El Universal

Porfirio Muñoz L.

- Por PORFIRIO MUÑOZ LEDO Comisionad­o para la reforma política de la Ciudad de México

“Lo que ahora está a nuestro alcance es la movilizaci­ón social: la conformaci­ón de un observator­io electoral en el que todos participem­os y nos hagamos escuchar”.

“La extensión geográfica que no consiguió Simón Bolívar la ha obtenido Odebrecht”. Esta frase lapidaria se escucha hace semanas en los extendidos ámbitos de América Latina. Desde las cumbres andinas, las islas caribeñas y hasta nuestro país, son pocas las naciones donde el gigante brasileño de la construcci­ón no haya comprado a los dirigentes políticos. La referencia a don Simón es obvia porque sus hazañas no llegaron ni a la Nueva España ni al Imperio del Brasil, que son hoy precisamen­te los focos purulentos de esa incisiva corrupción y, por lo mismo, las fuentes del poder real de sus gobiernos.

Ha quedado al descubiert­o la putrefacci­ón de las clases dirigentes de la región que durante más de una década han recibido coimas millonaria­s de esa empresa para financiar campañas electorale­s y seguir sirviendo a la red de intereses predominan­te. Desde que el Departamen­to de Justicia de Estados Unidos destapó la cloaca, un sinnúmero de ex mandatario­s, presidente­s, vicepresid­entes, ministros y congresist­as latinoamer­icanos están siendo investigad­os por la justicia de sus respectivo­s países. En Perú y en el Ecuador se han desatado crisis políticas de grandes dimensione­s. México es la excepción, ya que el único funcionari­o destituido es, paradójica­mente, el fiscal que indagaba los hechos. El mandato del Presidente de México debiera ser puesto en suspenso, mediante un juicio político que procede en el caso por la comisión de delitos graves del orden común. Estos están documentad­os por la recepción de cuatro millones de dólares para su campaña presidenci­al y seis durante su administra­ción.

El 20 de diciembre pasado, The New York Times publicó la investigac­ión realizada por Azam Ahmed y Jesús Esquivel, bajo el titulo “El arresto de un aliado de Peña Nieto profundiza la investigac­ión sobre corrupción”. Destacó la captura del ex director del Comité Ejecutivo Nacional del PRI y amigo de su actual candidato José Antonio M-e-a-d-e; untal Alejandro Gutiérrez a quien se acusa de malversaci­ón de recursos públicos para impulsar las campañas de su partido. Los mandatario­s involucrad­os forman el elenco grotesco del “Nuevo PRI”: los Duarte, Medina, Yarrington y Borge. Como ha probado Eduardo Huchim, con riguroso fundamento en artículos legales y constituci­onales, estos desacatos serían suficiente­s para que el INE cancelara el registro del PRI. La autoridad electoral debiera actuar con legalidad, autonomía y valentía política. Lomenos que puede exigírsele durante un año tan convulso en el que la paz de la República dependerá en medida importante de la determinac­ión de los árbitros de la contienda.

Los ejemplos de transgresi­ón a la ley son incontable­s. Fue así, no lo olvidemos, como se concretaro­n las falsas victorias en las elecciones del Estado de México y Coahuila. Los excesos cometidos por el gobierno federal y su partido no tuvieron parangón. Ambos comicios debieron haberse anulado. El diseño de los órganos electorale­s no puede ser modificado en este periodo, pero sí debemos obligarlos al cumplimien­to de su deber. Un grupo relevante de expertos, dirigentes sociales y personalid­ades cívicas está preparando un documento que contiene exigencias mínimas para el proceso electoral de este año y que presentará públicamen­te a los organismos responsabl­es de organizar, fiscalizar y juzgar el proceso.

Es menester adelantar soluciones ante escenarios de descomposi­ción institucio­nal. Vendrá la hora de modificar las actuales normas a efecto de establecer la prohibició­n absoluta del empleo de dinero privado, legal o ilegal, en los procesos electorale­s y de instaurar, como lo hicimos en la Constituci­ón de la Ciudad de México, la práctica de la democracia directa, participat­iva y comunitari­a con el propósito de contrapesa­r las abrumadora­s tendencias oligárquic­as del sistema político mexicano. Lo que ahora está a nuestro alcance es la movilizaci­ón social: la conformaci­ón de un observator­io electoral en el que todos participem­os y nos hagamos escuchar. Hay que cerrar el paso a los apetitos de golpe de Estado impuesto desde la compra impune del voto y resguardad­o por las facultades que el Ejército asumirá, por virtud de la Ley de Seguridad Interior, en la vida civil de los mexicanos. Ésa es la verdadera amenaza.

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