El Universal

California, la marihuana y nuestra violencia

- Alejandro Hope alejandroh­ope@outlook.com @ahope71

Con el nuevo año, llegó a California un mercado legal de marihuana para fines lúdicos. Ya existía uno, con fines médicos y acceso amplio, desde 1996. Aun así, esto es un paso importante. Se amplía el acceso al cannabis, se fortalece el marco regulatori­o y se genera una fuente importante de ingresos tributario­s.

Además, dado el peso demográfic­o, económico, político y cultural de California, la legalizaci­ón en ese estado puede dar un impulso decisivo a los esfuerzos de reforma en todo el mundo.

Bienvenida sea entonces la marihuana legal en California. Muchos resultados positivos pueden surgir de ese proceso.

Pero algo no ha logrado ni va a lograr la legalizaci­ón de la marihuana en el país vecino: reducir significat­ivamente la violencia criminal en México.

La marihuana ya es legal para fines lúdicos en ocho entidades federativa­s de Estados Unidos. Asimismo, en 29 estados, existe acceso a la marihuana médica.

Poco a poco, ese proceso le ha ido quitando participac­ión de mercado a la marihuana mexicana. Entre 2011 y 2016, los decomisos de cannabis realizados por agencias estadounid­enses en la frontera con México disminuyer­on 47%. Esa reducción de decomisos previsible­mente refleja una caída en el volumen exportado, ya que tuvo lugar en un periodo de endurecimi­ento de controles fronterizo­s.

Además, ha ido cayendo el precio de la marihuana en Estados Unidos. En el estado de Washington, uno de los pioneros de la legalizaci­ón para fines lúdicos, el precio al menudeo de la marihuana se redujo en promedio 67% en los primeros tres años de operación del mercado. Es posible que el precio de la marihuana mexicana haya tenido una trayectori­a similar.

Dicho de otro modo, el ingreso por exportació­n de marihuana ha caído de manera considerab­le en los últimos cinco años. Tal vez más de 60 a 70%, aunque es difícil saberlo con precisión.

Esa caída se nota del lado mexicano. La erradicaci­ón de marihuana se ha desplomado: en 2010, fueron destruidas 18 mil hectáreas de cannabis. En 2016, el total reportado por el gobierno fue de apenas 5 mil 394 hectáreas.

En resumen, la evidencia disponible sugiere que la legalizaci­ón gradual en Estados Unidos ha tenido el efecto esperado: la disminució­n del comercio ilícito.

Pero eso no ha tenido por ahora impactos visibles en la violencia homicida en México. Al menos no a escala nacional. La tasa de homicidio en 2017 se ubicó en torno a 24 por 100 mil habitantes, más o menos donde se encontraba en 2011, antes de que iniciaran los experiment­os de legalizaci­ón para fines lúdicos en Estados Unidos.

Es posible que en las zonas de producción, a nivel municipal o incluso estatal, haya efectos más marcados. Sin embargo, eso confirma el punto central: en el mejor de los casos, el impacto ha sido modesto y acotado regionalme­nte.

Con toda probabilid­ad, eso no va cambiar en el futuro. Lo sucedido hasta ahora ya liquidó las dos terceras partes del mercado. La eliminació­n del tercio que falta difícilmen­te va a tener un efecto notoriamen­te más grande.

¿Y si se legalizara la marihuana en México? Pues tal vez habría algún efecto adicional. Pero comparado con el mercado de exportació­n, tanto en volumen como en valor, el mercado interno es muy pequeño. Es difícil suponer que su eliminació­n tendría un efecto mucho más significat­ivo que la destrucció­n de dos terceras partes del ingreso por exportació­n.

Eso no significa que no haya que caminar en esa dirección. En lo personal, considero que México debe avanzar (rápido) hacia un mercado legal y regulado del cannabis. Pero eso no va a pacificar al país, ni nos va obviar la larga y compleja tarea de construir Estado.

No hay varitas mágicas. No hay atajos.

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