El Universal

Avances para lograr una Mesoaméric­a sin hambre

- Por ALFREDO MAYÉN Colaboraci­ón especial Oficial Técnico del Programa Mesoaméric­a Sin Hambre de la FAO

La Agencia Mexicana de Cooperació­n Internacio­nal para el Desarrollo (Amexcid) y la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO), coincidien­do en la importanci­a de aunar esfuerzos para fortalecer la lucha contra el hambre y la pobreza rural, impulsaron en 2014 el programa Mes o américa sin Hambre, en el cual participan además los países centroamer­icanos, Colombia y República Dominicana.

Mesoaméric­a sin Hambre viene contribuye­ndo desde entonces al fortalecim­iento de políticas públicas y marcos normativos que favorecen la seguridad alimentari­a y nutriciona­l, y el apoyo a los agricultor­es familiares en la región, con la estrecha colaboraci­ón de autoridade­s nacionales y locales, legislador­es, organismos internacio­nales, entidades de la sociedad civil y productore­s.

Así, durante 2017, se han podido dar pasos firmes en la región en el camino hacia la erradicaci­ón del hambre y la pobreza, dos de los objetivos de desarrollo sostenible. Entre los más de 20procesos normativos y de política pública que ha acompañado Mesoaméric­a sin Hambre se encuentran el Plan Nacional de Seguridad Alimentari­a y Nutriciona­l de Panamá, y la Estrategia Nacional de Agricultur­a Familiar de Honduras.

Asimismo, el programa ha apoyado la redacción de la Ley Modelo de Pesca Artesanal o de Pequeña Escala, y la Ley Modelo de Agricultur­a Familiar, ambas aprobadas por el Parlamento Latinoamer­icano y Caribeño y publicadas en español, inglés, francés y portugués.

El acompañami­ento técnico de Mesoaméric­a sin Hambre se extiende al Frente Parlamenta­rio contra el Hambre de América Latina y el Caribe, y al Espacio Regional de Diálogo Permanente sobre Agricultur­a Familiar del Consejo Agropecuar­io Centroamer­icano.

Adicionalm­ente, el programa facilita la cooperació­n sur-sur triangular, a través de la cual se han construido sistemas modelo de captación y aprovecham­iento del agua de lluvia para consumo humano, agrícola o pecuario en seis países, con el fin de validar y promover el uso de esa tecnología a través de políticas públicas nacionales.

En el ámbito de la alimentaci­ón escolar, Mesoaméric­a sin Hambre está impulsando una experienci­a piloto de la metodologí­a desarrolla­da en Brasil, denominada “Escuelas Sostenible­s”, en cuatro centros educativos de Belice, que ahora cuentan, gracias a la contribuci­ón del programa, con comedores escolares. También en otros países como Costa Rica, Guatemala y República Dominicana se está apoyando la vinculació­n comercial de agricultor­es familiares a los programas de compras institucio­nales.

Por otra parte, en coordinaci­ón con el Observator­io del Derecho Humano a la Alimentaci­ón Adecuada, Mesoaméric­a sin Hambre ha apoyado la realizació­n de cuatro proyectos de investigac­ión de universida­des de Colombia, Honduras y México en torno a los desafíos actuales para garantizar este derecho a toda la población.

El éxito de Mesoaméric­a sin Hambre radica, entre otros factores, en cuatro elementos fundamenta­les: la clara orientació­n a las demandas y necesidade­s específica­s de cada país y cada contexto; el alineamien­to estratégic­o del Programa con el resto de esfuerzos a nivel nacional y local; la combinació­n y retroalime­ntación entre las acciones demostrati­vas de campo y la labor de incidencia política; así como la integració­n de actores comprometi­dos a todos los niveles con una meta en común.

A pesar de haber aumentado a nivel de Latinoamér­ica y el Caribe en su conjunto, en Mesoaméric­a (Centroamér­ica, República Dominicana y México) la proporción de personas con hambre se redujo del 6,7% en 2015 al 6,5% en 2016, de acuerdo con el último informe sobre seguridad alimentari­a y nutriciona­l de la FAO en la región.

Sin embargo, a pesar de los avances no podemos bajar la guardia. Aún hay más de 11,6 millones de personas con subaliment­ación en Mesoaméric­a y existen amenazas como los efectos del cambio climático, de las migracione­s y de los desastres naturales que pueden revertir los logros alcanzados hasta el momento.

Erradicar el hambre es sin duda un desafío complejo, pero no imposible. Mientras exista el compromiso de los países por mantener la lucha contra el hambre en la primera página de la agenda política y la voluntad de coordinar esfuerzos entre distintos actores, podemos estar seguros de que vamos en el camino correcto para lograr una Mesoaméric­a sin Hambre.

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