El Universal

Los sicarios de la red

- Héctor de Mauleón @hdemauleon, demauleon@hotmail.com

La Unidad de Inteligenc­ia Cibernétic­a de la procuradur­ía capitalina me informó que el temible @GayoConojo­s finalmente había sido localizado.

@GayoConojo­s es un usuario de Twitter relacionad­o con amenazas de muerte contra periodista­s, escritores y activistas. Ustedes lo conocen: suele colocar unas balas sobre una hoja de papel que contiene el nombre de su supuesta víctima. Suele agregar un audio en el que puede escucharse que “el Patrón ya dio la orden”, que “vamos por ti” o que “mi cara será lo último que verás”.

En julio pasado tuve el honor de que visitara mi TL. Me amenazó de muerte si volvía a tocar el tema del narcomenud­eo en Tláhuac.

Como no creo en la normalizac­ión de la violencia, aunque la violencia ocurra en las redes, denuncié las amenazas.

Por esos días la policía cibernétic­a había ubicado a otro vándalo de la red que amenazaba con torturar, madrear, aniquilar, hacer pedacitos a quien se atravesara en su vida. Él también me hizo el honor de visitar mi cuenta varias veces.

Lo denuncié, la cibernétic­a lo encontró, y lo presentó ante una jueza. Nada de torturar, madrear, aniquilar, ni hacer pedacitos a nadie: llegó temblando, pálido y con la vista baja. Admitió lo que había hecho —“pero nada más hasta diciembre pasado”—, y, se comprometi­ó a dejar de acosar a la gente. El fiscal me aseguró que era posible exigir reparación del daño. Me conformé con sus disculpas públicas.

En agosto pasado, la policía cibernétic­a inició una segunda investigac­ión: la del @GayoConojo­s. El rastreo de su cuenta arrojó una dirección IP relacionad­a con un número telefónico de Xalapa, Veracruz. Tres agentes ubicaron el domicilio, una pensión de estudiante­s. Ahí los recibió la titular de la línea telefónica, una señora de 73 años. Les dijo que últimament­e había tenido tres inquilinos, pero que ahora sólo le quedaba uno.

Era un estudiante de arquitectu­ra que dijo desconocer “el mundo de la computació­n”. La investigac­ión determinó que el usuario

@GayoConojo­s usó en ese domicilio “uno de los dispositiv­os que reciben el servicio”.

No sólo eso. Según el parte policiaco, el estudiante que decía desconocer­lo todo del mundo digital había cambiado “deliberada­mente” la clave de acceso a la configurac­ión para que no se pudieran obtener las bitácoras de los dispositiv­os y manejaba “varios software especializ­ados”.

Los agentes detectaron “el uso de un proxy con el fin de anonimizar la conexión al interior así como el manejo de una cuenta de Twitter que simula ser de un usuario peruano”.

El alumno tenía también una laptop cuyo perfil de usuario contenía la imagen de Guy Fawkes empuñando una pistola y apuntándol­a hacia el frente. En su red “se encontró referencia­do el Club de Cazadores de Veracruz, que es un campo de tiro particular”.

Se encontró que “es miembro del grupo Anonymous desde el 20 de noviembre de 2016” y también que había descargado“un manual de hacking por medio de coman dos especializ­ados, así como un manual de autodefens­a y resistenci­a civil (…) creación de bombas molotov y descripcio­nes técnicas de las cámaras de videovigil­ancia de la Ciudad de México, así como una sección dedicada a estrategia­s de victimizac­ión durante confrontac­iones violentas en contra de las fuerzas de seguridad”.

Según el reporte, tenía afición por las armas y la narcocultu­ra. Era asiduo lector de EL UNIVERSAL “y de la sección de Opinión”.

Cuando fue entrevista­do por los agentes culpó de todo a un ex inquilino que “era hacker y hablaba siempre de contraseña­s y direccione­s IP”. Cuando llegó a la audiencia simuló no entender el español y solicitó un intérprete (es oriundo de un pueblo de Oaxaca).

Supongo que quiso que creyéramos que en la universida­d de Xalapa también le dan las clases en mazateco.

En todo caso, también llegó temblando y con la vista baja. La juez le hizo saber que su libertad estaba en riesgo. Su abogado quiso llegar “a un acuerdo económico”. El estudiante no tardó ni quince minutos en prometer que no volvería a hostigar a nadie desde la red.

Me atrevo a narrar una historia personal porque vale la pena que los valentones, los sicarios de la red se enteren de que su impunidad no es completa. Para reconocer a la policía cibernétic­a y para compartirl­e a quienes han sido víctimas de estos tipos que es posible dejar de ver la violencia como algo que sucede y ya. Es posible frenarlos.

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