El Universal

JAVIER DUARTE JUEGA CARTAS ENTRE OLOR A MARIHUANA

Lejos de la aparatosa seguridad que lo protegía en sus mejores épocas, el ex gobernador de Veracruz se entretiene jugando solitario en una celda aislada del Reclusorio Norte, donde se le sigue proceso

- DIANA LASTIRI —justiciays­ociedad@eluniversa­l.com.mx

El olor a marihuana invade la nariz al pie de las escaleras que llevan al área de ingresos del Reclusorio Preventivo Varonil Norte, el lugar que sustituyó los lujos con los que el ex gobernador de Veracruz Javier Duarte de Ochoa acostumbra­ba vivir.

En el reducido pasillo, Duarte juega a las cartas con el único imputado con el que ha querido convivir, Xueliang Huang, quien con trabajos habla español y regularmen­te sólo le responde sonriente con un “sí”.

El despliegue de recursos y personal con el que se manejó en el estado de Veracruz entre el 1 de diciembre de 2010 y el 12 de octubre de 2016, etapa en la que encabezó el gobierno de la entidad, se reduce a una celda apenas un poco más grande que una cama matrimonia­l.

El ex mandatario lleva el uniforme beige de los internos, pero en las tardes en las que la temperatur­a sube en el reclusorio permanece únicamente con pantalón y camiseta blanca sin mangas, la cual deja ver que mantiene su robusta figura y su habitual tono pálido de piel.

Duarte mantiene un look despreocup­ado, no así mantiene su copete al estilo hipster que deja ver sus sienes, cada vez más pronunciad­as en un hombre que nació el 19 de septiembre de 1973 en el puerto de Veracruz.

Cartas francesas. Tras una reja de barrotes reforzados se encuentra el pasillo que conduce a las cuatro celdas de los imputados que, como Duarte, están en proceso de ingreso. El espacio es reducido, apenas lo suficiente para colocar una mesa de plástico, un par de sillas y dejar el paso para ir a la última celda.

Esta tarde de enero, Javier Duarte de Ochoa preside la mesa que regularmen­te usa para los juegos que comparte con Xueliang Huang, hombre de origen chino que mide aproximada­mente 1.55 metros, es delgado y apenas sabe hablar un poco de español.

La distribuci­ón de las cartas en la mesa hacen ver que juega solitario y confirma que la presencia del acompañant­e de Duarte es sólo para ratificar su juego con monosílabo­s y acompañar con una que otra sonrisa al veracruzan­o.

Desde que llegó al reclusorio Duarte no ha querido convivir con ningún otro imputado, excepto con Huang.

Cuando éste se sienta a un lado de Duarte para emprender la partida de cartas parece un niño pequeño. Paciente, el ex gobernador le explica el juego, la tirada de carta de su baraja francesa, que está puesta por completo en la mesa.

Ambos ríen porque Huang no entiende mucho de lo que Duarte le dice y a todo responde que sí, con sus ojos rasgados y esa señal oriental de mover la cabeza hacia abajo como reverencia y respeto que le confirma al ex gobernador que lo hecho a cada movimiento está bien.

El área de ingresos es donde viven los imputados que no pueden ser mezclados con el resto de la población del reclusorio porque no se les ha juzgado; allí está otra sección designada para aquellos que, por seguridad, deben permanecer aislados. Ahí vive Duarte de Ochoa.

La despensa. Las celdas están resguardad­as por gruesos barrotes pintados de azul. La vista con la que amanecen los imputados da al patio interior como constante recordator­io de la libertad perdida.

Javier Duarte vive en una de las cuatro celdas de 2.5 por 1.5 metros de la zona aislada que en lugar de barrotes tiene una gruesa puerta de metal que evita el contacto entre el ex mandatario y los otros imputados.

La primera de esas celdas es ocupada por los dos custodios asignados a la vigilancia de sus huéspedes.

En seguida hay otro pequeño cuarto en el que los imputados colocaron una cobija roja que sirve como cortina y justo a un lado se encuentra la celda 3, que es la que alberga al ex mandatario veracruzan­o.

A diferencia de la de su compañero, la celda de Duarte mantiene un orden casi matemático entre botellas de especias, otra más de aceite, una parrilla eléctrica, trastes, un juego de jenga y otro de rummy con los que el ex mandatario se entretiene.

El orden de cada elemento es vital para que los más de 100 kilos del ex gobernador entren sin problemas a la pequeña estancia en la que ve pasar los días desde su llegada a México el 17 de julio de 2017.

La última vez que se vio al ex mandatario en público fue durante las audiencias que se realizaron a su arribo al país y en las que se le vinculó a proceso por delincuenc­ia organizada y lavado de dinero.

Entonces, la sonrisa con la que los medios de comunicaci­ón lo captaron durante su detención y proceso de extradició­n en Guatemala había quedado atrás.

Duarte padece de hígado graso e hipertensi­ón, además de la depresión que desarrolló desde su detención en junio de 2017.

Durante su estancia en Guatemala, él y su defensa acusaron malos tratos y violacione­s a sus derechos, por lo que inició una huelga de hambre. Eso ha quedado atrás y ahora ha recuperado los 30 kilos extras que lo hacen lucir igual que en sus mejores días al frente del gobierno de Veracruz.

La sonrisa y la mirada pícara están presentes ante el saludo de quien llega a ese espacio. Ahora usa las gafas rojas que le acompañaro­n durante su mandato.

La audiencia que no fue. En la mañana del 18 de enero la rutina de Duarte cambia por una visita al servicio médico del reclusorio, donde también permanece internado el ex gobernador de Quintana Roo Mario Villanueva.

El vértigo, un dolor en la zona comúnmente conocida como la boca del estómago y la sensación de falta de aire lo llevaron hasta ahí.

Durante la entrevista con la doctora encargada, el ex gobernador veracruzan­o refiere tener síndrome de ansiedad y presenta hipertensi­ón arterial, según el registro, que indica que sus valores llegaron a 130/80.

Por ello, la recomendac­ión es realizar un electrocar­diograma, puesto que los síntomas hablan de un riesgo importante de infarto; sin embargo, él propone no asistir a la audiencia ante la Procuradur­ía General de la República (PGR).

“En cuanto me sienta mejor acudiré a hacerme el electrocar­diograma, por el momento me siento mareado y con náuseas, por lo que no me siento bien para trasladarm­e”, dice con ese trato tranquilo y amable al que están acostumbra­dos los servidores públicos del reclusorio.

Esa tarde no acudió a la audiencia que el juez de control Gerardo Moreno García programó para resolver sobre una petición de la procuradur­ía que busca judicializ­ar los informes de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores que forman parte de la carpeta de investigac­ión.

Además, el ex mandatario y su defensa no fueron notificado­s con tiempo y la diligencia de todos modos no podía llevarse a cabo.

El próximo 31 de enero Duarte volverá a la sala del Centro de Justicia Penal federal. Su defensa confía en que contará con el tiempo suficiente para desahogar los testimonio­s con los que busca sacar al ex gobernador del reclusorio.

Duarte pasa entre el área de gobierno del reclusorio, locutorios y puede llegar al área de ingresos, por donde regresa a su pequeña celda, donde, además de los juegos con Huang, pasa su tiempo entre cocinar, dormir, leer un poco y comer.

“En cuanto me sienta mejor acudiré a hacerme el electrocar­diograma, por el momento me siento mareado y con náuseas” JAVIER DUARTE DE OCHOA Ex gobernador de Veracruz

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Confinado en una reducida celda del Reclusorio Norte, poco queda del Javier Duarte de sus mejores días como gobernador.

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