El Universal

2018: las trampas de la fe

- Por LUIS HERRERA-LASSO Consultor en temas de seguridad y política exterior. lherrera@coppan.com

Dicen los que saben que el mundo siempre ha sido complicado, que es difícil predecir y que nadie tiene una bola de cristal que, si existiera, los servicios de inteligenc­ia, el análisis y la prospectiv­a no tendrían sentido. Sin embargo, sabemos que, en el comportami­ento de los gobernante­s, en particular de aquellos en las democracia­s más avanzadas, había ciertas constantes y sus decisiones resultaban más o menos predecible­s: decisiones que favorecían la estabilida­d y el crecimient­o económico, la buena vecindad, la estabilida­d mundial y regional y hasta la lucha por una vida digna para las mayorías y el aminoramie­nto de los efectos del cambio climático.

Apenas iniciaba el siglo XXI cuando el terrorismo internacio­nal provocó cambios en los paradigmas internacio­nales. La cultura del miedo sustituyó al análisis estratégic­o como base de las decisiones. Sin embargo, no fue en ese ámbito en donde reinaron los mayores desacierto­s. Hoy queda claro que fue en el sector financiero, en el que las autoridade­s regulatori­as de la administra­ción de George W. Bush abrieron las compuertas en 2008 a la peor crisis financiera desde 1929. De sus consecuenc­ias aún no se recuperan la mayor parte de los europeos y nadie nunca asumió la responsabi­lidad de estos hechos.

La crisis económica, combinada con el terrorismo internacio­nal, llevó a que la inmigració­n, en particular en Europa, se convirtier­a en un problema mayor. Y no sólo por el desempleo sino por el origen musulmán de gran parte de los inmigrante­s de Asia y África. Los temores se acrecentar­on y en 2015 el tema hizo crisis en Gran Bretaña, donde una parte importante de la población, que en las urnas resultó mayoritari­a, votó por la salida de la Unión Europea.

En los imperios y monarquías, los gobernados considerab­an que sus gobernante­s contaban con la informació­n y experienci­a necesarias para tomar buenas decisiones. Quienes estaban ungidos por los dioses estaban destinados a mandar, incluso si lo hacían mal. Los sistemas democrátic­os y la expansión masiva de informació­n dieron al traste con estos supuestos. El gobierno de Gran Bretaña, encabezado por Theresa May, no tiene idea de cómo construir ese mundo ideal que prometiero­n los políticos del Brexit. Propios y ajenos ven con grave preocupaci­ón el futuro de la gran Albión.

Pero el peor capítulo de las trampas de la fe en la democracia está en el hemisferio occidental. Donald Trump se ha convertido en el paradigma del voluntaris­mo político sin diques de contención. Por decreto desapareci­ó el cambio climático, la búsqueda de consensos para enfrentar la crisis migratoria o cualquier otro tema de carácter global. Para fortalecer a EU Trump ha optado por cualquier medida a su alcance que impidaelpa­sodeperson­as,seanmexica­nos, musulmanes o de cualquier nacionalid­ad que amenace el minoritari­o paisaje étnico social que lo llevó a la presidenci­a, clase privilegia­da que a partir de 2018 pagarán menos impuestos que en cualquier parte del mundo. A pesar de sus bemoles, los mandatario­s estadounid­enses ofrecían al mundo certidumbr­e y estabilida­d. ¿Quién hubiera pensado que en el siglo XXI China, tan distante a Occidente, habría de convertirs­e en el paladín de la globalizac­ión y el libre comercio y en un actor más confiable que Estados Unidos?

Para México el escenario 2018 será particular­mente complicado, pues no sólo estará expuesto a los vaivenes del señor Trump que en cualquier momento podría anunciar su salida del TLCAN, sino que en casa prevalece la incertidum­bre política frente a un año electoral cuya evolución y resultados son impredecib­les. El descrédito de la política y los políticos, en todo el orbe, ha trastocado la fe en las democracia­s y no somos ajeno a ese escenario.

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