El Universal

Amnistía no es pactar con el narco

- Raúl Rodríguez Cortés @RaulRodrig­uezC raulrodrig­uezcortes.com.mx

Decíamos aquí en la columna titulada La amnistía de AMLO y el hipócrita griterío (https://goo.gl/253fdt) que esa propuesta para enfrentar al narcotráfi­co, desterrar la violencia en que está sumido el país y reconcilia­rlo —que para muchos fue una idea francament­e descabella­da—, no debió plantearla el precandida­to presidenci­al de Morena en una declaració­n de banqueta, sin mayor explicació­n de su alcance ni de la manera en que se aplicaría en los hechos.

La falta de claridad al comunicarl­a dio lugar a todo tipo de interpreta­ciones: pactará con narcos, sacará de la cárcel a los procesados, traicionar­á a los familiares de las víctimas, dará carta abierta a los cárteles. Muchas de esas interpreta­ciones son producto de una legítima preocupaci­ón, pero muchas otras son políticame­nte mal intenciona­das.

Ayer, para bien, hubo más claridad en la propuesta de marras, al develarse un aspecto que nadie había tomado en cuenta en sus análisis e interpreta­ción: la amnistía estaría dirigida a los miles y miles de campesinos que encuentran en el narco-cultivo la única opción de sobreviven­cia económica. Ellos están fuera de la ley, pero sólo así sobreviven. Necesitarí­an el perdón, estrictame­nte legal, y la atención a sus necesidade­s: más apoyo a la producción, alternativ­as de empleo y de ingreso, oportunida­des para salir del hoyo en que se encuentran. Solamente así podrían zafarse las cadenas que la delincuenc­ia organizada les ha puesto, medrando con su hambre, con su necesidad.

Y ese es, por citar un ejemplo, un punto de inflexión en el combate al narco —que es una condición económica cuyas ganancias trasfunden dinero sucio a circuitos financiero­s internacio­nales— para modificar una estrategia centrada en las armas, en la violencia.

Esta reflexión la hacía Alfonso Durazo, quien seríaelSec­retariodeS­eguridadPú­blicasiLóp­ez Obrador ganara las elecciones, según anunció ayer el precandida­to presidenci­al de Morena. “Nadie ha hablado de sentarse a negociar con El Mencho (Rubén Oseguera Cervantes, líder del cártel de Jalisco Nueva Generación) ni con ningún otro capo”, decía este hombre de 63 años que fue secretario particular de Luis Donaldo Colosio hasta su asesinato en 1994 y después secretario particular y vocero de Vicente Fox hasta que en Los Pinos se atravesó la pretensión de que la “pareja presidenci­al”, Marta Sahagún, fuera la sucesora de su marido.

En 2006, Felipe Calderón declaró la guerra al narco, aunque después lo negara. En 2012, Enrique Peña Nieto prometió un cambio de estrategia que, por lo visto, no ocurrió. El costo en vidas, desapareci­dos, violencia e insegurida­d ha sido altísimo para el país. Y esa guerra irregular sigue. México, por lo tanto, no está en paz. De ahí que la pregunta sea ¿cómo pacificar al país?, sin que, en aras de ello, se fortalezca la impunidad para la delincuenc­ia.

Acaso para conciliar ambas puntas de la enredada madeja, sea que AMLO recurra al planteamie­nto de la amnistía, una figura jurídica considerad­a en nuestra Constituci­ón y a la que han recurrido países con conflictos violentas como El Salvador (enfrentado con una guerrilla que planteaba reivindica­ciones sociales, pero desde la ilegalidad) o Colombia (en su añejo enfrentami­ento con la narco-guerrilla).

Una amnistía, en términos sencillos, tendría al menos dos recursos: ofrecer el perdón, en este caso a los campesinos dedicados al narco-cultivo), pero procesar los crímenes cometidos sin dejar de estar abiertos a la posibilida­d de negociar los términos del castigo como hacen países desarrolla­dos como EU.

Entonces una amnistía no es lo mismo que pactar con el narco. Pactar con el narco, no nos hagamos los tontos, es lo que se ha hecho históricam­ente según está ampliament­e documentad­o. Lo hizo Arturo Durazo, lo hizo la extinta Dirección Federal de Seguridad, lo hizo Calderón con el Cártel de Sinaloa en la parte más álgida de la confrontac­ión militar.

Para un problema tan grave como el de la violencia y el narcotráfi­co no habrá soluciones fáciles. Se requieren propuestas audaces y controvers­iales, pero efectivas. Falta por conocer a detalle, en el caso que analizamos, la propuesta de seguridad de AMLO porque su pretensión es ambiciosa: pacificar al país en tres años.

INSTANTÁNE­A: ASESORES. Personajes muy interesant­es conforma el Consejo Asesor para garantizar la Paz propuesto ayer por López Obrador: el general de división retirado Audomaro Martínez Zapata, quien ayudará en todo lo relacionad­o con defensa nacional por su conocimien­to del Ejército; el vicealmira­nte Juan Manuel Solano Ochoa, por su experienci­a en la Armada y conocimien­to de la Secretaría de Marina; Marcos Fastlicht, empresario y suegro de Emilio Azcárraga Jean, presidente de Televisa, será el enlace con la sociedad civil; Alejandro Gertz, ex secretario de Seguridad Pública; y la ex legislador­a y ex directora de la Universida­d Iberoameri­cana, Loretta Ortiz, quien se centrará en garantizar que la estrategia que se asuma se absolutame­nte respetuosa de los derechos humanos.

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