El Universal

Uno de cada 3 reos termina condena en las calles

• De 2010 a 2016, en promedio 58 reclusos al día salieron de prisiones de la CDMX para concluir su pena en libertad

- DIANA HIGAREDA —metropoli@eluniversa­l.com.mx

En seis años, de 2010 a 2016, 147 mil 319 reos dejaron alguna de las 13 cárceles de la Ciudad de México para concluir una pena en libertad.

En promedio, 58 reclusos salieron todos los días en ese periodo.

Cinco de cada 10 ex reos tenían una condena por robo agravado y 33% consiguió su salida gracias a medidas como la suspensión de la sanción, tratamient­o en libertad, reclusión domiciliar­ia, entre otras, es decir, terminaron su sentencia en las calles. Expertos dicen que eso refleja que los primeros eslabones de justicia presentan fallas.

Amediados de 2012, Rodrigo, de entonces 32 años, volvió a pisar las calles de la Ciudad de México. Por una década su espacio vital fue una celda un poco más grande que un clóset, de dos metros de ancho por tres de largo, que ocupaba en la penitencia­ría de Santa Martha. El delito que lo llevó a prisión fue robo a casa-habitación y a transeúnte. Su pena inicial era de 26 años y tres meses, pero con buena conducta, trabajos en la cárcel y asistencia a talleres, logró que se redujera a 10 años. Como él, una tercera parte de los reos que salieron en 2012, es decir 8 mil 848, lograron terminar su sentencia en libertad.

De 2010 a 2016, se tiene el registro de 147 mil 319 presos que dejaron alguna de las 13 cárceles de la capital. Un promedio de 58 salidas diarias. De éstos, 33% salió de la prisión gracias a medidas como suspensión de la condena, tratamient­o en libertad, reclusión domiciliar­ia, entre otras. Hasta 2014, antes de que se pusiera en marcha el Nuevo Sistema de Justicia Penal (NSJP), un promedio de 7 mil 500 reos abandonaro­n cada año la cárcel por alguna de estas razones. Mientras que en 2015 y 2016, esta cifra se redujo a 5 mil 500 salidas.

Y es que desde 2012 el número de presuntos delincuent­es que entran y salen de la prisión muestra una tendencia a la baja. Especialis­tas aseguran que esto es reflejo de que los primeros eslabones de justicia llevan mucho tiempo fallando. “Operadores como la policía no tienen sentido para detener. En los últimos años las carpetas de investigac­ión con detenidos han bajado hasta en un 40%. Y esto es lo que pasa si no tienes detenido o a quien culpar” comenta María Novoa, coordinado­ra del programa de justicia de México Evalúa.

Estas “medidas y beneficios” que han generado mayor polémica a partir de la implementa­ción del NSJP, son considerad­as como un elemento que podría funcionar si las políticas de reinserció­n fueran efectivas. “A las autoridade­s les preocupa que van a salir de la cárcel, pero no les ocupa capacitarl­os adentro. No es sólo enseñarles a hacer cajitas. Falta una real industria desde el sistema ”, asegura Enrique Acevedo, maestro en Ciencias Penales.

En 2002 Rodrigo entró al tercer centro con mayor sobrepobla­ción de la capital. Santa Martha está diseñada con mil 851 espacios, pero aloja a 2 mil 681 presos. Durante 10 años, este hombre alto de tez morena y ojos pequeños se codeo con homicidas, secuestrad­ores y violadores. Pero también con sujetos que sólo habían robado algo tan insignific­ante como un paquete de cacahuates. “La prisión es una escuela donde si no estás maleado, te maleas. Si vienes mal, sales peor. Al final depende de la voluntad de cada uno de poder cambiar. Honestamen­te es muy difícil sobrevivir en un ambiente así”, narra.

Cada año que pasaba, este ex reo sentía que la vida se desmoronab­a frente a él. “Ahí fue cuando comencé a pensar qué era lo que quería para mí y comencé a tomar talleres en prisión […] yo no quería seguir así. Tenía ganas de ver crecer a mis hijas”, cuenta desde las oficinas del Instituto de Reinserció­n Social de la Ciudad de México. Hoy, a sus 37 años, se dedica a dar clases de yoga de la risa como un método para mejorar la salud.

Problema de origen

Rodrigo tenía 20 años cuando una crisis familiar lo llevó de tener una vida de clase media, con una casa cerca de la zona del Pedregal, a no tener nada. Su padre perdió su trabajo. El único sustento del hogar desapareci­ó. Con los pocos ahorros que tenían, se tuvieron que mudar a una colonia en el municipio de Naucalpan en los límites del Estado de México y la capital. “Un día todo se acabó. De vivir bien nos mudamos a un barrio. Yo era el nuevo ahí y la gente se aprovechab­a de eso”, cuenta.

Para adaptarse a su nueva vida decidió ingresar a una pandilla. Ahí comenzaron las peleas callejeras, las rivalidade­s con los otros grupos de la zona, los problemas con la autoridad y el consumo excesivo de alcohol y drogas.

Una noche mientras Rodrigo estaba en la calle con los demás miembros de su grupo, una patrulla llegó y los detuvo a todos. Se les acusó de robo a casa-habitación. “La otra pandilla fabricó todo”, asegura este hombre. Pero él tenía otro punto que no jugaba a su favor: antes de esto, ya había una denuncia por robo a transeúnte en su contra.

Su nuevo entorno social lo había envuelto por completo. “Tenemos gente que se roba un iPhone, cosas que no pueden comprar con su poder adquisitiv­o. La gente no está viviendo bien y se enoja. Busca tener lo que tú tienes y muchas veces lo hace a través del delito”, explica Paola Zavala, directora del Instituto de Reinserció­n Social de la Ciudad de México.

En un inicio, la cárcel le trajo aún más problemas. “Es un ambiente muy difícil y me costó mantener un buen comportami­ento. Yo quería salir, pero estar tranquilo fue complicado. Las agresiones son constantes y te tienes que defender”, cuenta este hombre.

En los primeros años, la celda de castigo se convirtió en un destino constante. Las peleas de todos los días. El intento por sobrevivir. Todo se acumulaba para Rodrigo. Obtener su libertad por buena conducta o por actividade­s extras era una opción poco viable con su comportami­ento. Regresar con su familia fue lo único que lo impulsó a levantarse de nuevo y comenzar con un nuevo modo de vida.

En 2012, Rodrigo logró una libertad anticipada. De su sentencia de 26 años ya había cumplido 10 cuando obtuvo una “remisión parcial de la pena”, al igual que otros 588 reos que dejaron la cárcel ese año gracias a esta medida. Entre 2010 y 2016, 3 mil 208 prisionero­s salieron por este beneficio. Dos de cada tres habían cometido robo agravado.

Al salir, el nuevo reto fue reintegrar­se. Su nueva actividad es algo que nunca pensó en prisión: yoga de la risa. “Es gracioso porque hago mucho contacto visual con la gente y en la cárcel era lo que menos podía hacer, ahí era de ‘qué me ves cabrón, ¿quieres una foto?’”.

Sin salidas masivas

De los 147 mil reos que salieron de la cárcel de 2010 a 2016, solo una quinta parte, es decir 29 mil 618, cruzó la puerta en los últimos dos años de registro. Los egresos que se registraba­n antes de la operación del Nuevo Sistema de Justicia Penal duplicaban las cifras de 2015 y 2016. Cada año, en promedio, se liberaron a 23 mil 500 prisionero­s antes del nuevo sistema. “Este modelo no es un asunto de liberación en automático. Quienes egresan no es por cuestión del sistema, porque apenas se tiene un año y medio de operación y los que entraron antes de su instauraci­ón tienen que seguir con ese modelo”, explica la coordinado­ra del programa de justicia de México Evalúa.

Desde finales del año pasado, el gobierno de la Ciudad sostuvo que el repunte de homicidios y otros delitos en la capital eran consecuenc­ia de la salida de cientos de presuntos delincuent­es gracias al nuevo sistema penal. Pero de los 12 mil 945 reos que salieron en 2016, uno de cada tres, es decir, 4 mil 206, obtuvieron su libertad porque ya habían pagado su sentencia en prisión, según los datos de la Subsecreta­ría del Sistema Penitencia­rio.

También se han hecho afirmacion­es de que hay una tasa de 40% de reincidenc­ia. Pero los datos entregados por la subsecreta­ría muestran que ocho de cada 10 reos que salen son primodelin­cuentes. “No hay evidencia de que estén reincidien­do. No se puede medir así de simple porque hay mucha cifra negra en la denuncia y porque el tema de la insegurida­d es multifacto­rial”, asegura Novoa.

Egresos y delitos

Rodrigo cometió uno de los crímenes más comunes entre aquellos que salen de prisión: robo agravado. Cinco de cada 10 ex reos que obtuvieron su libertad en este periodo pagaban una condena por este delito. El 30%, es decir, 22 mil 851, pagaron su condena en la cárcel. Mientras que dos de cada cinco, es decir, 32 mil 996, siguieron su pena en la calle.

Entre las salidas que se registraro­n hay dos datos que sobresalen: 16 mil 593 reos que salieron por falta de elementos. La gran mayoría estaba por delitos como secuestro, delincuenc­ia organizada y operacione­s con recursos ilícitos. Los especialis­tas ven esto como una muestra de que las autoridade­s no están realizando las detencione­s e investigac­ión como deberían y que es un problema que comenzó incluso antes de que se instaurara el Nuevo Sistema de Justicia Penal en la capital.

También se tienen 10 mil 800 casos de liberación porque fueron absueltos. Es decir, que fueron enjuiciado­s y se determinó que no eran responsabl­es o no existieron las pruebas suficiente­s para llegar a una condena. “El problema aquí es que o tienes adentro del sistema penitencia­rio a gente inocente, o los estas dejando salir por falta de buenas investigac­iones”, explica Enrique Acevedo.

A un año y medio de la implementa­ción del sistema, los especialis­tas consideran que el principal reto para combatir la insegurida­d en la CDMX es la falta de capacitaci­ón en dos áreas claves: las autoridade­s que imparten justicia y el propio sistema carcelario.

Aunque es cierto que la población carcelaria ha bajado y la percepción de insegurida­d crece entre los capitalino­s que dejaron de usar joyas, llevar dinero en efectivo o salir de noche por el miedo a la delincuenc­ia, según la Envipe, el origen de este problema no son los reos que salen de prisión. “Por un lado tienes un sistema efectivo donde las personas tienen más derechos y por otro, están las autoridade­s que no hacen su trabajo. El Ministerio Público no está cumpliendo sus funciones de inicio en la investigac­ión y ahí justamente tienes tu ‘puerta giratoria’. De nada nos sirve tener nuevos mecanismos y textos tan garantista­s si las autoridade­s repiten las mismas prácticas de impunidad y corrupción que llevan desde hace años” explica Maissa Hubert.

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 ??  ?? Rodrigo García tenía una sentencia de 26 años y seis meses por robo a casa habitación y transeúnte. Con buena conducta y trabajos en la cárcel, logró que la redujeran a una década.
Rodrigo García tenía una sentencia de 26 años y seis meses por robo a casa habitación y transeúnte. Con buena conducta y trabajos en la cárcel, logró que la redujeran a una década.

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