El Universal

Lo que nos marcó en 2017

- Adriana Malvido

Si me preguntan qué fue lo que marcó, para bien y para mal, el año 2017, no tengo que pensarlo mucho. Fue el terremoto del 19 de septiembre.

Detrás del inmenso dolor por las pérdidas humanas; de la rabia, de nuevo, como en 1985, por la corrupción cómplice de la avaricia inmobiliar­ia en la Ciudad de México; a pesar de funcionari­os sin escrúpulos que dieron permisos de construcci­ón ilegales; por encima de gobernador­es que roban y se toman fotografía­s mientras ven comunidade­s indígenas, que ya eran damnificad­as sociales, pasar noches enteras a la intemperie… lo que define a México desde el terremoto 19/S son los jóvenes. Salieron de todos lados a las calles a rescatar vidas, a llevar agua, a cargar piedras, a organizars­e en bicicletas para llevar medicinas urgentes a los enfermos; salieron a encontrar cómo ser útiles, cómo ser sociedad civil, cómo descargar tanta energía y generosida­d contenidas. Lo dijo Eugenia León: “No estaban solamente rescatando a los damnificad­os bajo los escombros, se estaban rescatando a ellos mismos, rescatando su fe en su país”.

Los jóvenes se dieron cuenta de lo que son capaces. Como tantas otras, una asociación civil (Redes, AC) decide abrir un centro de acopio para ayudar a miles de damnificad­os en comunidade­s indígenas aisladas de Chiapas y Oaxaca. Saberse parte de un equipo y convertirs­e de pronto en testigo de la bondad es un privilegio. Llegan de todos lados, se enteran por Internet o por WhatsApp, traen cargamento­s con lonas y herramient­as de construcci­ón, víveres, utensilios de cocina para comedores comunitari­os, productos de limpieza, colchoneta­s, medicinas, pañales, biberones, libros y cuadernos de dibujo para niños… La mayoría son donadores anónimos, gracias a ellos cada semana salen camiones repletos con toneladas de solidarida­d. Los encargados del traslado también son jóvenes voluntario­s. Uno de ellos, conductor del tráiler, nos cuenta que el vehículo es de un empresario que se los presta y que él y sus dos acompañant­es manejarán 16 horas hasta su destino. Su propia comunidad en el Estado de México organiza colectas para pagar la gasolina. Otro empresario, dueño de una compañía de cómputo y quien además se dedica a la imitación de Elvis Presley, ofrece un concierto, acuden mil 200 personas que en lugar de pagar boleto llevan material para el centro de acopio. Otras estampas así conmueven, sacuden, quedarán en la memoria. Desde el anciano que llega a un hospital con vasos desechable­s llenos de lentejas para ofrecer a los heridos, hasta el equipo de Horizontal, que pone orden al caos y programa el #Verificado­19s; desde miles de jóvenes que corren día y noche hacia zonas dañadas, hasta aquellos que rescatan los álbumes de fotos de quienes quedaron bajo los escombros, o los que ayudan a distancia con aplicacion­es, donativos en línea, videos…

Surgen nuevas formas de organizaci­ón social y emergen los mejores usos posibles de las redes digitales. Los chavos van y vienen, nada los detiene. Están más que motivados, llenos de vida y de energía. Escribe Fernando Belaunzará­n en Twitter: “Los jóvenes han tomado la Ciudad de México, espero que ya no la suelten”.

Yo también espero que esos jóvenes, además, tomen el país entero en 2018. Y hagan suya, como un himno, la poesía de José Emilio Pacheco: “(…) No quiero darle tregua a mi dolor/ ni olvidar a los que murieron/ ni a los que están a la intemperie. / Todos sufrimos la derrota, /somos víctimas del desastre. / Pero en vez de llorar actuemos: Con piedras de las ruinas hay que forjar/ otra ciudad, otro país, otra vida”.

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