Cajas registradoras: las reliquias del dinero
Pagar y escuchar ese característico “tin” cuando se abre la caja registradora. La compra ya está registrada. Pero, ¿dónde surge este artefacto que forma parte de nuestra vida diaria?
“A algunas personas les gusta, hay clientes que vienen y le sacan foto del recuerdo”, dice en entrevista para EL UNIVERSAL, Joaquín Soto, propietario de Jal-Quer, restaurante ubicado en la calle de Jalapa número 176, colonia Roma Norte. En este establecimiento Joaquín tiene una caja registradora antigua, “no sé de qué año es, la compré ya usada hace mucho tiempo”, añade.
El restaurante abrió hace 52 años, Joaquín ha sido su único propietario y desde 1975 su caja registradora ha formado parte del mobiliario. La adquirió en un local dedicado a la reparación, “no recuerdo cuánto me costó, ya tiene mucho tiempo”, comenta mientras recibe con una sonrisa a un comensal.
La caja se encuentra ubicada en el centro del local. Las reacciones de los clientes son variadas. Algunos miran con curiosidad, como si estuvieran en un museo, en una tienda de antigüedades, otros simplemente ignoran que está ahí y pasan de largo.
“Ya no funciona, se quemó. Una ocasión, hace ya varios años, se fue la luz y se le quedó una tecla pegada. No me di cuenta. Cuando volvió la luz ya no funcionó”, comenta Joaquín. Tomó la decisión de no repararla y sólo utilizar el cajón y lo demás dejarlo tal cual quedó luego de quemarse.
Acepta que le provoca desconfianza cuando alguien llega a su local para ofrecerle arreglar su caja. “Han venido muchas personas diciendo que pueden repararla, pero no me dan nada de garantía”.
Joaquín hace memoria sobre el restaurante y la caja registradora. “No sé si yo lo llamaría reliquia, pero ya tengo muchos años con ella. No he pensado en cambiarla, no me va a convenir. No sé qué tal salgan las nuevas, a parte ninguna va a estar así de bonita como ésta; no sé, tal vez sí sea una reliquia y, mejor aún, una herramienta durante 43 años más los que tuviera antes de llegar al lugar donde la compré”.
Hace 12 años, Jaime Hernández Campos, librero, compró su caja registradora. “La compré nueva en la tienda departamental. Ésta ya no necesita conectarse a la electricidad, funciona con pilas”, comenta en entrevista para EL UNIVERSAL.
Jaime es dueño de la librería de viejo: Ático, ubicada en la avenida Álvaro Obregón número 118, colonia Roma Norte. Para él “es una herramienta muy fácil de utilizar. No se necesita gran ciencia”. A diferencia de la caja registradora del Jal-Quer que ya no pudo sumar más días activos en su historia, la que tiene Jaime se ha descompuesto y ha podido repararse.
“Hace unos cinco o seis años sufrió una descompostura. Eran las pilas, se le habían terminado y ya no prendía. La tuve que llevar a arreglar, en ese tiempo me costó mil 200 pesos repararla. Pero de ahí hasta la fecha no ha tenido ningún problema”.
La caja registradora de Jaime se encuentra ubicada en un lugar discreto dentro de la librería, uno se tiene que fijar con mucho cuidado para no confundirla con decoración del lugar.
“Aquí no las reparamos, han llegado a nosotros por azar”, comenta a EL UNIVERSAL, el señor Madrigal. En su negocio, Piezas únicas, se dedican a la compra, restauración y venta de muebles antiguos. “Recibimos otras cosas, no sólo muebles. Tenemos tres cajas regisradoras, no sé la fecha de cada una, me parece son desde los años 20 hasta los 60 o 70”, agrega.
Las cajas registradoras que están en este local, ubicado en avenida Álvaro Obregón número 53, han sido utilizadas para producir comerciales o películas cuando se necesita ambientar algún escenario. “Desde que las adquirimos ya no funcionaban. Cuando las rentamos no importa mucho, tampoco cuando las vendemos porque la mayoría son coleccionistas o personas que sólo las quieren como decoración”, comenta.
El precio de las cajas registradoras depende de la marca, modelo y año, las que tiene el señor Madrigal van de 4 mil a 7 mil pesos.
Han pasado casi 140 años desde que en Dayton, Ohio, Estados Unidos, James Ritty, dueño de un bar quecansado de que sus empleados le robaran parte de las ganancias, construyó la primera caja registradora. Al incorruptible cajero de Ritty se le colocó una campana oculta en la caja, naciendo así el característico sonido.
Desde que fue patentada en 1883, comenzando con la mecánica, pasando por la eléctrica –creada en 1906–, hasta la de baterías, esta herramienta caminaba a la par de la tecnología, hasta que se crearon aplicaciones que permiten utilizar tabletas electrónicas como caja. Ahora los locales pequeños se apoyan en éstas.
“En la actualidad hay que modernizarnos, ya todo es electrónico. Yo por mi edad voy de acuerdo a mis aparatos”, comenta Joaquín, mirando su caja registradora mientras sonríe recordado a los comensales que le toman foto a su pieza de museo.