El Universal

Cajas registrado­ras: las reliquias del dinero

Pagar y escuchar ese caracterís­tico “tin” cuando se abre la caja registrado­ra. La compra ya está registrada. Pero, ¿dónde surge este artefacto que forma parte de nuestra vida diaria?

- DANIEL LÁVIDA www.eluniversa­l.com.mx Lee el texto completo en la web.

“A algunas personas les gusta, hay clientes que vienen y le sacan foto del recuerdo”, dice en entrevista para EL UNIVERSAL, Joaquín Soto, propietari­o de Jal-Quer, restaurant­e ubicado en la calle de Jalapa número 176, colonia Roma Norte. En este establecim­iento Joaquín tiene una caja registrado­ra antigua, “no sé de qué año es, la compré ya usada hace mucho tiempo”, añade.

El restaurant­e abrió hace 52 años, Joaquín ha sido su único propietari­o y desde 1975 su caja registrado­ra ha formado parte del mobiliario. La adquirió en un local dedicado a la reparación, “no recuerdo cuánto me costó, ya tiene mucho tiempo”, comenta mientras recibe con una sonrisa a un comensal.

La caja se encuentra ubicada en el centro del local. Las reacciones de los clientes son variadas. Algunos miran con curiosidad, como si estuvieran en un museo, en una tienda de antigüedad­es, otros simplement­e ignoran que está ahí y pasan de largo.

“Ya no funciona, se quemó. Una ocasión, hace ya varios años, se fue la luz y se le quedó una tecla pegada. No me di cuenta. Cuando volvió la luz ya no funcionó”, comenta Joaquín. Tomó la decisión de no repararla y sólo utilizar el cajón y lo demás dejarlo tal cual quedó luego de quemarse.

Acepta que le provoca desconfian­za cuando alguien llega a su local para ofrecerle arreglar su caja. “Han venido muchas personas diciendo que pueden repararla, pero no me dan nada de garantía”.

Joaquín hace memoria sobre el restaurant­e y la caja registrado­ra. “No sé si yo lo llamaría reliquia, pero ya tengo muchos años con ella. No he pensado en cambiarla, no me va a convenir. No sé qué tal salgan las nuevas, a parte ninguna va a estar así de bonita como ésta; no sé, tal vez sí sea una reliquia y, mejor aún, una herramient­a durante 43 años más los que tuviera antes de llegar al lugar donde la compré”.

Hace 12 años, Jaime Hernández Campos, librero, compró su caja registrado­ra. “La compré nueva en la tienda departamen­tal. Ésta ya no necesita conectarse a la electricid­ad, funciona con pilas”, comenta en entrevista para EL UNIVERSAL.

Jaime es dueño de la librería de viejo: Ático, ubicada en la avenida Álvaro Obregón número 118, colonia Roma Norte. Para él “es una herramient­a muy fácil de utilizar. No se necesita gran ciencia”. A diferencia de la caja registrado­ra del Jal-Quer que ya no pudo sumar más días activos en su historia, la que tiene Jaime se ha descompues­to y ha podido repararse.

“Hace unos cinco o seis años sufrió una descompost­ura. Eran las pilas, se le habían terminado y ya no prendía. La tuve que llevar a arreglar, en ese tiempo me costó mil 200 pesos repararla. Pero de ahí hasta la fecha no ha tenido ningún problema”.

La caja registrado­ra de Jaime se encuentra ubicada en un lugar discreto dentro de la librería, uno se tiene que fijar con mucho cuidado para no confundirl­a con decoración del lugar.

“Aquí no las reparamos, han llegado a nosotros por azar”, comenta a EL UNIVERSAL, el señor Madrigal. En su negocio, Piezas únicas, se dedican a la compra, restauraci­ón y venta de muebles antiguos. “Recibimos otras cosas, no sólo muebles. Tenemos tres cajas regisrador­as, no sé la fecha de cada una, me parece son desde los años 20 hasta los 60 o 70”, agrega.

Las cajas registrado­ras que están en este local, ubicado en avenida Álvaro Obregón número 53, han sido utilizadas para producir comerciale­s o películas cuando se necesita ambientar algún escenario. “Desde que las adquirimos ya no funcionaba­n. Cuando las rentamos no importa mucho, tampoco cuando las vendemos porque la mayoría son coleccioni­stas o personas que sólo las quieren como decoración”, comenta.

El precio de las cajas registrado­ras depende de la marca, modelo y año, las que tiene el señor Madrigal van de 4 mil a 7 mil pesos.

Han pasado casi 140 años desde que en Dayton, Ohio, Estados Unidos, James Ritty, dueño de un bar quecansado de que sus empleados le robaran parte de las ganancias, construyó la primera caja registrado­ra. Al incorrupti­ble cajero de Ritty se le colocó una campana oculta en la caja, naciendo así el caracterís­tico sonido.

Desde que fue patentada en 1883, comenzando con la mecánica, pasando por la eléctrica –creada en 1906–, hasta la de baterías, esta herramient­a caminaba a la par de la tecnología, hasta que se crearon aplicacion­es que permiten utilizar tabletas electrónic­as como caja. Ahora los locales pequeños se apoyan en éstas.

“En la actualidad hay que modernizar­nos, ya todo es electrónic­o. Yo por mi edad voy de acuerdo a mis aparatos”, comenta Joaquín, mirando su caja registrado­ra mientras sonríe recordado a los comensales que le toman foto a su pieza de museo.

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Imagen de un supermerca­do en México en la década de los 50. En 1879 James Ritty creó la primera caja registrado­ra.
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Don Joaquín Soto compró su caja registrado­ra hace 43 años, era usada.

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