Las armas nucleares tienen permiso
Sigilosamente, el lenguaje nuclear se empieza a normalizar. Esta semana, por ejemplo, se publicó una estrategia redactada por el Pentágono mediante la que se podría permitir el uso de armas nucleares como respuesta ante ataques considerados devastadores, pero no nucleares, lo que incluye ciertos tipos de ciberataques. Lo relevante es que, por primera vez en mucho tiempo, se está considerando una respuesta de esas proporciones ante un ataque no nuclear. Estos mismos días hubo dos alertas falsas de misiles balísticos, una en Hawái otra en Japón, causando importantes niveles de histeria entre las poblaciones de esos sitios. Y justo cuando este tipo de notas se empieza a normalizar nos tenemos que preguntar cómo es que transitamos desde los días en que se hablaba de desarme hasta los actuales. Hay muchos elementos que lo explican.
El factor Trump, por supuesto, está a la vista. En su visión, varios países deberían desarrollar su poderío atómico para autoprotegerse pues Washington no puede ir a la defensa de cada uno de sus aliados, mucho menos cuando la ganancia que sacaría EU de esa defensa, para él, no es clara. Así lo expresó durante su campaña. Posteriormente, gracias a sus tuits y a sus declaraciones, nos hemos ido enterando de que él no dudaría en emplear ese armamento para atacar a enemigos como Corea del Norte. Es decir, pareciera que para Trump, las armas nucleares no son ya una herramienta para disuadir a rivales, sino un instrumento que sí es utilizable en una confrontación. Hay quienes sostienen que esas amenazas son solo estrategias del presidente para ejercer una presión. Pero si esto es así, podría llegar el punto en el que su propio lenguaje sea el que lo acorrale y le orille a cumplir para no perder credibilidad.
Más allá de Trump, sin embargo, hay otros elementos de largo plazo. Señalo algunos: (1) El repliegue relativo de EU como poder global que inicia desde tiempo antes del actual presidente va a ser percibido, en ciertas regiones, como vacíos, lo que incentiva a algunos actores a adoptar posiciones más agresivas en sus zonas; (2) Aunado a ello están las dinámicas propias de las otras dos superpotencias, China y Rusia, que se vienen construyendo de tiempo atrás. Así, al reproducirse los espacios y momentos de potencial conflicto entre Moscú y Beijing con EU (incluido por supuesto el ciberespacio), en esa medida se empieza a favorecer un entorno en el que lo nuclear regresa ala mesa de alternativas; y (3) La proliferación atómica en cuanto a otros conflictos y espacios como India-Pakistán, Israel-Irán o Corea del Norte, podría terminar por favorecer el que otros actores, que se sienten amenazados, opten por ingresar a esa carrera.
Estas dinámicas no ocurren de la noche a la mañana, pero hay un punto en el que el lenguaje acerca del uso de este tipo de armamento se empieza a normalizar. Pareciera que la posibilidad de repetir Hiroshima y Nagasaki está de nuevo sobre la mesa. Salvo que, en la actualidad, la capacidad destructiva del arsenal existente es muy superior a la de 1945. Pausar y reflexionar sobre lo que implican ya no solo los tuits, sino la posibilidad de una represalia masiva y desproporcionada a raíz de algo como un ciberataque, debería hacer que, en lugar de incluir estos temas y su análisis como notas comunes, llamemos la atención al respecto y recuperemos la relevancia de elevar el tema de la no proliferación nuclear en la agenda global.