El Universal

Héctor de Mauleón

- Héctor de Mauleón @hdemauleon

El pasado 22 de diciembre, hacia las 10 de la noche, sexoservid­oras del rumbo de Buenavista —en las inmediacio­nes de la delegación Cuauhtémoc de la Ciudad de México— marcaron al 911 para reportar que a una de sus compañeras la acababan de “levantar” cuatro hombres.

Una patrulla de la SSP se acercó a la zona. Los tripulante­s sólo sacaron en claro que “un grupo de aproximada­mente cuatro hombres, a bordo de un Jetta sin placas, color plata”, habían sorprendid­o a una mujer a las puertas del hotel La Fuente, en la calle Orozco y Berra. “A punta de pistola la sometieron y la subieron al vehículo”, informó una de las sexoservid­oras.

Unos días más tarde, personal de la delegación se entrevistó con un grupo de mujeres que denunciaro­n que la Unión Tepito las estaba extorsiona­ndo desde hacía varios meses.

En el perímetro que forman las calles Orozco y Berra, Zaragoza, Puente de Alvarado y Guerrero, opera, desde hace años, medio centenar de sexoservid­oras —originaria­s de Puebla, Tlaxcala, Veracruz y Tabasco.

Hasta hace poco eran lideradas “por una persona trans apodada El Choco”, según refirieron las denunciant­es. El Choco les exigía una cuota de cien pesos a la semana. Al cabo del tiempo, según un reporte de la delegación consultado por el columnista, El Choco “dejó el liderazgo por su edad avanzada y quedó encargada una mujer llamada Rossana”.

Rossana subió la cuota a 600 pesos a la semana: explicó a sus agremiadas que tal era la tarifa que la Unión Tepito acababa de establecer.

En agosto de 2017, revelaron las mujeres, hubo una reunión en la que estuvieron presentes varios integrante­s de la Unión. Los miembros del grupo criminal subieron la cuota a mil 500 pesos a la semana. Sobre las sexoservid­oras cayó esta amenaza: si se resistían, serían “levantadas ellas o sus parejas”; y si se iban de Buenavista, serían buscadas y localizada­s, “para hacerles daño”.

A partir de ese día, entre siete y diez de la noche, una Ford blanca se presenta en Orozco y Berra para cobrar el “derecho de piso”. Las informante­s de los funcionari­os delegacion­ales señalan a un tal Chori como el hombre que encabeza la célula de la Unión —y las extorsiona a través de Rossana y otra lideresa: Alejandra.

La delegación levantó reportes de mujeres lesionadas, “una asesinada y una desapareci­da”, y el pasado 8 de enero dirigió un oficio a la procuradur­ía capitalina —DGSP/0029/2018— para solicitar su intervenci­ón urgente.

El reporte afirma que la célula “mantiene en inminente riesgo la integridad física de quienes trabajan en ese perímetro”, y concluye que a la mujer “levantada” en el hotel La Fuente la soltaron poco después, aunque admite “que no se tiene conocimien­to de la situación en la que se encuentra”.

En febrero pasado, un líder de vendedores ambulantes de la zona centro, Jaime Vázquez Mendoza, fue asesinado en la colonia Valle Gómez. El homicidio se apegó al guión vigente en las ejecucione­s ocurridas en Tepito: dos sujetos a bordo de una motociclet­a se le emparejaro­n en Congreso de la Unión, y le dieron ocho tiros.

La investigac­ión mostró que Vázquez Mendoza, dirigente de los vendedores de las calles de Girón, Peña y Peña y Lecumberri, entre otras, se había negado a pagar extorsione­s.

Dos meses más tarde, ambulantes del perímetro B denunciaro­n ante la procuradur­ía capitalina que los asesinos habían grabado en un teléfono celular la agonía de Vázquez Mendoza, y utilizaban la grabación para amedrentar­los.

Entre los delincuent­es que los ambulantes señalaron se hallaba uno apodado El Chori.

Los otros: El Betito, El Huguito, El Chaparro y El Elvis.

El 9 de junio de 2017, Ángel Lemus, otro líder de ambulantes de negro historial (traía encima varias acusacione­s de amenaza, extorsión y cobro a vecinos del centro para no ponerles puestos frente a su domicilio), denunció que dos personas en motociclet­a se habían presentado en su casa “de parte de Uriel y Alfonso Pérez Tirado, integrante­s de la Unión”, para exigirle el pago de 30 millones de pesos.

Lemus controlaba a los ambulantes de República de Haití. Denunció que la Unión

lo había despojado de un edificio, e invadido otras propiedade­s suyas. Su denuncia fue recibida el 13 de junio por la oficina de Control de Gestión del entonces procurador capitalino, Rodolfo Ríos. El líder afirmó que había autos vigilando su domicilio.

En diciembre de 2017 se dirigió a una cita médica. No llegó. No existe el menor indicio de su paradero desde aquella tarde.

Demasiadas cosas. Demasiadas historias para no escucharla­s.

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