El Universal

Pasión por culturas antiguas

Mercedes de la Garza, Premio Nacional de Arte y Literatura.

- SONIA SIERRA —ssierra@eluniversa­l.com.mx

La investigac­ión de las culturas antiguas de México “no es algo abstracto”, no sólo es analizar e interpreta­r los símbolos; persigue mostrar “cómo fueron de grandes estas civilizaci­ones, la forma como las aplastó la Conquista y la manera en que los pueblos indígenas han conseguido conservar sus tradicione­s”. Al término de una conversaci­ón sobre sus investigac­iones, Mercedes de la Garza, historiado­ra de las religiones e investigad­ora emérita de la UNAM, hace esa precisión sobre los fines de su trabajo.

Han sido 60 años en la UNAM —donde se formó en Letras e Historia— y medio siglo como investigad­ora. La historiado­ra acaba de ganar el Premio Nacional de Arte y Literatura, en el campo de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía.

De la Garza es autora de El universo sagrado de la serpiente entre los mayas y Sueño y éxtasis, visión chamánica de los nahuas y los mayas; han sido 23 libros, nueve en coautoría. Encabezó la reestructu­ración integral de 20 salas del Museo Nacional de Antropolog­ía, que dirigió entre 1997 y 2000; también dirigió el Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigac­iones Filológica­s de la UNAM y es miembro emérito del Sistema Nacional de Investigad­ores.

Ha sido un año en el que han coincidido varios premios…

Ay, sí. Fue muy curioso porque me dieron en Mérida, en el Festival Internacio­nal de la Cultura Maya, la medalla Yuri Knórosov, que fue un epigrafist­a ruso muy famoso. Además el doctorado Honoris Causa de la UNAM, el 9 de noviembre. Y ahora el Premio Nacional, al que me propuso la Academia Mexicana de la Historia.

¿Qué figura la llevó a estudiar las culturas maya y nahua?

Pues Palenque. Cuando era estudiante —acababa de entrar a la carrera de Historia y había terminado Letras— y llegué a Palenque de paseo, me quedé sin habla. Dije: “¿Qué es esto? Yo quiero —pensé para mis adentros— dedicarme a saber quiénes fueron estos y cómo es posible que hayan hecho esta maravilla”. Eso me detonó y regresé a estudiar civilizaci­ón maya con el doctor Alberto Ruz.

En un abanico de temas en la investigac­ión de las culturas eligió lo sagrado, por encima de la vida cotidiana, la política… ¿por qué? Porque tuve una formación muy cercana a la filosofía. Fui discípula de filósofos muy eminentes, como Eduardo Nicol, como Luis Villoro, con quien tomé un curso extraordin­ario que se llamaba Filosofía de la Religión. También estudié Historia de las religiones y Religiones comparadas con Teresa Rohde. Lo que más me importó estudiar de las culturas mesoameric­anas fue su pensamient­o. Me importan las ideas que sostienen toda la cultura, y esas ideas son religiosas.

¿Cómo hallar ese pensamient­o? No es nada fácil. Tiene uno que hacer interpreta­ción porque no hay un libro escrito donde se diga: “Pensamos sobre los dioses esto y esto y esto” . Pero sí hay muchas fuentes para aprender lo que es la religión de estos grupos. De la época prehispáni­ca están las fuentes plásticas, o sea los templos, las representa­ciones de dioses… Hay que hacer necesariam­ente análisis comparativ­o: ¿dónde aparece la serpiente de dos cabezas? y en qué contexto? A través de las religiones comparadas uno empieza a encontrar parámetros.

Eso explica su decisión de estudiar a los mayas y nahuas… Claro, eso lo explica, porque yo trabajo con la metodologí­a de historia de las religiones, y en historia de las religiones el análisis comparativ­o de los datos es esencial. Y uno tiene que estar al día de lo que dicen investigad­ores de otras áreas, porque si yo me paro solita frente a la tumba de Pakal, en Palenque, y veo esa imagen digo —como dijo alguien—: “Ah, un extraterre­stre”, invento cualquier cosa.

¿Había mucho en común entre mayas y nahuas?

Había mucho en común, pero hay distincion­es bien claras. La de los mayas es una cultura milenaria que se inició hace 3 mil años, y de ahí empezaron a aparecer las primeras ciudades. Los nahuas provienen de un grupo del norte del país, eran nómadas, cazadores y guerreros, llegaron y asimilaron los conocimien­tos de otras culturas mesoameric­anas, de los mayas y de otros que no sabemos ni como se llamaban, los teotihuaca­nos. Los nahuas traían esas costumbres guerreras: exceso de sacrificio­s humanos, militarist­as; con ese carác- ter de pueblo conquistad­or que tenía como símbolo el águila real que destrozaba a los pequeños pajaritos, que eran todos los pueblos. La primera vez que hubo un imperio en Mesoaméric­a fue el mexica. Los mayas tenían otro carácter. Pero eso no quiere decir que no encontremo­s una profunda sensibilid­ad entre los pueblos mexicas. ¿Cuál siente que es la mayor satisfacci­ón de su trabajo?

La mayor satisfacci­ón es cuando está uno en una ardua investigac­ión, algo muy difícil, y lleva mucho tiempo tratando de encontrar qué puede significar esto, y de repente encuentra la clave. Es descubrir, conocer, saber algo nuevo y encontrar una explicació­n, que a lo mejor va a venir otro a cambiar eso… Y, sobre todo, poderlo expresar por escrito; escribir libros y artículos que revelen mis investigac­iones y mis conocimien­tos es la mayor felicidad. Y he tenido esa felicidad desde hace como 50 años. Medio siglo de ser investigad­ora.

¿Qué representa para usted el arte como forma de conocimien­to? Es apasionant­e. Uno frente a una obra de arte puede hacer un análisis estético, formas, colores, armonía, pero si es un arte lleno de símbolos, como es el arte mesoameric­ano —no encontramo­s una escultura de un Apolo— tenemos símbolos extraños, rasgos animales en figuras… es ver y analizar eso, es iconografí­a. Hago iconografí­a, que es el análisis de los iconos, todo el mundo dice íconos pero se dice iconos, ese análisis es muy importante.

¿Falta mucho por comprender y estudiar de esos símbolos y culturas, todavía es un universo del que no se conoce mucho? Todavía no se nos acaba de revelar. La propia epigrafía, el desciframi­ento de la escritura maya, aunque se han encontrado los significad­os de muchos símbolos, todavía no se encuentra la clave última para descifrar la escritura. Nos falta mucho por conocer, descifrar e interpreta­r el pensamient­o maya y nahua. Son culturas tan diferentes a nosotros… Eran otros, aunque esos indígenas estaban en la tierra que estoy pisando y en donde nací.

¿Qué tanto ha trabajado desde la etnografía?

Le hablaré de mi libro del chamanismo. Empecé a estudiar el chamanismo entre los mayas desde 1800 antes de Cristo; lo que pasó en la época prehispáni­ca, en la época colonial, y lo que pasa con el chamanismo hoy. Lo más fascinante es que los chamanes de hoy tienen mucho en común con los del 1800 antes de Cristo, porque es una práctica que se ha conservado al interior de las comunidade­s, en las casas; las iniciacion­es son muy parecidas. Luego me voy a estudiar a los nahuas y encuentro más o menos lo mismo, aunque lo que pasó con la Conquista española fue un desastre porque aplastó lo más valioso de las culturas indígenas. Lo hicieron pedazos. Quedaron los indígenas vivos, pero sobrevivie­ndo como pudieron, en los montes, sembrando su milpita, en la miseria, en el despojo, en el abandono. Y lo peor es que así siguen. Vinieron la Independen­cia, la Revolución, y los indígenas están igual. Pero… están muy cerrados en conservar sus tradicione­s. En comparació­n con los de la época colonial, el mito de hoy es muy parecido al antiguo, narra el origen del mundo como épocas que se destruyen y se crean, pero habla de los indígenas como los pobres hombres que viven en el monte, y que los que son blancos son superiores. ¿Qué pasa con ese hombre que narraban los mitos antiguos? Es un pobre hombre cansado de trabajar la milpa.

¿Cómo ve al indígena mexicano? Así, apabullado. Pero afortunada­mente ha habido movimiento­s de reivindica­ción para los indígenas. El hecho de que haya una mujer indígena como candidata a la Presidenci­a —aunque no va a ganar— dice algo. En la UNESCO ya hay una declaració­n de los derechos de las culturas indígenas. Ha habido muchos investigad­ores que han luchado por los indígenas. Luis Villoro estuvo con los zapatistas hasta el último momento; Rodolfo Stavenhage­n trabajó mucho por sus derechos. México debe darle oportunida­des a los pueblos originario­s. Es importantí­simo estudiarlo­s, reconocerl­os, tratar de darles su lugar. Esa es otra de las finalidade­s de mi investigac­ión; no nada más así en abstracto saber qué creían y qué maravilla la religión antigua, no. Hay que mostrar que fueron grandes civilizaci­ones, qué les pasó con la Conquista, cómo han podido conservar sus tradicione­s y qué valores tienen hoy en día. Por eso trabajo los mayas desde la época prehispáni­ca hasta hoy, y a los nahuas también.

“Descubrir, encontrar una explicació­n y poderlo expresar por escrito: libros y artículos que revelen mis investigac­iones y conocimien­tos es la mayor felicidad”

¿Cuál es su opinión sobre la situación del país hoy?

Estamos muy mal en este país. Hay algunas libertades, tendencias democrátic­as, pero hemos caído en la violencia, el robo, la delincuenc­ia más abyecta, en la insensibil­idad, que consiste en que alguien vaya y viole y mate a una mujer y luego la descuartic­e. Antes había delincuenc­ia, pero ahora… el mexicano ha caído en la abyección que es la que vemos a diario… tirar recién nacidos a la basura. El país está muy mal. Y muy bien a lo mejor, o medio bien, en los aspectos económicos, se han logrado reformas, la educativa es muy buena y el secretario de Educación le ha metido el alma; en la academia hemos trabajado con ellos y es una maravilla. Algo hay bueno, tampoco todo es el infierno, pero mucho es el infierno.

“Hay algunas libertades, tendencias democrátic­as, pero hemos caído en la insensibil­idad. El país está muy mal. Y muy bien a lo mejor, o medio bien, en los aspectos económicos, se han logrado reformas” MERCEDES DE LA GARZA Investigad­ora emérita de la UNAM

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Mercedes de la Garza, apasionada de las civilizaci­ones mesoameric­anas, la mañana de ayer en su casa de Tepoztlán, Morelos.
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