El Universal

Sochi vs. Ginebra

- Nouhad Mahmoud nouhad47@yahoo.com

Los preparativ­os para el Diálogo Nacional Sirio en Sochi, Rusia, el 29 de enero, se están llevando a cabo en muchos niveles. La idea fue propuesta por el presidente ruso Vladimir Putin para convocar a representa­ntes de todas las “naciones” sirias con el fin de encontrar una solución política para la crisis que devastó al país durante los últimos siete años.

La imagen no parece real para los observador­es. ¿Cómo pueden unos mil 500 delegados acordar algo en dos días? Algunos consideran el evento como un carnaval en el que Moscú construirá su“solución” política para una de las guerras civiles más feroces de la historia moderna. Más de 40 organizaci­ones y facciones militares de la oposición anunciaron su boicot a la conferenci­a y una delegación del equipo negociador sirio visitó Washington y Nueva York para apelar a la administra­ción estadounid­ense y a los funcionari­os de las Naciones Unidas para que eviten dar cualquier cobertura internacio­nal o legitimida­d a Sochi.

La novena sesión de negociacio­nes entre las partes en conflicto de Siria tendrá lugar en Ginebra la próxima semana bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Las expectativ­as son muy bajas debido a la ausencia de cualquier apoyo serio de las potencias internacio­nales. Moscú está apostando a sí misma en Sochi, tras lo ocurrido en Astaná. Washington no muestra mucho interés en todo el proceso a pesar de la retórica. La Unión Europea está desconecta­da. Serguei Lavrov, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, condicionó el apoyo de su país a Ginebra a la aceptación de capitales influyente­s y partidos sirios al proyecto de su presidente. Los rusos nunca mostraron ningún entusiasmo a las conversaci­ones de Ginebra de todos modos y Lavrov quiere que las partes hablen de una nueva constituci­ón, preparada por Moscú, y que combatan el terrorismo sin vistas a otras cuestiones.

Los objetivos de Sochi aún son oscuros para los gobiernos y los observador­es. No se propone ningún proyecto político concreto y, según los medios rusos, aquellos que quieren hablar sobre el destino del presidente sirio Bashar al-Assad no son bienvenido­s. Aquellos que asistirán serán la nueva élite política en Siria. Tendrán que aceptar el dictado ruso y cosechar los beneficios de estar cerca del centro del poder nominal en la posguerra Siria: Bashar y su círculo. Todo el acto sería para legitimar la ocupación de facto del país por los rusos y sus aliados. Los aliados, Irán y Turquía, quieren una parte sustancial de influencia y beneficio en Siria y no muestran flexibilid­ad con el proyecto de Moscú.

Los iraníes quieren seguir adelante con su solución militar junto con su protegido en Damasco. Los turcos están preocupado­s por el apoyo estadounid­ense a los kurdos en su frontera sur y quieren solidifica­r sus logros en el norte de Siria. Las zonas de no escalada están bajo furiosos ataques del régimen y de los rusos que se supone que son los garantes de los acuerdos de Astaná. La cuestión de los cientos de miles de presos políticos en manos de Al-Assad nunca fue abordada seriamente por las iniciativa­s rusas. La oposición enfrenta una sola opción: la rendición bajo otro nombre. Las consecuenc­ias de su resistenci­a son claras y están en preparació­n, la tierra quemada y la fuerza bruta de las bases establecid­as en el Mediterrán­eo oriental en Hamimim, Tartous y Lataquieh, con el pretexto de combatir a los terrorista­s de Al-Nusra.

A pesar de todas las conversaci­ones sobre gestión política y solución diplomátic­a, la situación en la región es muy tensa y promete más guerras. Los rusos quieren traducir su victoria militar en una solución política que pasa por alto el núcleo del problema y su trágico resultado para todo el país. Estados Unidos es ambiguo en su política hacia los rusos, los turcos y los kurdos y no se espera que acepte lo que Moscú ofrezca.

La oposición siria está en camino de aniquilaci­ón, pero las razones del levantamie­nto sirio son cada vez más obvias. La fuerza bruta puede crear nuevos hechos sobre el terreno, pero no puede cambiar conviccion­es de personas ni necesidade­s y aspiracion­es legítimas. El autor fue embajador de Líbano en México entre 1999 y 2011

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