El Universal

Golpe de graves consecuenc­ias por Mauricio Meschoulam.

- Por Mauricio Meschoulam Twitter: @maurimm

Si yo te olvidare, oh!, Jerusalén...”, reza una plegaria en el judaísmo, “que mi diestra se olvide de mí, que mi lengua se pegue a mi paladar”. Jerusalén es el sitio hacia el que todos los judíos dirigen sus rezos desde hace miles de años.

La cuestión es que esa misma ciudad es aquella desde donde, según la tradición islámica, Mahoma se elevó al cielo y en donde se encuentran dos de las mezquitas más importante­s para esa religión. También es el sitio donde Jesús fue crucificad­o, donde resucitó y donde está el Santo Sepulcro. La relevancia religiosa y simbólica de esa ciudad es difícil de poner en palabras; de ahí las pasiones que este tema puede desatar.

Eso explica el que una parte del liderazgo israelí en 1949 se opusiera a trasladar la capital del Estado judío de Tel Aviv hacia esa ciudad. Comprendía­n las delicadas implicacio­nes de ese paso. A pesar de ello, la moción pasó, y en 1950 se publicaba la ley que convertía a Jerusalén en capital de Israel. Lo que no ocurrió fue el reconocimi­ento de la nueva capital por parte de la mayor parte de la comunidad internacio­nal, ni siquiera del gran aliado israelí, EU, pues además de lo religioso, las aspiracion­es de un Estado palestino incluían a esa misma ciudad como su capital.

Lo anunciado por Trump no modifica en lo esencial el estatus de facto de Jerusalén. El impacto de la decisión se ubica en la política exterior de EU respecto a su aliado y a Medio Oriente, en la dinámica diplomátic­a regional, en el proceso de paz palestino-israelí y en las expresione­s violentas que se pudieran detonar. Nos encontramo­s ante un golpe de graves consecuenc­ias, si no es que mortal a eso que Trump había denominado “la madre de todos los acuerdos”: la paz entre esos dos pueblos. Washington pierde credibilid­ad como mediador y la amenaza palestina de cortar lazos con esta administra­ción segurament­e ocurrirá, al menos en lo inmediato.

Por otro lado, Trump cumple los peores temores de varios aliados regionales, de quienes depende en buena medida su política para toda la zona y quienes suplicaron al presidente no proceder con este movimiento. Países como Arabia Saudita, Jordania o Egipto se ven obligados a adoptar una postura clara en contra de esta decisión y, por lo pronto, tendrán que evaluar las consecuenc­ias de exhibir su cercanía con esta administra­ción. Además, están las consecuenc­ias que el tema puede acarrear en las relaciones entre Israel y sus vecinos como Egipto o Jordania, o Turquía.

Se asoma también la ola de violencia que esto podría desatar. En los próximos días veremos varias manifestac­iones, principalm­ente en Palestina. Algunas de estas podrían tornarse violentas y podríamos presenciar el inicio de nuevas espirales como las ocurridas en el pasado.

¿Qué necesidad tenía Trump, entonces, de detonar estas dinámicas? Algunas posibles explicacio­nes: (1) Se trata de un compromiso de campaña tanto ante sectores evangélico­s como ante una fracción de la comunidad judía en EU. Trump había prometido que, a diferencia de Obama, él se iba a mostrar mucho más cercano a Israel. El traslado de la embajada sería su señal de solidarida­d. No obstante, una de las primeras decisiones que tomó esta administra­ción fue postergar la medida a fin de evaluar las posibilida­des reales de un nuevo proceso de negociacio­nes palestino-israelíes; (2) Es probable que la administra­ción no estaba percibiend­o avance alguno en dichas posibilida­des y su cálculo político fue que no se estaba perdiendo demasiado al trasladar la embajada; (3) El equipo de Trump podría estar calculando que los países árabes que se sienten agraviados eventualme­nte tendrán que mantener su cercanía con esta administra­ción por otro tipo de intereses prioritari­os, y (4) Es posible que la ola de violencia que se espera ya haya sido prevista y que las respuestas que se van a implementa­r estén siendo considerad­as con suficiente anticipaci­ón como para minimizar sus consecuenc­ias.

Con todo, es imposible dejar de considerar las implicacio­nes que el carácter, discurso y decisiones de Donald Trump, decisiones a veces erráticas, otras veces difíciles de entender, están ocasionand­o en distintas partes del globo, en este caso, al desbalance­ar un estatus quo que llevaba décadas de existir. Hoy Trump no sólo comanda su Twitter. También comanda la máxima potencia del planeta.

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