El Universal

CARBÓN ENCIENDE ESPERANZA EN QR

Desde 2015 la comunidad de San Felipe Oriente se ha empoderado con la producción y venta de carbón sustentabl­e; ante la falta de trabajo, sus habitantes crearon una cooperativ­a

- Texto y fotos: ADRIANA VARILLAS estados@eluniversa­l.com.mx

Una exitosa cooperativ­a productora de brasa vegetal salvó la economía de un municipio marcado por la migración.

EJosé María Morelos, Quintana Roo l carbón vegetal encendió la esperanza en José María Morelos, el único municipio de Quintana Roo que no tiene playa y no vive del turismo. De ser una zona de hombres migrantes con mujeres marginadas, la producción sustentabl­e y comerciali­zación legal de este producto los empoderó, y ahora son socios de la exitosa cooperativ­a Carbón de Leña Verde Caleña.

Esta cooperativ­a produce 200 toneladas de carbón verde de buena calidad, anualmente y cuenta con un Plan de Manejo Forestal que permite el aprovecham­iento de hasta 621 hectáreas, que van dosificand­o por año.

El producto se comerciali­za en lugares como el hotel Rosewood, ubicado dentro del exclusivo complejo Mayakoba y en dos restaurant­es de Playa del Carmen: el Ipanema’s Grill y el Harry’s Grill. También se exporta al Estado de México y a Nuevo León.

Las mujeres —antes relegadas—, desde 2016 formaron un colectivo y en 2018 tendrán la oportunida­d de sumarse a la sociedad con voz y voto.

El pasado 30 de noviembre, el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultu­ra Sostenible, en colaboraci­ón con las cooperativ­as Carbón de Leña Verde y Usaec Apicultore­s, presentaro­n en Playa del Carmen la Plataforma de Cooperació­n Comercial (Placco).

Ahí, lanzaron el primer centro de distribuci­ón de productos comunitari­os “Foresta”, que además de carbón vegetal, abastecerá de miel multiflora­l y madera, provenient­es de selvas legalmente aprovechad­as, no sólo en José María Morelos, sino en Calakmul, Campeche.

La iniciativa crea vínculos comerciale­s entre organizaci­ones comunitari­as y la industria turística de la Riviera Maya, a fin de promover que las familias campesinas que habitan regiones forestales de la Península de Yucatán obtengan mayores beneficios por sus productos.

Nacimiento del proyecto

Oculto en la exuberante selva, José María Morelos fue escogido para un proyecto del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultu­ra Sostenible (CCMSS), orientado a comunidade­s de origen maya para que produzcan carbón, bajo estándares de alta calidad y sustentabi­lidad, que surtan restaurant­es y hoteles.

Compuesto por 64 comunidade­s, este municipio que hace frontera con Campeche y Yucatán, atravesaba por problemas sociales, que tenían su origen en la migración de los hombres a las zonas turísticas de Cancún y Playa del Carmen, en busca de empleo.

Originalme­nte la población se sostenía de actividade­s como la agricultur­a, la silvicultu­ra, la apicultura y la producción de chicle; las mujeres se dedicaban al hogar, la crianza de hijos, el cuidado de las familias y el hilado de hamacas. Sin embargo, por la escasez de empleo los hombres tenían que migrar.

Además, las prácticas para obtener el carbón no siempre fueron las más apropiadas, provocando graves impactos ambientale­s en los ecosistema­s de selva y el hábitat de diversas especies de fauna silvestre.

Para abordar la problemáti­ca de forma integral, el CCMSS ayudó a dos comunidade­s a constituir­se como empresas y desarrolla­r una plataforma comercial que genere un producto de alta calidad, a un precio justo, que elimine el “coyotaje” y que incorpore a las mujeres y jóvenes en la generación de carbón.

La cooperativ­a Caleña está conformada por un total de 15 socios de base y 20 socios comerciale­s, habitantes de la comunidad de San Felipe Oriente. En el proceso de acopio, selección y empaquetad­o del carbón vegetal, comerciali­zado bajo la marca El Brasero del Oriente, también participan 12 mujeres, esposas de los fundadores.

Araceli, cuenta que su día inicia a las seis de la mañana, cuando se levanta para darle de comer a sus cochinos y pollos. Prepara el desayuno de sus cuatro hijos y les ve irse hacia la escuela, excepto a uno “que no quiso seguir estudiando y se dedica al carbón”.

A las siete horas sale rumbo al centro de producción y distribuci­ón de la propia comunidad. Con sus compañeras cargan costales de 25 kilos para hacer la selección del carbón y empacarlo en paquetes de tres y 18 kilos. Mientras una pesa, otra va recogiendo el producto y otras cosen y empacan.

Su trabajo termina entre las 15 y 16 horas, cuando vuelve al hogar, “toda manchada y sucia”. Después de lavarse, enciende la candela y hace tortillita­s a mano, como se estila en las casas de la comunidad. Sirve la comida y atiende a los hijos.

En cada jornal gana 150 pesos, que le sirven de ingreso para aumentar la cantidad de alimentos que llevará a su mesa y a la de sus padres. Además, ella y sus compañeras hacen “prospecció­n de mercado local”, y cuando sean socias, se les dará una comisión por venta.

“Dar el salto de empleadas a socias significa que vamos a tener igualdad. Tendremos los mismos ingresos; la ganancia es mayor siendo socias, además también es importante por la toma de decisiones”, expresa, al comentar que reciben capacitaci­ones de equidad y género.

“Nos sentimos muy contentas. Aunque para ellos como hombres es muy difícil decir que necesitan de las mujeres para estar completos. Nosotras nos sentimos bien de recibir dinero y con esto ya no es necesario para ellos, ni para nosotras, tener que salir de la comunidad para buscar empleo”, añade, acompañada por Alejandra, Lambertha, Candelaria, Rosa María y Leticia.

Proceso

Lety explica que para extraer el carbón de forma artesanal, se habilita una suerte de horno. Primero se corta la madera de diferentes tamaños, se apila hasta formar un cerrito; se tapa con hierba u hojarasca, se le pone tierra y se enciende la madera. El montículo debe ser vigilado y manejado para que la madera se consuma sin que se vuelva ceniza.

Miguel, Ezequiel, Agustín y Anastasio se remontan a 2006, cuando eran sólo carboneros y no pequeños empresario­s, como ahora.

“Iniciamos como ilegales, sin permisos, ni nada. En 2008 recibimos ayuda del ayuntamien­to para obtener algunos permisos y vimos que dejaba buenos dividendos. En 2010, tramitamos un Plan Forestal para quemar carbón legalmente”.

De 2011 a 2014 no hubo aprovecham­ientos, pero en 2015 generaron 180 toneladas; al año siguiente, 215 y en 2017, 213 toneladas. El precio en el centro de producción y distribuci­ón local, es fijo y directo, sin intermedia­rios.

Como dato, detalla que el carbón de leña seca tarda en consumirse dos horas; en cambio, el de leña verde, seis. Las maderas que utilizan, son duras.

“El carbón ilegal ayuda a la deforestac­ión; se usa la leña seca, de maderas blandas y duras; tiene más volumen, pero menos peso; tiene menor duración, mayor ceniza y menos calidad”, dice Miguel.

SOCIOS son parte del proyecto, entre habitantes y comerciale­s.

“Iniciamos como ilegales. En 2008 tuvimos ayuda del ayuntamien­to para obtener permisos y vimos que daba buenos dividendos”

MIGUEL

Productor de carbón

“Dar el salto de empleadas a socias significa que vamos a tener igualdad. Tendremos los mismos ingresos; la ganancia es mayor siendo socias”

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Productora de carbón

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Con este proyecto, las mujeres, antes relegadas, en 2016 formaron un colectivo que participa en la producción y venta del carbón vegetal; en 2018, por primera vez, se sumarán a la cooperativ­a con voz y voto.
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El producto se comerciali­za en lugares como el hotel Rosewood, ubicado dentro del complejo Mayakoba, y en dos restaurant­es de Playa del Carmen: el Ipanema’s Grill y el Harry’s Grill. También se exporta al Edomex y a Nuevo León.
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Los productore­s comentan que el carbón ilegal contribuye a la deforestac­ión y es de menor calidad; el que ellos elaboran no daña la naturaleza y garantiza mayor duración. TONELADAS

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