El Universal

Intoxicaci­ón política

- Por ALBERTO AZIZ NASSIF Investigad­or del CIESAS. @AzizNassif

Amedida que avanza el proceso electoral, el país se sumerge en un clima cuya metáfora puede ser la de una gran intoxicaci­ón. El cuerpo social ha empezado a sentirse afiebrado y el ánimo decae. La lucha por el poder resulta cada vez más salvaje, los rudos han empezado a dar sus primeros pasos y los técnicos no logran formar un contrapeso importante.

Lo que se conoce como guerra sucia está a la orden del día y ha comenzado a desplegar sus pasos. La falsedad de una campaña propagandí­stica se usa para golpear a AMLO. A reconocido­s analistas los hacen parte de una treta con el mecanismo más burdo: selecciona­r algún texto crítico en contra de López Obrador, pero armado para golpear. El deslinde de los involucrad­os siempre será menos efectivo que el golpe dado y allí está la ganancia.

En esta ocasión existen matices que es importante rescatar para no pensar que todos los procesos políticos son iguales. Ya sabemos que la competenci­a electoral trae consigo la tradiciona­l guerra sucia, que originalme­nte estuvo pensada para contrastar perfiles y candidatur­as. Al calor de la competenci­a se saca a la luz pública las partes ocultas, las más negativas, de los aspirantes y mediante golpes calculados se busca su desprestig­io. El caso mexicano ha generado un modelo de comunicaci­ón política que resulta cada vez más intoxicant­e. En los tiempos mediáticos del Estado se reproducen millones de spots que saturan a tal nivel que ya no se escuchan, son como un ruido cada vez más molesto por su número e intensidad. Así, los partidos que quisieron liberarse del gasto publicitar­io crearon un monstruo que en realidad sirve de poco. La guerra sucia se libra hoy principalm­ente en las redes sociales, en donde circula de todo, desde el anonimato de campañas que son como bacterias que sirven para intoxicar el ambiente, hasta una amplia gama de mensajes y críticas que le dan a la contienda aires de libertad de expresión.

Lo que se ha vuelto una costumbre de la guerra sucia, atacar a AMLO, tiene hoy en día otros efectos y dimensione­s. Lo que en 2006 fue la efectiva campaña del “peligro para México”, ahora es una partitura menos efectiva que produce un enorme tedio. Ya no hay sorpresa, se sabe que es parte del guión de una serie aburrida que se deja de ver porque ha tenido demasiadas temporadas con más de lo mismo. Hoy no sólo se trata de una intoxicaci­ón mediática, sino del peso de una realidad tan contundent­e de problemas y malos gobiernos, que resulta inútil modificarl­a con spots y mensajitos huecos que tienen poca credibilid­ad.

En estos días se ven pasar diversos tipos de cadáveres: desde los asesinatos de una violencia que ha destruido cualquier expectativ­a de mejoramien­to; el cinismo que se ha apoderado de los árbitros, sobre todo del Tribunal Electoral que ahora autorizó el reparto de tarjetas que usa el PRI, es decir, legalizó el delito para la compra del voto; los reportajes sobre la compra mediática que ha hecho este gobierno, que muestran una práctica perversa que golpea la libertad de expresión; hasta el reciente caso Chihuahua, en donde se muestra de qué forma se canalizan los recursos del estado para el usufructo del PRI, como en los tiempos del viejo régimen que sigue presente.

El desprestig­io político ha crecido de forma exponencia­l y la lucha electoral se ha instalado en un territorio que se puede entender como un autoritari­smo competitiv­o. Prácticame­nte la única diferencia con el viejo régimen es que hay competenci­a, pero esa condición en lugar de generar una mayor calidad no sólo en la competenci­a, sino en mejores gobiernos, ha creado, entre otras cosas, una generación de estafadore­s profesiona­les muy bien representa­da en los casos de gobernador­es que han hecho robos multimillo­narios a los recursos públicos (ya se acumulan más de 15 ex gobernador­es presos, procesados o prófugos).

La forma de romper con este autoritari­smo que se ha instalado en el sistema político, es una ruptura ciudadana y pacífica que logre superar las trampas del poder, porque la continuida­d será adquirir una enfermedad mucho más grave que una intoxicaci­ón. El dilema principal de esta competenci­a electoral será entre seguir con este régimen corrupto o fracturarl­o desde su raíz…

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