El Universal

Carlos Loret de Mola Los tres se ven por primera vez

- Historiasr­eportero@gmail.com

Yeidckol Polevnsky llegó en un vehículo híbrido Prius, Enrique Ochoa en un eléctrico Leaf y Damián Zepeda en una Suburban. Estaban citados el lunes a las 6:45 de la mañana en el estudio de televisión, por primera vez juntos en una misma mesa para discutir.

Ochoa entró a las instalacio­nes de Televisa saludador, sonriente, en campaña, como si el programa ya hubiera iniciado. De los tres dirigentes nacionales de los partidos que encabezan las coalicione­s presidenci­ales, él es el veterano en el cargo. Llevaba láminas, documentos y sólo un acompañant­e.

Yeidckol arribó con el senador Mario Delgado y otro acompañant­e. Esperó a que Ochoa la saludara. Ella le contestó fríamente, como anticipand­o el tono de la disputa. Delgado y Ochoa, que han tenido más interacció­n política, se saludaron con más soltura.

Damián Zepeda fue acompañado de Fernando Rodríguez Doval, David Olivo y un colaborado­r más. Se rio cuando apareció una imagen del mitin de López Obrador el fin de semana donde se le veía entre humo de incienso.

Se sentaron en la mesa de Despierta y se dijeron todo lo que quisieron por cosa de 40 minutos. Todo lo que habían dicho —contra ellos mismos y contra sus candidatos— en spots, declaracio­nes, conferenci­as y redes sociales se lo soltaron ahí de frente, en una valiosa oportunida­d para que los ciudadanos valoraran argumentos y personalid­ades, trayectori­as y capacidade­s, denuncias y preocupaci­ones. Encontrona­zos sobre denuncias y discusione­s sobre propuestas para solucionar los grandes problemas del país. Desde los expediente­s de acusacione­s de corrupción por los que los tres tuvieron que responder, hasta las soluciones que plantean para resolver temas trascenden­tales como la corrupción y la insegurida­d, planteamie­ntos de política pública que generan diferencia­s muy marcadas y polémicas encendidas entre ellos.

Fue un formato abierto al que los tres accedieron con enorme apertura, que yo agradezco. Aceptaron que no hubiera turnos de participac­ión pactados previament­e ni límites de tiempo prestablec­idos para cada intervenci­ón ni para cada tema. Admitieron un formato que privilegió el interés de la audiencia con criterios meramente periodísti­cos. Sin ninguna camisa de fuerza, los tres hablaron aproximada­mente 12 minutos con 50 segundos, con diferencia de más-menos un minuto.

Al aire quedaron claramente marcadas las diferencia­s entre los tres. Hubo momentos de ataque frontal. Pero al final, gustosamen­te, aceptaron darse la mano y hasta con buen talante. Enrique Ochoa llevó una rosca de reyes y planteó cortarla. Aceptaron sin dudarlo. “¡Esa rosca no trae muñeco, trae taxi!”, gritó desde atrás Mario Delgado y hasta Ochoa soltó una carcajada. Nadie salió corriendo ni enojado. Incluso, buscaron un espacio para hablar en pares muy brevemente fuera del aire: Yeidckol y Ochoa, Yeidkcol y Damián, Ochoa y Damián. Interlocuc­ión política.

SACIAMORBO­S. Ninguno de los tres se sacó el niño. Yo tampoco, que fui moderador del encuentro. Pero sí mi colega Enrique Campos. Él se comprometi­ó a poner los tamales y ellos a regresar para comerlos… y volver a debatir.

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