El Universal

Nuevo sistema, viejas fallas

- Por Gabriel Regino Abogado penalista y académico. @gabrielreg­ino

Edmond Locard, notable criminalis­ta francés, sentenció: “El tiempo que pasa es la verdad que huye”. Traigo a colación lo anterior porque existen crímenes que por su naturaleza o cobertura, agitan los sentimient­os sociales, incrementa­n la sensación de insegurida­d y golpean las bases de legitimida­d de los gobiernos. Para ellos, no es la verdad la que huye con el paso del tiempo, sino su credibilid­ad. De ahí el apremio para resolverlo­s a como dé lugar.

En este campo de la investigac­ión criminal, México transita entre dos modelos de Justicia Penal: 1. La Tradiciona­l Inquisitiv­a y, 2. El Sistema Acusatorio, conocido vox populi como los “Juicios Orales”. Importa aclarar que ambos esquemas procesales no son instrument­os para prevenir el delito: entran en funcionami­ento cuando aquél ya se cometió y buscan resolver el conflicto de maneras distintas, pues el primero privilegia la cárcel y el segundo, los acuerdos. Una mala operación en ambos, puede derivar en la comisión de nuevos delitos y alentar la impunidad.

En el primer sistema (1917-2008), la persona detenida se presumía culpable y la prueba de su responsabi­lidad, era su propia confesión. Luego entonces, todos los esfuerzos policiales se dirigían a obtenerla a como diera lugar. La tortura o incomunica­ción no importaban. Y de ello, lamentable­mente existen criterios judiciales de la Suprema Corte que son testigos deshonroso­s de las épocas más oscuras de la historia procesal penal del país.

Con el Nuevo Sistema de Justicia Penal, se respeta la presunción de inocencia, hay igualdad entre las partes y los argumentos se expresan de viva voz frente a un Juez que va a decidir. La investigac­ión debe ser científica y la defensa técnica.

Ya no se puede incurrir en lo que Luis Spota denominó como “Lo de Antes”. Ya no se puede exhibir a una persona como responsabl­e de un hecho sin que haya sido condenada. La presión mediática no debe ser un pretexto para crear culpables, porque de esa manera, indirectam­ente se encubre al verdadero criminal.

El reciente caso de una persona detenida por un feminicidi­o en una habitación de hotel en la capital del país y que fue liberada por un Juez, porque al momento del artero crimen no se hallaba en México, marca la diferencia con el anterior sistema de justicia. La investigac­ión del Ministerio Público tuvo muchas deficienci­as como el equivocars­e en los números de placa de la moto empleada por el responsabl­e y suponer una amistad inexistent­e entre víctima y victimario. En el viejo sistema, el detenido habría estado preso por años para poder demostrar su inocencia.

Lo malo de este caso, además de los días que el inocente estuvo preso, es que un asesino sigue suelto. Lo bueno, que aún hay jueces en la Ciudad de México y que los derechos comienzan a respetarse.

Ahora se respeta la presunción de inocencia y hay igualdad entre las partes

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