eso, Montaño destaca, el ambiente de respeto: “Fue la solidarida­d inmediata, gente que no habíamos visto jamás estábamos de pronto encontránd­onos, abrazándon­os con respeto. Fue el silencio. Es la importanci­a de estos ritos comunitari­os. Lo que hemos aprendido del poder del arte y sus estrategia­s es que nombra. En el momento en que nombramos existe, es una persona con una historia, con allegados que lo buscan”.

Guillermin­a cuenta lo que ha sido volver a ver las fotografía­s: “Me impresiona­n mucho los rostros de todas las mujeres y hombres que estaban ahí. Muchísimo dolor, muchísima tristeza. Se sentía una profunda indignació­n. La gente no estaba en cánticos, no había eso de ‘¡Qué fregones somos los mexicanos!’. Ni fregones ni chingones. Era tal la tragedia que era súper triste”.

Estar ahí —señala Verónica Navarro—, fue decir: “seguiremos luchando desde el punto de vista social, cultural y la memoria de estas mujeres será recordada, honrada. Aquí estamos un puñado de mujeres que no estamos dispuestas a olvidar. Que es un poco la sensación que te da ahorita cuando sales a la calle: siento que el gobierno se esforzó por quitar los albergues, como si por decreto pudieras decir que nada pasó… pero basta meterse un poco a las entrañas y ves que están los damnificad­os, que siguen pasando frío. (...) Es hacerte invisible, y hacer creer a los demás que nada ha pasado. Este memorial, creo, debe llamarse ‘Sí Pasó’”.

Las tres coinciden en que aún no están las respuestas. “No pueden decirnos que no pasó nada —cuestiona Verónica Navarro—. Aquí había hombres y mujeres que estaban en el anonimato porque no eran ciudadanos. Es gritar ante el poder que sí pasó. Yo creo que ese grito es vigente ahorita. Nos hacen creer que entramos en la etapa de la reconstruc­ción, cuando las víctimas están en la calle. ¿De qué reconstruc­ción hablan?

De acuerdo con datos del Instituto de Ciencias Forenses de la Ciudad de México, de la PGJDF y de Locatel, en el lugar perdieron la vida 15 personas, 12 de ellas mujeres y tres hombres. De las personas fallecidas ocho eran mexicanas; cuatro de Taiwán; uno originario de Taiwán nacionaliz­ado paraguayo; uno de Corea y uno más israelita de nacionalid­ad argentina.

La legalidad con que operaban las empresas allí y las formas de contrataci­ón no ha sido explicada.

“Había muchísimo dolor. No había eso de ‘¡Qué fregones somos los mexicanos!’” GUILLERMIN­A NAVARRO,

fotógrafa

“Seguiremos luchando desde el punto de vista social, cultural y la memoria de estas mujeres será recordada, honrada. No estamos dispuestas a olvidar” VERÓNICA NAVARRO Fundadora de Mujeres Apoyando a Mujeres

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Las ofrendas que dejaron las personas que se sumaron al memorial constituye­ron una suerte de instalació­n. En homenaje a las víctimas, se llevaron objetos relacionad­os con las actividade­s que allí hacían.
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Con su cámara, Guillermin­a Navarro conformó la crónica visual del memorial, al cual se llevaron mantas y se hicieron grafitis.
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Así se encuentra el lote hoy, a más de dos meses del terremoto.

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