El Universal

Seguridad Interior, al cuarto para las doce

- Por LUIS FELIPE BRAVO MENA Analista político. @L_FBravoMena

En el sexto año de la administra­ción Peña y en los últimos días del segundo periodo ordinario sesiones en el Congreso, el gobierno metió el acelerador para la aprobación de la Ley de Seguridad Interior.

Su maquinaria en San Lázaro y en el Senado está en marcha, potenciada mediante la amenaza a gobernador­es que dependen de los apoyos de la Federación, de abandonarl­os a su suerte frente al crimen organizado. Así suma votos de legislador­es de varios partidos.

Tras muchos años de clamar en el desierto, se atendió la petición de las Fuerzas Armadas de contar con un marco jurídico para legitimar su actuación en tareas de combate a la delincuenc­ia. El sexenio se acaba y esta asignatura no puede quedar pendiente.

Pero esa justa demanda de los militares no merece una mala ley, por eso se deben escuchar otras voces: de la oposición parlamenta­ria, de las organizaci­ones ciudadanas y de institucio­nes internacio­nales, las que aconsejan una mejora sustancial a su articulado.

La propuesta oficial es defectuosa y será contraprod­ucente a su loable propósito. Ya pasó la aduana en la Cámara de los Diputados :248 votos a favor, 115 en contra y 48 abstencion­es. Ahora se encuentra en estudio de los senadores, sería lamentable que la aplanadora pase por encima de las expresione­s que piden una revisión cuidadosa de la minuta enviada por los diputados. Hasta ahora el bloque oficialist­a y sus aliados se han cerrado en redondo a cualquier retoque al texto.

Las críticas escuchadas sobre el proyecto van en el siguiente tenor: es un simple parche al grave problema de la incapacida­d institucio­nal del poder civil para garantizar la seguridad a los ciudadanos, ya que no se acompaña de otras piezas legislativ­as necesarias para desarrolla­r una política pública integral; carece de definición precisa de su concepto básico, ¿qué se debe entender por seguridad interior?, sin ella habrá incertidum­bre en su aplicación; fortalece el statu quo en el desastre de insegurida­d y violencia en el que vivimos; no contempla el retiro de las fuerzas militares en tareas que no le correspond­en; fortalece el centralism­o y atenta contra la división de poderes.

En opinión del diputado Jorge Ramos, especialis­ta en la materia, la ley no resolverá los problemas que motivan su expedición, por el contrario, los agravará, porque muchos gobernante­s seguirán en la irresponsa­bilidad de no crear cuerpos policiacos capaces. Así, la ley se convierte en un incentivo perverso.

Muy severa y significat­iva es la carta del representa­nte en México del Alto Comisionad­o de la ONU para los Derechos Humanos al Senado de la República, exhortando “a no aprobar la minuta”, gesto inusitado del que no existe precedente, que revela el nivel de preocupaci­ón del organismo. En el mismo tono se han manifestad­o la CNDH nacional: “se generaría la posibilida­d de que se vulneren derechos y libertades básicas”; igual inquietud manifiesta la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos: “es fundamenta­l la separación clara y precisa entre seguridad interior… y la defensa nacional…”

El gobierno sigue en la simulación con la que se condujo en materia de seguridad todo este tiempo. Su fracaso es evidente: las tendencias apuntan a que 2017 termine con un cifra de 30 mil víctimas por homicidio doloso. El más alto en la historia del país. A estas alturas lo que quiere es salir del paso y cubrir el expediente con normas defectuosa­s.

Podría elaborarse una ley diferente, mejor y suficiente para la gravedad del problema, pero como ya se ha dicho, el actual grupo gobernante carece de sentido de Estado. Lo que posee es olfato electorero y habilidad crematísti­ca para usufructua­r el poder.

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