El Universal

TRADICIONE­S SIGUEN PESE A INSEGURIDA­D

• Vecinos de Santa María Aztahuacan se organizan para festejar • Antes no teníamos que cuidarnos de algún asalto, dicen

- EDUARDO HERNÁNDEZ —metropoli@eluniversa­l.com.mx

Pese a los problemas económicos que vive el país y a la insegurida­d en la delegación Iztapalapa, los vecinos de la colonia Santa María Aztahuacan realizan sus posadas como hace 50 años.

Cerca de las 20:00 horas decenas de personas se acercaron a la casa donde saldrían los peregrinos en la calle Benito Juárez, la mayoría niños de entre seis y 12 años, quienes esperaron nerviosos por ver quién sería el encargado de cargar las figuras que se mudan de casa en casa hasta el próximo 24 de diciembre.

La señora Reyna Hernández fue la encargada de leer la letanía. Tras juntarse unas 30 personas y encargar los peregrinos a cuatro niños, la caminata por las calles comenzó.

“Kyrie eleison”, decía Reyna, mientras las personas coreaban “Ora pro nobis” y así toda la letanía para llegar a la casa que recibiría a los peregrinos. En el camino los niños silban y buscaban la forma de cuidar que su vela no se apagara.

Mientras tanto, una parte de la familia anfitriona organizaba los últimos detalles como la comida, el ponche y la cuerda con la que colgarían las piñatas. Desde las 2 de la tarde comenzaron a preparar el pozole y a cortar la fruta para el ponche.

“Esta noche vamos a preparar pozole y ponche, entre toda la familia nos cooperamos para que los vecinos puedan disfrutar de una linda noche”, dijo la señora Hernández.

Tras recorrer la calle Benito Juárez el contingent­e se dirigió a un zaguán negro, ahí comenzaron a pedir posada; los integrante­s de la familia Hernández se colocaron a la puerta.

“En nombre del cielo, os pido posada, pues no puede andar, mi esposa amada”, corearon los visitantes, y tras 12 versos entre los anfitrione­s y los asistentes a la posada, se les dio el ingreso a la casa.

Al grito de “entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón, que aunque es pobre la morada, la morada, se las doy de corazón”, los peregrinos fueron colocados en un altar de la Virgen de Guadalupe.

Los adultos se acercaron a ese altar para rezar por un momento, mientras los pequeños esperaban impaciente­s poder romper la piñata.

“Yo voy a romper todas”, decía un niño mientras su hermana preparaba las bolsas para guardar el botín.

El señor Joaquín Nieto Martínez, uno de los dueños de la casa anfitriona, preparó la cuerda y alistó el palo con el que los niños le pegarían a la piñata, mientras los demás comenzaban a repartir vasos para el ponche.

“Es muy bonito que sigamos estas tradicione­s porque no se deben perder, aquí tiene años que nos organizamo­s entre los vecinos y siempre nos vamos muy contentos, todos a nuestras posibilida­des, pero siempre se agradece”, comentó Lucia.

De acuerdo con informació­n de la Procuradur­ía General de Justicia y la Secretaría de Seguridad Pública, ambas de la Ciudad de México, en la colonia Santa María Aztahuacan se han registrado homicidios, robos, puntos de venta de droga y otros delitos; sin embargo, esa situación se olvida al momento de pedir posada, los vecinos se reúnen y dejan a un lado el miedo.

Joaquín Nieto recuerda que hace cinco décadas la zona era llana, no tenían que cuidarse de algún asalto, ahora tienen que procurar un lugar seguro para que no entre ningún asaltante durante la posada.

“Antes nos íbamos hasta el pueblo de Santa Cruz a pedir posada, aquí estaba solo, pero no había insegurida­d; ahora tenemos que estar al pendiente de hacer las posadas en el patio de una casa para la seguridad de los pequeños”, comentó.

Para organizar las posadas desde el 16 de diciembre, los vecinos se reúnen y organizan quienes serán los anfitrione­s, cada año son nueve las familias que reciben a los peregrinos y cada uno prepara cosas diferentes invirtiend­o casi 2 mil pesos.

“Hicimos pozole, entre toda la familia pusimos dinero, nos gastamos alrededor de 2 mil pesos, pero lo importante es que todos lo disfrutamo­s y seguimos la tradición, ahora con nuestros nietos, nosotros vivimos aquí desde hace muchos años y nos divertíamo­s cuando éramos niños en esta época”, aseguró Reyna.

Con el coro de “no quiero oro, no quiero plata, yo lo que quiero es romper la piñata”, los niños hicieron un espacio para que acomodaran la cuerda y esperaban que don Joaquín los escogiera para poder pegarle.

“Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino, ya le diste uno, ya le diste dos, ya le diste tres y tu tiempo se acabó”, le cantaban a los niños que pasaban, el que no lograba romper la piñata, se le coreaba “ese niño es muy tonto, es muy tonto, se parece a su papá”.

Tras romper cinco piñatas, la familia comenzó a reunirse en el fogón, pues la repartició­n de comida era lo siguiente, doña Reyna sirvió el pozole mientras sus hijas y sobrinas repartiero­n los platos.

Después de degustar los alimentos y tomar ponche, los asistentes a la posada se retiraron a sus casas, los anfitrione­s limpiaron y la zona volvió a tonarse silenciosa y obscura.

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Los colonos se organizan para iniciar las posadas desde el 16 de enero; son nueve familias las escogidas y quienes tienen un gasto de más o menos 2 mil pesos entre piñatas, ponche y un plato fuerte.
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Entre los asistentes se aseguran que no entren personas extrañas o ladrones a sus festejos, los cuales realizan año con año.

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