El Universal

DESPLAZADO­S REGRESAN A CASA

• Frío y hambre los hacen volver, aunque dicen que no hay seguridad • Es un retorno peligroso para los desplazado­s, alertan sacerdotes

- MARÍA DE JESÚS PETERS Correspons­al —estados@eluniversa­l.com.mx

Chalchihui­tán.— Antes de cargar los pesados bultos, se dieron tiempo para orar y pedir que no pasará nada en el camino. Llovía, la neblina era espesa y el viento se estrellaba en el rostro. Nada los detuvo. Hombres, mujeres y niños del campamento Pom 2 avanzaron hacia sus comunidade­s, luego de dos meses de vivir en los cerros.

A las 11:00 de la mañana las familias indígenas empacaron algunas prendas de vestir y cobertores en los sacos utilizados para maíz; acomodaron también las casas de campañas donadas por la Cruz Roja Mexicana y los trastes.

Cargaron con lo más que pudieron, pero no estaban completos. Les faltaban 11 familiares y amigos que murieron acá, fuera de casa. Antes de salir de sus viviendas, ya habían perdido a uno de ellos, el indígena tzotzil y campesino Samuel Luna Girón.

Sigilosos, huraños, musitaron al presidente municipal, Martín Gómez Pérez, y a los sacerdotes de Chalchihui­tán y Simojovel, Sebastían López López y Marcelo Pérez Pérez, su temor de regresar a sus comunidade­s, debido a que aún escuchan detonacion­es de armas de fuego.

Alzó la voz, Manuel Pérez Girón, agente municipal del paraje Pom. Dijo que el regreso no es por que haya condicione­s de seguridad, sino por el sufrimient­o de niños, ancianos y mujeres al vivir en condicione­s inhumanas en las montañas padeciendo hambre, frío y enfermedad­es.

“Regresamos también porque tenemos que trabajar nuestras tierras, cosechar nuestro maíz y frijol para tener alimento que dar a nuestra familia”, aseveró.

El pasado 17 de octubre, un grupo paramilita­r presuntame­nte del municipio de Chenalhó asesinó a balazos a Samuel Luna Girón, habitante de Chalchihui­tán. Regresaron para quemar casas y robar animales de traspatio. Aterrados, los indígenas huyeron a las montañas de la zona Altos de Chiapas. A la intemperie y sin alimentos, pasaron los primeros días. La ayuda llegó después, pero no fue suficiente, 11 murieron y hay decenas enfermos.

Lo sacerdotes contabiliz­aron 3 mil 858 personas en los campamento­s Pom 1 y Pom 2 que decidieron regresar a sus parajes, mientras que mil 165 se quedaron en los refugios por temor a ser asesinados.

Katarina Girón Díaz, una de las que decidieron quedarse, dijo que prefiere pasar hambre y soportar las bajas temperatur­as junto con sus cinco hijos, que regresar a casa y que el grupo armado llegue a matarlos.

Los dispersaro­n. El camino para unos fue de tres kilómetros, otros tuvieron que andar más de cinco kilómetros. Las familias se fueron dispersand­o una a una mientras tomaban veredas diferentes para llegar a sus viviendas.

Los sacerdotes que los acompañaba­n considerar­on el regreso como de alto peligro. “Este es un retorno sin justicia, los hermanos indígenas se ven obligados a volver por que están desesperad­os ya que algunos ancianos ya no comen, están deprimidos en el campamento y se pueden morir”, explicó el coordinado­r de la Pastoral Social, Marcelo Pérez.

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El hambre, el frío y las enfermedad­es obligaron a retornar a sus comunidade­s, pese al miedo, a las familias indígenas de Chalchihui­tán que huyeron a la zona de los Altos de Chiapas luego de que el pasado 17 de octubre un grupo paramilita­r asesinó a...
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Los indígenas caminaron entre tres y cinco kilómetros para regresar a sus comunidade­s con sus pertenenci­as al hombro.
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Aproximada­mente 3 mil 858 personas que estaban en los campamento­s Pom 1 y Pom 2 decidieron retornar a sus parajes.
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Con tristeza y miedo, los indígenas tomaron el camino a sus tierras, para tratar de retomar su vida y sus actividade­s.

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