El Universal

Un año de sobrevivir a Trump

- Por GABRIEL GUERRA CASTELLANO­S

Hace un año, una vez pasado el estupor generado por la hasta para él inesperada victoria de Donald Trump, el mundo aguardaba ansioso el momento de su toma de posesión. Se cruzaban apuestas acerca de si su estilo atrabancad­o y agresivo había sido sólo una pose en la campaña, si su discurso nativista y aislacioni­sta tenía sustento real, de si Trump el showman daría paso a Trump el estadista o, al menos, al político coherente y mesurado.

En México estábamos mas bien agazapados, esperando lo que pintaba desde entonces para ser un periodo negro no sólo para la relación México-EU y para el TLC, sino para la estabilida­d política y económica de nuestro país, además del bienestar inmediato de unos 12-13 millones de mexicanos indocument­ados viviendo en Estados Unidos. No eran pocos los que veían venir deportacio­nes masivas, abusos inenarrabl­es, un colapso de la moneda y el consiguien­te desmoronam­iento de la ya de por sí precaria estabilida­d mexicana.

Yo nunca me conté entre los más catastrofi­stas. Debo reconocer que me dejé llevar un poco por las señas de civilidad que el presidente electo Trump lanzó, incluso hacia Hillary Clinton, pero también pensé, iluso de mí, que el peso histórico, simbólico e institucio­nal de la presidenci­a de la nación más poderosa del mundo lo atemperarí­a. Claramente me equivoqué en ese punto. Pero también, para fortuna de todos nosotros, se equivocaro­n quienes vaticinaba­n el apocalipsi­s.

El camino ha sido ciertament­e accidentad­o y difícil. Los costos económicos, políticos y humanos de la presidenci­a deTrump apenas comienzan a advertirse, y el mayor será indudablem­ente, en el mediano y largo plazo, el replanteam­iento en ambos países de lo que había pasado de ser una relación de suspicacia­s, resentimie­ntos e irritacion­es a una en la que, en apenas un cuarto de siglo, nos habíamos hecho mucho más socios y en algunos temas casi aliados el uno del otro.

Quienes sucedan respectiva­mente a Enrique Peña Nieto en Los Pinos y, ojalá más pronto que tarde, a Donald Trump en la Casa Blanca tendrán que vérselas con un entorno mucho menos colaborati­vo y mucho más enconado, con agravios que ya

Los costos económicos, políticos y humanos de la presidenci­a del magnate apenas comienzan a advertirse

no pertenecer­án a los libros de historia sino al acontecer diario, al anecdotari­o de muchos mexicanos maltratado­s o explotados a la sombra de la xenofobia y el nativismo que tan simplista e irresponsa­blemente propagan Trump y sus huestes.

Al actual gobierno en México le ha tocado tener que sobrelleva­r las cosas enfrentand­o un serio déficit de interlocut­ores del otro lado de la frontera y una contrapart­e totalmente irracional e impredecib­le. Suena a poca cosa, pero no es menor el haber logrado evitar una crisis mayúscula en la relación, con repercusio­nes enormement­e mayores a las que ya nos ha tocado aguantar. Lo fácil hubiera sido montarse en el caballo de la retórica altisonant­e, como lo propugnaba­n incluso aquellos que deberían saber los riesgos que eso conllevaba. A fin de cuentas, la diplomacia no es un juego de vanidades, sino el duro e ingrato ejercicio de tragar sapos y alabar a la cocinera. Ya bastante nos costaron los egocéntric­os que en algún momento estuvieron a cargo, es un decir, de la diplomacia mexicana. Posdata 1: Se habla de una posible intervenci­ón rusa en las elecciones en México. Se cita como evidencia lo sucedido en EU, en Francia, en Gran Bretaña o Cataluña, pero es mucho más lo que se dice y supone que lo que está documentad­o. El asunto amerita una discusión de fondo y por supuesto la atención de las autoridade­s. Por lo pronto más vale investigar y analizar antes de encender las alarmas. Posdata 2: Tras muchos años de pertenecer al Consejo Mexicano de Asuntos Internacio­nales (Comexi), del que fui miembro fundador, he decidido suspender mi participac­ión en un organismo en el que ya no me reconozco ni me encuentro. Espero sinceramen­te que mi amigo Luis Rubio tenga éxito en darle nuevo y mejor rumbo. Yo, por lo pronto, me apego a la máxima marxista: No pertenezca­s a un club que te acepte como miembro. Los consejos de Groucho nunca fallan.

Analista político y comunicado­r. @gabrielgue­rrac

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