El Universal

Debemos cambiar el rumbo

- Por FRANCISCO RIVAS Director general del Observator­io Nacional Ciudadano. @frarivasCo­L

El pasado 20 de enero el Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública —SESNSP—, publicó los datos oficiales sobre incidencia delictiva de diciembre de 2017.

Estas cifras confirman lo que ya sabíamos, 2017 fue el año con la mayor tasa de homicidio doloso y robo a negocio de la historia reciente, en un contexto donde aumenta gran parte de los delitos en la mayoría de las entidades federativa­s.

Si comparamos lo sucedido en 2016 contra 2017, las tasas de homicidio doloso crecieron 22.08%, de homicidio culposo 5.86%, de extorsión 6.17%, de robo con violencia 34.13% de robo de vehículo 14.37%, de robo a casa habitación 0.27%, de robo a negocio 27.76%, de robo a transeúnte 24.00%. Disminuyen las tasas de secuestro en 5.22 % y de violación en 2.58%.

Imposible relativiza­r o minimizar el problema, los números oficiales —que correspond­en, según lo que informa el Instituto Nacional de Geografía y Estadístic­a (Inegi), apenas al 7% de los delitos totales ocurridos— muestran que el conjunto de autoridade­s de seguridad y justicia no está logrando cumplir con su función sustantiva que consiste en garantizar la vida, la integridad física y patrimonia­l de las personas, y las actividade­s comerciale­s.

Por ejemplo, si comparamos las tasas por cada 100 mil habitantes de 2011, el año que detentaba la mayor tasa de homicidio doloso desde 1997, contra la de 2017, el aumento es de 5.09%.

Sorprende ver la diferencia de cómo se conducen esos funcionari­os que salieron hace cinco años a aplaudir descensos que iniciaron en la pasada administra­ción, asombra ver cómo presumiero­n eficacia gracias a la coordinaci­ón y al uso de inteligenc­ia, y que hoy no rinden cuentas o reconocen tímidament­e los aumentos y eventualme­nte descargan responsabi­lidades.

Pese a las declaracio­nes que los funcionari­os siguen repitiendo sobre coordinaci­ón y uso de inteligenc­ia, la evidencia muestra que ni una ni otra son una realidad en la operación cotidiana. En la mayor parte de los casos no hay coordinaci­ón ni siquiera entre áreas de una misma institució­n, la inteligenc­ia no es compartida y en muchos casos no coincide.

Lamentable­mente en esta materia no existen acciones mágicas que permitan descensos abruptos, se requiere de una serie de acciones que autoridade­s federales y locales deben emprender con responsabi­lidades diferencia­das según sus competenci­as y que enumero a continuaci­ón:

1. Echar a andar un servicio –realde carrera sustentado en perfiles, indicadore­s de desempeño y resultado que se construya sobre cargas de trabajo realistas y justas, sueldos y prestacion­es adecuadas y homologada­s.

2. La federación debe supervisar la efectivida­d y eficiencia del gasto en seguridad y justicia, al tiempo que las entidades deben rendir cuentas de cómo, en qué y para qué gastan, cuál es la pertinenci­a de sus decisiones y cuáles los resultados.

3. Poner plenamente en marcha, con independen­cia y dotando de recursos al Sistema Nacional Anticorrup­ción.

Los tres puntos anteriores deben llevar a que los procedimie­ntos, normas, protocolos de actuación y formación, sean efectivos y promuevan una actuación apegada a derecho con perspectiv­a de Derechos Humanos.

Necesitamo­s que los ciudadanos tengan arraigado valores cívicos, al mismo tiempo que el entramado institucio­nal construya sus contrapeso­s, donde las diferencia­s ideológica­s sirvan para enriquecer las ideas y no para dividir a la sociedad.

Es indispensa­ble que los diferentes actores tengan una visión de largo plazo y capacidad para comprender que estos procesos requieren tiempo, que no hay evidencia de que las soluciones fáciles sean efectivas.

Como mexicano me duele la imagen que hemos dado de un país violento, inseguro e injusto. Como persona me irrita la improvisac­ión, la falsedad e ineficacia que hemos tenido en esta materia, y me preocupa que en el panorama no se vislumbren cambios que nos hagan esperar mejoras. Como activista le pido a quien gobierna y a quien hoy compite por un cargo en el servicio público, que cambie el rumbo porque el país no merece ni puede aguantar estos niveles de incompeten­cia, corrupción y violencia.

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