El Universal

Marihuana médica: el parto de los montes

- Por CATALINA PÉREZ CORREA División de Estudios Jurídicos, CIDE. @cataperezc­orrea

El 1 de enero, California se convirtió en el estado más grande de la Unión Americana en contar con un mercado regulado de marihuana. De acuerdo con Bloomberg, se espera que este año el mercado de marihuana en ese estado alcance un valor de 3 mil 700 millones de dólares y que para 2019 llegue a más de 5 mil 100 millones. La nueva legislació­n, sin embargo, no busca únicamente regular una economía hasta hace unas semanas clandestin­a. También pretende resarcir el daño que la prohibició­n ha causado en la población. Año con año, miles de jóvenes —principalm­ente provenient­es de contextos desaventaj­ados— son detenidos y puestos en prisión por delitos de posesión o venta de pequeñas cantidades de marihuana.

Múltiples estudios e historias han mostrado cómo la prohibició­n profundiza las desventaja­s económicas y sociales. Por ello, la ley en California autoriza la revisión de sentencias por delitos de marihuana y la desaparici­ón de antecedent­es penales por estos delitos. Algunos condados han establecid­o además la obligación de otorgar un porcentaje de las licencias para venta a miembros de las comunidade­s más afectadas. Se trata de detener la violencia estatal contra poblacione­s minoritari­as y hacer justicia social. Otros estados y países han transitado hacia la regulación del mercado de la marihuana. Este julio se espera que Canadá se convierta en el segundo país, después de Uruguay, en legalizar la producción y venta de esta planta para fines personales.

Al sur de la frontera de California, la historia es otra, llena de contradicc­iones y titubeos. En 2012, México, junto con Colombia y Guatemala, convocó a una Sesión Especial de la Asamblea General de la ONU sobre el tema de drogas (conocida como UNGASS 2016). La sesión, según el presidente Peña Nieto, tenía como objeto “revisar la actual estrategia internacio­nal y, sobre todo, definir mejores soluciones, desde una perspectiv­a de derechos humanos, prevención y salud pública, que ponga en el centro el bienestar de las personas”. Durante su participac­ión, el Presidente afirmó que “Las limitacion­es del modelo prohibicio­nista obligan a modificar el enfoque eminenteme­nte sancionado­r, para ubicar a las personas, sus derechos y su dignidad, no a las sustancias­nialosproc­esosjudici­ales,enelcentro de nuestros esfuerzos”. La política de drogas, dijo también, debía garantizar que los consumidor­es no fueran criminaliz­ados y “asegurar la disponibil­idadyunmej­oraccesode­lassustanc­iascontrol­adas para fines médicos y científico­s”.

Días después de su intervenci­ón, Peña Nieto presentó ante el Congreso una iniciativa que proponía permitir medicament­os elaborados a base de marihuana, autorizar la investigac­ión de los ingredient­es activos de la planta y despenaliz­ar la posesión de hasta 26 gramos para consumo. La iniciativa no prosperó por oposición del PRI, entre otros. En su lugar se aprobó una reforma diluida, que sólo regula el uso médico de la planta —aunque despenaliz­a la siembra y cultivo con fines médicos o científico­s que se lleven a cabo en los términos que autorice el Ejecutivo.

Pues bien, hace unas semanas la Cofepris —que depende del Presidente y hoy está a cargo de Julio Sánchez y Tépoz— presentó un proyecto de Reglamento para normar la investigac­ión y producción de la cannabis: un pequeño ratón con el que se mofa de pacientes y sus familias, e ignora los años de debate nacional e internacio­nal. El proyecto sólo prevé la importació­n de fármacos sin contemplar la posibilida­d de cultivar o sembrar cannabis para fines médicos en territorio nacional. Para fines científico­s pide un protocolo con costo aproximado de 300 mil pesos y deja fuera de la regulación los remedios herbolario­s. En pocas palabras, ni mercado regulado, ni salud, ni justicia social.

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