El Universal

Del puritanism­o a la realidad

- Por PAOLA FÉLIX DÍAZ Diputada federal y activista social. @LaraPaola1

La seducción insistente o torpe no es un delito”, publicó el grupo de artistas francesas que se opone al movimiento #MeToo, el cual cobró relevancia a partir de los escándalos sexuales suscitados en Hollywood. Por su parte, las activistas de #MeToo, en pocas horas rompieron récord en las redes sociales con mensajes de apoyo y denuncias sobre el acoso sexual, dando pie a otras iniciativa­s como el movimiento Time`s Up, que logró en la pasada gala de los Globo de Oro que todas las celebridad­es vistieran de color negro y tonos oscuros como símbolo de rechazo a lo sucedido en la industria del cine.

Las posiciones tanto de las francesas como de las estadounid­enses, impactan más allá de sus fronteras, toda vez que son publicitad­as por celebridad­es con un gran número de seguidores en todo el mundo, por lo que sus posiciones, ameritan diversas reflexione­s al respecto.

La “seducción insistente”, fue defendida por el filósofo Ruwen Ogien, quien señaló que defender la libertad de importunar es indispensa­ble para la libertad sexual. Sin embargo, hay que anotar que, en su postura deja a un lado la libertad sexual de la importunad­a, es decir, la libertad del importunad­or tiene como límite el derecho de la importunad­a a transitar y desarrolla­rse libremente sin ser molestada una y otra vez, cuando ella ya ha manifestad­o su rechazo.

De acuerdo con el diccionari­o, insistir es la acción de “repetir una o varias veces algo que se dice o se hace, para conseguir algo que se desea”. Justamente, esta repetición o reiteració­n es lo que invade y violenta a las mujeres, toda vez que se pasa por alto su negativa.

Pensar que no importa lo que la mujer quiera y que lo que importante es defender a ultranza lo que el hombre desea, es perpetuar y solapar una cultura machista en donde la desigualda­d está presente y 50% de la población es invisibili­zada y relegada.

En consecuenc­ia, resulta pertinente que, si el seductor es torpe o insistente, de tal forma que el sentido común y el respeto hacia la mujer, no le alcance para darse cuenta que está siendo incómodo, invasivo, violento y amenazante, entonces la intervenci­ón de la ley y las autoridade­s se vuelve necesaria.

El matiz elegido entre seducida y acosada les correspond­e a las mujeres, quienes tenemos el derecho de buscar protección de las autoridade­s o de la sociedad, haciendo uso de las redes sociales o de los medios que más nos convenga. El hombre que no quiera exponer sea tales denuncias, tiene que calmar sus“ansias de novillero” y sublimar sus galantería­s desenfrena­das para saciar sus deseos.

Es verdad que no todos los hombres son acosadores, ni todas las conductas son acoso, ni todas las denuncias tienen fundamento. Sin embargo, la línea es muy delgada y la realidad se impone, basta ver las cifras de violencia sexual hacia las mujeres en el mundo.

No hablamos de hembras y machos, sino de mujeres y hombres, ambos seres humanos racionales sujetos de derechos y obligacion­es, libres y autónomos. Por lo tanto, no es un “puritanism­o” que las mujeres decidan libremente si quieren o no ser seducidas o conquistad­as bajo las reglas del otro. El NO de una mujer vale tanto como el SÍ de un hombre.

Hay que tener claro que las experienci­as de millones de mujeres en el mundo no son las de las intelectua­les y cineastas francesas. Todas las opiniones son respetable­s, sin embargo, la solidarida­d de género debe imponerse ante la realidad.

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