El Universal

A cartucho cortado

- Héctor de Mauleón @hdemauleon

El 7 de enero, durante los festejos de la Purísima Concepción, se desató el infierno en la comunidad de Cacahuatep­ec, correspond­iente a Acapulco, Guerrero. Integrante­s de la policía comunitari­a conocida como la CRAC (Coordinado­ra Regional de Autoridade­s Comunitari­as) se enfrentaro­n a tiros.

La jornada de violencia duró nueve horas. Dejó once muertos —entre ellos un menor— y 38 comunitari­os detenidos.

Habían muerto las primeras ocho personas cuando policías estatales y ministeria­les hicieron acto de presencia en el lugar. Los comunitari­os los recibieron a cartucho cortado. Se desató entonces un segundo enfrentami­ento.

Los comunitari­os se resguardar­on para impedir que su líder, Marco Antonio Suástegui Muñoz, fuera aprehendid­o. La nueva balacera dejó otros tres comunitari­os muertos.

A los 38 miembros de la CRAC que fueron detenidos, la policía les aseguró 22 escopetas, cuatro armas cortas (dos de las cuales se hallaban en poder de Suástegui Muñoz y de uno de sus hermanos) y 730 dosis de marihuana.

La CRAC tenía en sus instalacio­nes a varios civiles privados de la libertad: se hallaban en proceso de “reeducació­n” —y tenían en el pecho letreros que así lo indicaban.

El Ejército, la Policía Federal y la estatal tomaron el control de la comunidad. La CRAC hizo circular un mensaje entre comunidade­sde las distintas regiones de Guerrero que llama a una movilizaci­ón masiva para exigir:

“Respeto al sistema comunitari­o, castigo a los asesinos de nuestros compañeros, libertad de los compas detenidos, renuncia del general Pedro Almazán (secretario de Seguridad Pública), renuncia del fiscal Javier Olea Peláez y renuncia del gobernador Héctor Astudillo”.

El mensaje llama a concentrar la mayor cantidad de gente posible en San Luis Acatlán, Ayutla y Tlapa para “tomar agencias del MP y juzgados, cerrar las comandanci­as de policías ministeria­les o estatales, y en dado caso que no hubieran liberado a nuestros compañeros, retener a funcionari­os del gobierno para canjearlos”.

El líder de la CRAC, el activista Marco Antonio Suástegui Muñoz (vocero también del Consejo de Ejidos y Comunidade­s Opositores a la Presa La Parota, CECOP), había pasado un año y medio en la cárcel. Pesaban en su contra al menos cuatro órdenes de aprehensió­n.

Según la averiguaci­ón TAB/COL/02/0208/2014, hace cuatro años, al frente de un grupo de 200 personas “que portaban palos, machetes y armas de fuego”, Suástegui irrumpió en una empresa gravillera de la comunidad de Parotillas, y argumentó que desde esa fecha su grupo “explotaría la citada empresa en beneficio de la CECOP”.

El grupo fue acusado de haberse apoderado de muebles y objetos valuados en más de seis millones de pesos (le libraron orden de aprehensió­n por robo calificado).

Un año antes, a la cabeza de 300 personas, despojó al propietari­o de otra gravillera, privó de la libertad a algunos empleados, y luego les advirtió “que se tenían que retirar y no regresar” (le giraron orden de aprehensió­n por despojo).

En abril de 2014, Suástegui Muñoz fue acusado también de haber agredido a varios miembros de una familia —a la que los comunitari­os acusaban de haberlos emboscado. Ese día, según la declaració­n de una de las víctimas, el líder de la CRAC viajaba a bordo de una camioneta, acompañado por otras personas, “las cuales iban realizando disparos con armas de fuego a distintos inmuebles”.

La víctima intentó correr a su domicilio. La hirieron en el cuello y el glúteo derecho (al líder de la CRAC se le acusó de tentativa de homicidio en agravio de tres personas).

En junio de ese año fue detenido. Las autoridade­s lo trasladaro­n al penal de La Unión y de ahí, alegando “cuestiones de seguridad personal”, al de máxima seguridad de Tepic.

La defensa de Suástegui fue emprendida por el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinoll­an. El centro declaró que el traslado había sido ilegal y violatorio de sus derechos: “segurament­e le están ejerciendo actos de tortura”, alegó el abogado. Pidió que el delito de tentativa de homicidio fuera reclasific­ado. Alegó que la detención tenía como fin criminaliz­ar un movimiento social y debilitar al grupo que se oponía a la construcci­ón de La Parota.

La Red Nacional de Organismos Civiles TDT, entre otras organizaci­ones, exigió que Suástegui fuera liberado. El activista salió en libertad a fines de 2015. Grupos opositores lo acusaron de mantener secuestrad­as sus comunidade­s: “No permitan que haya una masacre”, alegaron, “están deteniendo gente y abusando de su autoridad”.

El 7 de enero hubo 11 muertos. Y no hay manera de saber cómo terminará todo esto.

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