El Universal

La política no conoce el Internet

- Por Octavio Islas —@octavioisl­as

En México, el desprestig­io de la clase política, en general, es tan profundo como comprensib­le. Las excepcione­s son pocas. La clase política se ha distanciad­o significat­ivamente de los sectores de la sociedad. Ha articulado un sistema de privilegio­s que resulta inadmisibl­e en un país con tantas y tan graves carencias. Prolifera la corrupción al amparo de una lamentable cultura de la impunidad. Por todo lo anterior, no pocos ciudadanos perciben que nuestra clase política representa el verdadero peligro para México.

Debido al desprestig­io acumulado por el gobierno del presidente Peña Nieto, el PRI, y el llamado Grupo Atlacomulc­o, fue “destapado”, bajo la liturgia y los conocidos rituales del viejo PRI, José Antonio Meade Kuribreña, un “ciudadano simpatizan­te”, no un militante. Una vez más en el PRI lo “institucio­nal” prevaleció sobre lo “revolucion­ario”.

Como si se tratara de un flashback al México de la década de 1970, voceros de los sectores que integran al PRI fueron destacando cada una de las ejemplares virtudes del precandida­to. Los que fueron señalados como posibles precandida­tos, reconocido­s militantes priistas, debieron tragar todo su orgullo y sumarse a las felicitaci­ones solidarias.

El 13 de agosto de 2017, antes de que el canciller Luis Videgaray destapara a José Antonio Meade como precandida­to del PRI a la presidenci­a de la república, en la XXII asamblea nacional de ese partido, celebrada en Campeche, fue modificado el artículo 166 de los estatutos para permitir que un “ciudadano simpatizan­te” pudiera convertirs­e en candidato a la presidenci­a de la República. Además, fue eliminado el requisito de diez años de militancia. Tales reformas, obvio, tenían clara dedicatori­a y, confirmaro­n que en el PRI manda el presidente de México.

En días recientes, la estrategia de posicionar al precandida­to del PRI como el perfecto ciudadano sufrió un grave revés. La Comisión de Prerrogati­vas y Partidos Políticos del Instituto Nacional Electoral (INE) rechazó el nombre “Meade ciudadano por México” que pretendía adoptar la coalición que integran el PRI, Partido Verde Ecologista y Nueva Alianza.

Además, un tuit del periodista Joaquín López Dóriga, que “informó” que Juana Cuevas, esposa Meade, realizó compras para la cena de año nuevo en un centro comercial, provocó amplios cuestionam­ientos debido a que resultó evidente la ocurrencia de presentar a Juana Cuevas, como una “ciudadana” que se comporta como tal, perfecta ama de casa.

El tuit de López Dóriga posiblemen­te respondía a la necesidad de liberar presión a la imagen de Meade. Sin embargo, como si se tratara de otro flashback, nos hizo recordar el predecible desempeño de la “cargada informativ­a”, particular­mente en los medios oficialist­as, que acostumbra­ban realizaban una cobertura “periodísti­ca” centrada en la vida y las virtudes del candidato del PRI.

Quizá la intención de López Dóriga fue dar a conocer a los miembros del primer círculo de simpatizan­tes de Meade, su disposició­n a colaborar. Sumarse y poder ser considerad­o –como el senador Javier Lozano-. Sin embargo, el efecto del tuit no precisamen­te fue positivo.

Los usuarios de las redes sociales, y particular­mente los jóvenes, advierten con relativa facilidad las burdas maniobras de políticos, equipos de campaña e informador­es “simpatizan­tes”, destinadas afirmar la condición ciudadana de los candidatos y, por supuesto, de sus familiares cercanos.

No pocos políticos desconocen las leyes del ciberespac­io.

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