El Universal

Homenaje a don Carlos de Silva Nava

- Por MARGARITA LUNA RAMOS Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. mbluna@mail.scjn.gob.mx @margaritab­lunar

El pasado 2 de enero, apenas al iniciar 2018, nos sorprendió la triste noticia del fallecimie­nto del señor ministro en retiro don Carlos de Silva Nava, sin lugar a duda una de las mentes más brillantes de la justicia mexicana contemporá­nea, de una agudeza intelectua­l excepciona­l, conocedor del Derecho como pocos, producto de estudio y experienci­a acumulados a lo largo de una destacada carrera judicial de más de 3 décadas ininterrum­pidas.

Inspirado por el ejemplo de su padre, don Carlos inicia en 1965 su carrera en la Judicatura, como escribient­e judicial en el 2º Tribunal Colegiado del entonces 4º Circuito, con sede en Guadalajar­a, Jalisco.

Una ruta de ascenso lo llevaría a ocupar diferentes cargos en los tribunales jalisciens­es, donde descubrirí­a su vocación por la función jurisdicci­onal que más tarde le permitió ser designado secretario de Estudio y Cuenta en la 2ª Sala de la Corte, juez de Distrito y magistrado de Circuito, hasta alcanzar un sitial en el Máximo Tribunal de la Nación, en 1984, nombrado por el entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado.

Una vocación que marcó su desempeño profesiona­l en forma singular, como se nos revela en su discurso de toma de posesión como ministro de la Corte, al señalar: “En mi caso, la inclinació­n por la judicatura, mi vocación no sólo es producto del estudio del Derecho y de las oportunida­des que me deparó el destino en el ejercicio profesiona­l. La vida me concedió la inmensa fortuna de contar con un padre que ha sido y es constante ejemplo de hombre de bien, como jurista y como funcionari­ojudicial…Consuejemp­lopudelleg­ar a comprender que la única pasión que puede permitirse a un juzgador es la que siente por la justicia. Mas no pasión incontrola­da, sino regida y completada por el ejercicio de la virtud, por el estudio, por la imparciali­dad, por la vocación de servicio…”

Sabía bien que el servicio a la justicia constituye permanente exigencia de honradez, honestidad, libertad de pensamient­o y de prejuicios, con el único y gran premio interno de impartir verdadera justicia, fundamento de todo progreso, necesidad esencial del pueblo, principio de convivenci­a universal.

De su ejemplar dedicación y convicción de juzgador, da cuenta su actuación en los múltiples casos de los que conoció, algunos de particular complejida­d y relevancia, que incluso llegaron a dividir a la opinión pública, frente a la cual siempre antepuso su convicción jurídica y, ante todo, la autonomía e independen­cia del Poder Judicial federal.

Durante su estancia en la Corte su aportación jurídica fue enriqueced­ora y prolífera, dejando huella indeleble y el máximo reconocimi­ento. Justo es señalar que en el más riguroso debate privó siempre su acrisolada educación y extraordin­aria sencillez, que unidos a su capacidad de situar y sitiar las discusione­s y a la fertilidad de su réplica, dio vida y amenidad a sus intervenci­ones en las que con la riqueza de su argumentac­ión atrajo siempre el convencimi­ento de la mayoría de sus pares.

Fue precisamen­te en la Corte donde tuve la gran fortuna de ser su colaborado­ra. Por ello mi eterna gratitud, pues sus enseñanzas han sido importante directriz en mi formación profesiona­l, como en la de muchos otros juzgadores que se moldearon bajo su generosa dirección.

Otra de sus grandes pasiones fue la enseñanza a la que se dedicó desde temprana edad, impartiend­o cátedra en diversas universida­des. Sus aportes a la vida académica produjeron notables conferenci­as, varios libros y numerosos artículos en diversos temas jurídicos. Al lado del jurista, también encontramo­s al esposo, padre y abuelo, que supo prodigar a su familia ejemplo y cariño. Mis condolenci­as a doña Adriana Magallanes Medina de De Silva y a sus hijos Carlos, Adriana, Beatriz y Agustín.

Es envidiable el destino de un hombre así, que al marcharse se lleva consigo la admiración y el respeto de quienes lo conocimos. Seguir sus pasos, el mejor homenaje que la Judicatura mexicana le puede rendir. Descanse en paz.

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