Las piernas rusas que enamoraron a México
A 99 años de la primera visita de Anna Pavlowa a la Ciudad de México, EL UNIVERSAL recuerda las actuaciones de la bailarina rusa y la presentación de su Fantasía Mexicana
Anna Pavlowa, la gran bailarina rusa, llegó a México un año después de estallada la Revolución de Octubre. Salió de su país en 1907 y nunca regresó. Viajó por todo el mundo y quedó consagrada como una de las intérpretes más grandes de la historia.
“Mística integral, melómano alfiler sin fe de erratas, que yendo de puntillas por el globo las libélulas atas y desatas”, escribió el poeta Ramón López Velarde.
Anna Pavlowa nació en 1881 en San Petersburgo. A los 10 años ingresó a la Escuela Imperial de Danza. A los 16 obtuvo el rango de Primera Bailarina en el Teatro Marinsky. Bailó para la corte zarista y en 1910 debutó en la Ópera de París.
En diciembre de 1918, el Teatro Arbeu de la Ciudad de México anunció que Anna Pavlowa se presentaría el mes siguiente. La noticia fue recibida en medio del júbilo mundial por el fin de la Primera Guerra Mundial.
Antes de embarcarse en el vapor “Esperanza”, en La Habana, la rusa envió un telegrama de saludo al presidente Venustiano Carranza; manifestó en él su emoción por llegar a territorio nacional. Si en Rusia la Revolución apenas empezaba, en México ya había dado una Constitución. Pavlowa llegó el sábado 18 de enero de 1919, tres días después de que se tenía contemplado su debut.
El 22 de enero de 1919, EL UNIVERSAL publicó en primera plana la entrevista que el reportero Xavier Sorondo realizó a la rusa. “El pájaro de fuego”, la llamó. Uno de los temas que tocó fue el de su compañía de danza. Sabedora del talento que poseía, Pavlowa tuvo la generosidad de compartirlo con los jóvenes bailarines del mundo. Años después, Hilda Moreno, única mexicana de la compañía, recordó que la directora trataba a sus alumnos como a sus verdaderos hijos. Anna Pavlowa nunca fue madre. “Piernas / en que exodia / la Misericordia / en la derecha / y se inicia / en la otra la Justicia”, dijo López Velarde en su poema.
La bailarina confió a Sorondo su inquietud por presentarse en México. “Teme modestamente que su espectáculo no maraville como siempre lo ha hecho. Mientras debuta, asiste de incógnito a los teatros para examinar la psicología del espectador”.
Así describió el repórter la fisionomía de la entrevistada: “Su cuerpo es grácil y quebradizo. En sus caras de pómulos marcados arden los ojos negros con fosforescencias rápidas. Todo ella es ágil, ligera, saltarina. Sus manos, extremadamente pequeña y delgada, muestra inquieta un bastoncito fino, comprado aquí. Y en la sonrisa, en la voz, en el gesto, en la sobriedad elegante del traje, en la usencia de joyas, se adivina a la dama acostumbrada a vivir en un ambiente de refinamiento moderno”.
El 25 de enero el público mexicano conoció a la Pavlowa. Los abonos del Arbeu iban de los dos pesos en galería general a 65 en plateas y palcos primeros, la luneta costaba 10. Para tener una idea de su costo, en esos años se podían encontrar rentas de departamentos en 50 pesos.
La música fue dulce, la escenografía imperial. Xavier de Brandomin hizo la crónica de la función. “Anna Pavlowa tiene una perfecta asimilación del espíritu de la música que interpreta. En cada paso, en cada actitud, su hierático, sus manos y brazos largos y delgados, su pierna fina y musculada, son la representación del sentido oculto de la frase musical”.
Lo que Brandomin dijo en la prosa, López Velarde lo cantó en la poesía. A la muerte del jerezano, fueron publicados los versos que le compuso a la bailarina. “Piernas de rana/ de ondina/ y de aldeana; / en su vocabulario/ se fascina/ la caravana. Piernas/ en las cuales/ danza la Teología/ funerales/ y epifanía”.
David Alfaro Siqueiros ilustró dos portadas de EL UNIVERSAL ILUSTRADO con la figura de la bailarina. Rafael López,director del semanario, también compuso un poema a ella.
Las primeras presentaciones de la Gran Compañía de Bailes Clásicos Anna Pavlowa tuvieron poco aforo. En parte por lo alto de los precios y en otra por desinterés del respetable. Pero esto cambió después de que fue presentada “La Bella Durmiente del Bosque”. Si por si sola la Compañía era imponente en el escenario, la música de Piotr Ilich Tchaikovski hizo de las funciones algo sublime. La música del gran compositor ruso estaba de moda. A partir de ese día las presentaciones estuvieron abarrotadas. En su siguiente actuación, en el Teatro Ideal fue montada “La muerte del cisne”, uno de los números que la hicieron famosa.
En la primera semana de su estancia, la genial rusa visitó esta casa editorial. Después fue al bosque de Chapultepec y al Museo Nacional.
La apoteosis de aquella visita ocurrió el domingo 23 de marzo cuando Anna Pavlowa bailó “Amarilla” y “Thais” ante 16 mil personas en la plaza El Toreo de la Condesa. Para aquella tarde se vendieron en tres pesos los asientos de sombra, y en 75 centavos los de sol; lo más caro era la luneta, cuatro pesos. En el éxtasis de la gente, Pavlowa apareció vestida de china poblana para ejecutar su creación: una “Fantasía Mexicana”. Fue la locura cuando bailó el jarabe tapatío.
Esta fue la despedida de Pavlowa. Antes de irse prometió que volvería al siguiente año. Pero fue hasta 1925 que cumplió su promesa. Durante esta visita expresó a EL ILUSTRADO su desdén por la música de moda, el charlestón y el fox-trot. “No tienen nada de artístico”, se quejó.
En ambas ocasiones, se presentó en los teatros Ideal, Arbeu y la Plaza de toros El Toreo. Ninguno de estos establecimientos existe actualmente.
Anna Pavlowa murió el 23 de enero de 1931 en un hotel de La Haya, Países Bajos, a los 49 años, víctima de las bajas temperaturas.
Otra vez, Ramón López Velarde tuvo las palabras exactas: “¡Te fuiste con mi rapto y con mi arrobo,/ agitando las ánimas eternas/ en los modismos de tus piernas!”. www.eluniversal.com.mx Lee el texto completo en la web.