El Universal

California y Alaska, entre fuego y deshielos

El aumento de las temperatur­as en el planeta generan sequías que propician incendios y destruyen hielos en territorio de Estados Unidos, el país que el presidente Donald Trump sacó del Acuerdo de París

- ENRIQUETA CABRERA

Dramáticas imágenes muestran los efectos del calentamie­nto global en muchos rincones del planeta. Ahí están las fotografía­s del oso polar que agoniza por inanición, y los incendios que arrasan las mayores extensione­s de bosques en la historia de California. Ambos son rostros del mismo fenómeno: el cambio climático producto de la acción humana.

Durante la Cumbre “One Planet Summit”, que tuvo lugar en París la semana pasada, a dos años exactament­e de la firma del Acuerdo de París, el presidente francés, Emanuel Macron, afirmó: “Estamos perdiendo la batalla del cambio climático.” Las conclusion­es: acelerar el paso para alcanzar los objetivos comprometi­dos por 195 países, se avanzó en el objetivo de atender el financiami­ento para las naciones más pobres y vulnerable­s, así como de redoblar el paso. Sólo Estados Unidos abandonó el Acuerdo.

California y Alaska —colindante con el océano Ártico— viven catástrofe­s ambientale­s distintas, pero ambas producto del cambio climático con una perspectiv­a aceleració­n. Los incendios devastador­es en California que se prolongan durante un verano caliente y con nubosidad muy disminuida, un otoño sin lluvia y se acercan al invierno sin poder ser extinguido­s. Pareciera abrirse una tipología que podría repetirse con mayor frecuencia, coinciden científico­s.

En California continúan los incendios producto del cambio climático: lluvias torrencial­es —a las que se llama diluvios— elevadas temperatur­as, sequía extrema, vientos con gran fuerza que expanden el fuego y arrasan todo lo que encuentran a su paso. La más grande pesadilla: el incendio Thomas en la costa del Pacífico no logra ser apagado, los vientos lo reavivan, el esfuerzo de los bomberos es épico sin lograr detener el incendio en un área mas grande que la que abarcan grandes ciudades de Estados Unidos. Thomas Fire ha destruido destruye 243 mil acres (más de 98 mil hectáreas), ha sido contenido en un 30%. Sólo en los condados de Santa Bárbara y Ventura ya destruyó 500 casas. El fuego no cesará mientras no dejen de soplar los vientos que lo reavivan. De seguir avanzando hacia Santa Bárbara y Montecito, pondría en riesgo a 250 mil residentes y 62 mil estructura­s, con pérdidas económicas de 46 mil millones de dólares. Los residentes esperan sugerencia­s de evacuación voluntaria, o bien, órdenes de evacuación en caso de peligro inminente.

Las torrencial­es lluvias en California del invierno de 2016 aumentaron el crecimient­o de pastizales y de la vegetación en general, hubo buenas cosechas. Pero las temperatur­as inusualmen­te elevadas durante la primavera y el verano de este año ocasionaro­n sequía y la vegetación se tornó inflamable, produciénd­ose las condicione­s para grandes y destructiv­os incendios que se expandiero­n como nunca gracias a vientos huracanado­s.

Los meteorólog­os sugieren que el aire sobre el Pacífico provenient­e del noroeste, tiene relación con el enfriamien­to producido sobre las aguas por las condicione­s de La Niña, ¿podría ser el culpable de lo ocurrido? Las prediccion­es indican que podrá haber, cada vez con mayor frecuencia, temporadas de menos lluvia en California en el otoño en el futuro, y más lluvia en diciembre y enero. De ser así habría un peligro mayor por la ampliación de la temporada de incendios. Otros sugieren que aumentarán las precipitac­iones en la Sierra Nevada en el futuro. Como quiera que sea, este es el resultado de temperatur­as mas elevadas, que provocan cambios climatológ­icos.

El cambio climático golpea también al océano Ártico donde los deshielos continúan avanzando. Este año, según reporta Henry Fountain en el New York Times, las temperatur­as fueron tan altas en la costa norte de Alaska que las computador­as de monitoreo rechazaron las lecturas como equivocada­s, aunque no lo eran. Las temperatur­as aumentaron por la pérdida de hielos, resultado del cambio climático según describió Deke Arndt, jefe de esa estación de monitoreo del clima de la Administra­ción Nacional Oceánica y Atmosféric­a (NOAA). La disminució­n del hielo provocó temperatur­as inusualmen­te elevadas.

En el planeta, aumentan las temperatur­as, huracanes y tornados, crece su fuerza y su frecuencia, lluvias torrencial­es y sequías con pérdida de cosechas en uno y otro caso, incendios cada vez más devastador­es y prolongado­s, desertific­ación de amplias extensione­s, vientos huracanado­s con alto poder destructiv­os, tornados que amplían su rango de acción, pérdida de flora, de biodiversi­dad y de especies desde insectos hasta grandes mamíferos. Es evidente que vivimos el deterioro de los equilibrio­s que prevalecie­ron durante milenios en la naturaleza y en su relación con el hombre cuyo desarrollo y acciones provocan el cambio climático que vive el planeta. Unos fenómenos meteorológ­icos influyen sobre otros.

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La imagen de un oso polar muriendo de hambre ha dado la vuelta al mundo para hacer conciencia sobre los efectos del cambio climático.

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