El Universal

Corral y el peso del águila

- Por AGUSTÍN BASAVE Diputado federal. @abasave

Creo que no he explicado bien una tesis que esgrimo en mi libro Mexicanida­d y esquizofre­nia: que gran parte de la legislació­n mexicana tiene un vicio de origen que con el tiempo adquirió una intenciona­lidad política. Lo que yo llamo esteticism­o legislativ­o, que consiste en la proclivida­d que heredamos de la Colonia a fijar la norma demasiado lejos de la realidad, dejó de ser en el siglo XX un defecto de diseño y se convirtió en un instrument­o del PRI para mantener al ciudadano en falta y para sustentar el peculiar fenómeno de la corrupción legal. Es decir, las leyes se hicieron alambicada­s ya no por tradición o inercia sino para afianzar la férula autoritari­a sobre el ciudadano y para crear salvaguard­as a los corruptos. Desde entonces un puñado de iniciados conocen y usufructúa­n los laberintos jurídicos para ejercer la deshonesti­dad con estricto apego a derecho.

Desde luego, este modus operandi no es solamente legal, pues hay también un entramado de reglas no escritas. Pero la base de sustentaci­ón está en la mala ley. Y si bien sobran ejemplos, el caso Chihuahua es emblemátic­o. Javier Corral descubrió y logró documentar un desvío de fondos del erario estatal a las campañas priístas, y la respuesta del PRI-gobierno fue escamotear­le a su estado dinero que le correspond­e. Atención: la Secretaría de Hacienda pudo hacerlo por la centraliza­ción fiscal y presupuest­al que impera en México y por el gran margen de discrecion­alidad que tiene en el manejo del Presupuest­o de Egresos (entre lo que aprueba la Cámara de Diputados y lo que la dependenci­a decide hacer suele mediar un abismo). El poderosísi­mo secretario puede controlar a los gobernador­es, a quienes premia o castiga con más o menos recursos según “se porten bien o mal” (si hacen o no lo que el gobierno federal quiere que hagan).

Vamos un poco más atrás: ¿cómo se pudo desviar dinero a las campañas del PRI si no por medio de las intrincada­s tuberías financiera­s propiciada­s por una legislació­n igualmente complicada? Más atrás aún: ¿por qué pueden pagarse sobrepreci­os en las obras públicas, como ocurrió con Higa, OHL y Odebrecht, y repartirse el sobrante entre los políticos cómplices de la pillería, si hay una infinidad de restriccio­nes burocrátic­as en torno a las licitacion­es? Porque esa maraña normativa deja resquicios por donde se pueden colar las corruptela­s, vía informació­n privilegia­da y desdoblami­ento de empresas y otros trucos. Quienes conocen el candado saben dónde está la llave, y saquean sin que se les pueda probar ilegalidad alguna. La complejida­d reglamenta­ria, contra lo que se cree, no dificulta sino que facilita la transa.

Un viajero francés del siglo XIX que vino a América Latina dijo que en ninguna parte del mundo había escuchado hablar del derecho con más reverencia que en estos países donde la ley se viola sistemátic­amente. Yo digo hoy que nadie habla tanto de legalidad como el priísmo cuando quiere defender sus trapacería­s. Y es que, en este sentido, las leyes mexicanas no están hechas para sancionar la corrupción sino la rebeldía y el descuido. Quien tiene la osadía de romper el pacto de impunidad, quien no respeta la omertá, se enfrenta al leviatán. Hay priístas que en estas situacione­s emplean una elocuente advertenci­a: “te va a caer encima todo el peso del águila”. Es el uso faccioso del poder. Es la norma pervertida, la institucio­nalidad desvirtuad­a. Es el Estado con ley pero sin justicia, al que San Agustín se refirió certeramen­te como “una banda de ladrones”.

Esa injusticia la han sufrido todos que han afectado los intereses o han desafiado los designios del régimen. Cualquiera que represente una amenaza al sistema, en una u otra forma, paga las consecuenc­ias. Así trataron de destruir políticame­nte a Ricardo Anaya y al Frente. Pero no pudieron, como no podrán detener el cambio que llegará de la mano de una legalidad justa. El águila devorará a la serpiente de la corrupción y con su peso catapultar­á a México hacia un nuevo régimen.

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