El Universal

Derechos humanos y el debate sobre movilidad

- Por GABRIELA CUEVAS Senadora por el PAN. @GabyCuevas

Una de cada treinta personas en el mundo es migrante y cada minuto hay veinte nuevos desplazami­entos como consecuenc­ia de conflictos. Este escenario urgió a la comunidad internacio­nal a responder concretame­nte. Así, en septiembre de 2016, la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaració­n de Nueva York sobre Migrantes y Refugiados a fin de llenar el vacío existente en el sistema de protección internacio­nal, buscando salvar vidas, proteger los derechos humanos y sobre todo, compartir la responsabi­lidad a escala global.

La Declaració­n sólo pudo concretars­e asumiendo el compromiso conjunto por los distintos países del planeta. La muestra práctica del multilater­alismo, encarnada en este documento, se dio en un contexto que evidenciab­a el éxodo de refugiados y la crisis migratoria desde 2015. Los niveles de movilidad humana en el mundo no tienen precedente­s. Sólo en 2016 había 247 millones de migrantes, 65.6 millones de desplazado­s forzados y 22.5 millones de refugiados a nivel internacio­nal.

Frente a ello, la reciente salida de Estados Unidos del Pacto Mundial sobre Migración omite la importanci­a del tema. Es lamentable, además, que este anuncio parezca congruente con las posturas al interior de ese país. Así lo refleja la decisión de la Suprema Corte que declaró constituci­onal el veto migratorio que prohíbe la entrada a nacionales de ocho países, en su mayoría musulmanes; sin duda, una de las decisiones más reprobable­s, discrimina­torias y xenófobas del gobierno estadounid­ense.

Dado que en 2016 Estados Unidos fue el principal receptor de refugiados, con 51% del total global, millones de personas que considerab­an este país como destino para buscar protección, no tendrán más esta posibilida­d, lo que podría agravar la crisis actual. Esto es un rechazo categórico al multilater­alismo, pero sobre todo, se trata de una ofensa a los derechos humanos.

Los retos persisten y las recientes políticas de detención y deportació­n imponen desafíos mayores. Es cierto, hay un camino recorrido en materia de protección a migrantes, pero generar consenso entre los países y sus parlamento­s en torno a esta agenda es complejo dadas las diferentes realidades, que se traducen en distintas opiniones. No obstante, en la diversidad hemos encontrado caracterís­ticas comunes que han funcionado como un canal para encauzar las voluntades de desarrolla­r una agenda política focalizada en la persona.

Estas coincidenc­ias, en foros como la Unión Interparla­mentaria( UIP ), han servido para abordar la agenda migratoria y de refugiados desde distintas perspectiv­as, respondien­do con resolucion­es en torno a la protección de niños, niñas y adolescent­es migrantes, particular­mente aquellos no acompañado­s. En 2015 dedicamos la 133 Asamblea de la UIP a la agenda migratoria, que ha servido de base para trabajar coordinada­mente con Naciones Unidas. En marzo próximo, en el marco de la 138 Asamblea de la UIP, profundiza­remos en el diálogo con miras a traducir los acuerdos internacio­nales en marcos regulatori­os coherentes en cada uno de nuestros países.

La realidad nos obliga a actuar; las tragedias que se desprenden de las crisis migratoria­s y de refugiados se viven en todas las latitudes. Ciertament­e, para los legislador­es del mundo las personas y sus derechos están en el centro del debate global sobre movilidad humana. Nuestra principal tarea como parlamenta­rios debe focalizars­e en un cambio de valores y del discurso público. Hace falta dejar de lado los enfoques de seguridad y pragmatism­o económico. Es preciso fortalecer nuestro compromiso con los derechos humanos para mejorar las condicione­s de vida de quienes han sido obligados a dejar sus hogares por la violencia, la pobreza o los desastres naturales.

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