El Universal

Violencia, miedo y desencanto

- Por ALEJANDRO ENCINAS Senador de la República

Mal y de malas comienza el año y peor aún arranca el proceso electoral en donde por primera vez en la historia, junto con la elección del presidente de la República y los integrante­s del Congreso de la Unión, concurrirá­n las elecciones locales en 30 entidades federativa­s, y se elegirán ocho gobernador­es, un jefe de Gobierno, 972 diputados a Congresos locales, mil 5 mil 987 ayuntamien­tos y 16 alcaldías en la Ciudad de México.

La descomposi­ción política y la violencia que flagelan al país han permeado al proceso electoral. Al igual que al inicio de 2017, en el preámbulo de las elecciones del Edomex, grupos delictivos en la Zona Metropolit­ana del Valle de México saquean tiendas de convenienc­ia o autoservic­io, sin que la autoridad esclarezca y castigue a los promotores de estos actos vandálicos, alentando una percepción de miedo.

Alarma el número de homicidios de candidatos, alcaldes, dirigentes, activistas y periodista­s. Incluso, en la capital del país, tuvieron lugar hechos sin precedente, que no deben quedar impunes: funcionari­os públicos encabezan a grupos de golpeadore­s para sabotear actos de proselitis­mo de la precandida­ta a jefa de Gobierno por Morena en Coyoacán.

La impunidad sienta sus laureles, como sucede ante la evidencia de la triangulac­ión ilícita de recursos a las campañas del PRI, incluida la elección de 2012, mediante sobornos a empresas a cambio de contratos de obras públicas, como se ha acreditado en Chihuahua, donde se desviaron 246 millones de pesos del erario y, tras la detención del operador financiero del cartel gubernamen­tal, Alejandro Gutiérrez, laSHCP, lejosde ir a fondo en la investigac­ión, busca someter al gobierno estatal reteniendo sus participac­iones federales.

En este escenario no se puede desestimar el impulso decidido del gobierno federal a la Ley de Seguridad Interior, la que otorga facultades al Ejecutivo federal para disponer de las Fuerzas Armadas cuando a su juicio considere necesario emitir una declarator­ia de riesgo a la seguridad interior, que no es otra que la seguridad del Estado, no de las personas, para usarla como un instrument­o para contener, no al crimen, sino a un eventual conflicto poselector­al.

Ante ello, como ha sido una práctica recurrente, las autoridade­s promueven pactos de civilidad o protocolo s electorale­s con los partidos contendien­tes que, como lo han demostrado experienci­as anteriores, se convierten en una farsa. Bastaría conque el gobierno federal, los gobiernos locales y las autoridade­s electorale­s, cumplan con su obligación para garantizar­el desarrollo del proceso electoral; que los partidos y sus candidatos cumplan con la ley, y se castigue con firmeza a quien la vio le para tener elecciones limpias. Si ello no sucede, todo los demás sólo es simulación.

En abono a este panorama, prevalece un profundo desencanto en la mayor parte de la población, en particular en los seis millones de jóvenes que por primera vez podrán votar, quienes no tienen confianza en la clase política ni en los partidos ni en las institucio­nes electorale­s, lo que paradójica­mente puede traducirse en un factor disuasivo para alcanzar un cambio de régimen en este país.

Por lo que los electores debemos asumir la necesidad de traducir este desencanto en una insurgenci­a cívica. Exijamos a los órganos electorale­s que actúen con autonomía y garanticen elecciones libres, legales y auténticas. Que se impida el desvío de recursos públicos, la compra del voto y un fraude que conduciría al descarrila­miento del país.

Sin ello, difícilmen­te se edificará una mayoría para sacar del gobierno a quienes han corrompido la vida pública del país, hundido en la pobreza e incertidum­bre a la mayoría de los mexicanos, y transforma­r el régimen político para abrir una senda de desarrollo democrátic­o, si la sociedad no se organiza y sale a votar.

Al mismo tiempo, la autoridad y los partidos deben asumir que no es posible garantizar elecciones libres, si no existe un clima de paz y de una competenci­a funda da en la tolerancia,por loquees imprescind­ible dejar de lado el odio y el encono. Es tiempo de competir con legalidad y equidad, para superar nuestras dificultad­es, no de proteger a delincuent­es.

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