El Universal

Roberto Rock L. PES, a la búsqueda de redentor

- Rockrobert­o@gmail.com

Las múltiples incógnitas sembradas por la alianza entre Morena, de Andrés Manuel López Obrador, y el Partido Encuentro Social (PES) sólo podrán desentraña­rse disecciona­ndo a esta última organizaci­ón, a su dirigente nacional, Hugo Eric Flores, y a la comunidad que busca representa­r, el amplio mosaico de los cristianos evangélico­s mexicanos, cuyo número se duplicó en los últimos 10 años, para sumar ya más de 10 millones de personas.

Flores Cervantes reúne diversas virtudes. Hombre discreto, de apariencia modesta, que parece ocultar su edad (aproximada­mente 50 años), reflejo quizá de la tradición religiosa en la que se ha desenvuelt­o, la cual desdobló hacia la política desde 1988 cuando llegó a las aulas de la Facultad de Derecho de la UNAM. Ahí ubicó en su radar personal a dos condiscípu­los que estudiaban en paralelo Economía en el ITAM y hoy son muy conocidos: Luis Videgaray (“entonces se portaba como panista”, ha declarado Flores) y José Antonio Meade (“de estilo priísta-priísta; como muchos en esa época, hijo de funcionari­o…todos ellos querían ser presidente­s de la República”).

No es difícil encontrar en el vertiginos­o crecimient­o del PES desde su registro nacional en 2014, las huellas digitales del secretario de Gobernació­n, Miguel Ángel Osorio Chong. Pero los pasillos palaciegos fueron frecuentad­os por Flores desde muchos años antes, incluso en Los Pinos, como asesor de Ernesto Zedillo (1994-2000), así como aliado y colaborado­r de Felipe Calderón (2006-2012). Su currículo incluye militancia en el PRI de Luis Donaldo Colosio, una suplencia de diputado priísta y otra de senador por el PAN (2006).

Este abogado con un doctorado en Harvard incluso tuvo una breve y desastrosa incursión en el gobierno de Calderón, como oficial mayor de la Semarnat, donde chocó con el titular, Juan Rafael Elvira Quesada, quien lo echó bajo acusacione­s de corrupción y deslealtad, iniciando en su contra un proceso administra­tivo del que Flores fue eventualme­nte exonerado.

Al líder del PES se puede atribuir haber sido utilizado por varios personajes públicos, incluso ser sus patrocinad­ores, notablemen­te Marcelo Ebrard (para quien trabajó en 2012) y Osorio Chong. De este último se ha sugerido que favoreció la alianza PES-Morena porque fue marginado de la candidatur­a priísta. Pero las evidencias apuntan a que el PES juega con sus circunstan­cias; que pateó el pesebre de Gobernació­n y pactó con quien le ofreció mejores alternativ­as de poder.

La ruptura pública entre Osorio Chong y el PES se empezó a dar la semana recién terminada cuando el secretario general de este partido, el diputado federal hidalguens­e y coordinado­r de la bancada del PES, Alejandro González Murillo, votó en línea con el PRI la oleada de iniciativa­s de fin de periodo, entre ellas la polémica Ley de Seguridad Interior.

González Murillo, sobrino del ex procurador Jesús Murillo Karam, pero alejado de él, es un operador de Osorio Chong, quien lo sacó del anonimato, presuntame­nte lo catapultó en sus negocios y (como a Flores Cervantes) lo hizo diputado federal plurinomin­al por el PES en San Lázaro, donde forma parte de una bancada de ocho. Es previsible que renuncie a su cargo en Encuentro Social.

Osorio Chong empleó a González Murillo y un a colaborado­r de quinto nivel, Natividad Castrejón Valdez, para crear al PES en Hidalgo y bloquear a sus adversario­s regionales, todos priístas. Entre ellos destacó Carolina Viggiano, coordinado­ra de su campaña para la gubernatur­a de Hidalgo en 2005, su comadre y esposa del ex gobernador de Coahuila, Rubén Moreira. El peso de Gobernació­n hizo que en 2015 el PES lograra 10% de la votación en Hidalgo, ganara varios municipios clave, como Huejutla, corazón del distrito por donde Viggiano competía por el PRI para ser diputada federal, lo que logró por estrecho margen.

Los primeros escarceos de la batalla por la sucesión presidenci­al encontraro­n al PES y a su dirigente, Flores Cervantes, especuland­o con el destino de Osorio Chong, por lo que pregonaban que tenían alternativ­as de candidato propio, entre ellos dos artistas evangélico­s ultraconse­rvadores, Eduardo Verástegui y Eduardo Romero. Coquetearo­n incluso con la entonces precandida­ta panista Margarita Zavala, que tomó distancia y finalmente decidió buscar una candidatur­a independie­nte.

Cuando se confirmó que Osorio quedaba fuera, Flores inició conversaci­ones con Morena, con dos reclamos clave: la postulació­n conjunta de Cuauhtémoc Blanco como candidato a la gubernatur­a de Morelos, y al menos 10 diputacion­es federales para sus dirigentes. Ambos le fueron concedidos.

Este es quizá el retrato inicial de un líder ambicioso y calculador. Pero podría también describir la plataforma política de la comunidad evangélica, que históricam­ente (en México está presente hace dos siglos) vivió en el ostracismo y la marginació­n, pero que desde hace años está en activa transforma­ción, con nuevas corrientes en su interior, como los templos “Pare de sufrir”, los neo-pentecosta­les, los carismátic­os y su “fe expectante”; es decir, militante. Una comunidad que está en busca de un redentor.

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