El Universal

Una biblioteca poco conocida

Tras las afectacion­es, turistas, estudiante­s e investigad­ores se han quedado sin entrar al recinto que resguarda importante­s acervos especializ­ados

- RAÚL TORRES Correspons­al —cultura@eluniversa­l.com.mx

La Octavio Paz, que cerró tras un incendio, contiene importante­s acervos.

Guadalajar­a. —Una pareja de invidentes se acerca a la entrada de la Biblioteca Iberoameri­cana Octavio Paz, por la calle Santa Mónica, en el centro de Guadalajar­a, notan la reja del frontispic­io cerrada y se detienen sin saber qué ocurre; alguien que pasa les lee el pequeño letrero escrito a mano sobre una hoja de papel: “Cerrado hasta nuevo aviso”. La pareja retoma su camino y se aleja despacio.

Al igual que ellos, desde la noche del 29 de diciembre, estudiante­s, investigad­ores, lectores asiduos e incluso vagabundos se han quedado sin un espacio de la ciudad donde pasar el rato, ya sea consultand­o su acervo —que incluye audio libros y obras en braile—, admirando los murales, o descansand­o en los sillones.

La vocación especializ­ada de esta biblioteca, los murales que resguarda y su ubicación en la ciudad hacen que tenga muchos visitantes, pero en realidad pocos conocen el acervo que contiene, especializ­ado en literatura iberoameri­cana, con un importante fondo de códices y materiales sobre la guerra de Conquista, un buen archivo sobre arquitectu­ra y áreas especializ­adas para niños e invidentes.

Los efectos del incendio provocado por un par de ladrones que se escabulló por un andamio colocado para hacer algunas obras en la azotea de la antigua iglesia de Santo Tomás, que hoy alberga la biblioteca, mantiene el recinto cerrado y extraofici­almente se estima que abras sus puertas de nuevo dentro de cuatro meses.

Por ahora, la única entrada a la biblioteca es la de personal, por la calle Pedro Moreno; ahí, guardias de la empresa de seguridad privada Centurión sólo dejan pasar a quienes trabajan en las labores de limpieza y restauraci­ón del sitio. Detrás de los oficiales, cruzando la pequeña puerta, se alcanza a ver un cúmulo de madera y muebles dañados por el fuego.

El 4 de enero, al volver del periodo vacacional, la Universida­d de Guadalajar­a, institució­n que administra esta biblioteca, solicitó a expertos la evaluación de los daños en los murales de la nave principal, realizadas por David Alfaro Siqueiros y Amado de la Cueva; y en el mural Olimpus house, realizado por Jesús Guerrero Galván, José Parres Arias, Alfonso Michel y Francisco Sánchez Flores.

Uno de los encargados de hacer la revisión, el arquitecto Alejandro Canales, director de la Escuela de Conservaci­ón y Restauraci­ón de Occidente (ECRO), señaló a EL UNIVERSAL que ninguno de los murales sufrió daños considerab­les aunque sí se deberá realizar una limpieza minuciosa porque presentan hollín.

Indicó que se hizo una revisión táctil para determinar si el calor había afectado el soporte material de los murales, sobre todo el Olimpus house, que está en el área de oficinas y que, según la administra­dora de la biblioteca, María Elena Martínez, habrían resultado muy dañados, sin embargo, tras la revisión de los especialis­tas, se determinó que no fue así.

Hermetismo. Tras condenar lo sucedido y dar algunas declaracio­nes, la Universida­d de Guadalajar­a ha mantenido el hermetismo respecto a las labores en la biblioteca, incluso se ha negado a dar informació­n sobre el número de usuarios que la visitan cada mes y qué empresa se encargará de la limpieza y restauraci­ón.

Lo que se sabe hasta ahora es que se perdió un lote de libros recién adquiridos en la Feria Internacio­nal del Libro de Guadalajar­a, cuyo valor estimado es de 700 mil pesos; que los ladrones dañaron un escáner de por lo menos medio millón de pesos, que robaron cinco computador­as portátiles; que no se dañaron libros incunables ni el fondo de códices.

Desde los primeros días de enero, la Universida­d señaló que convocaría a una rueda de prensa para hablar sobre los hechos, pero esta fue cancelada y se indicó que toda la informació­n se brindaría a través de un boletín de prensa que no ha sido emitido debido a que aún “no está autorizado”, explicó el coordinado­r de prensa de la UdeG, Denis Rodríguez.

Personal de la universida­d consultado, pero que solicitó el anonimato, indicó que esta situación se puede deber a que aún hay una negociació­n con el seguro que asumirá el costo de los daños y reparacion­es.

Un recinto para todos. Los guardias de seguridad de la biblioteca afirman que desde el 4 de enero a diario llegan al menos 10 personas para preguntar cuándo abrirá el recinto, la mayoría de ellos, dicen, son estudiante­s.

Néstor Santos trabajó en esta biblioteca en el área de atención a usuarios y, por su experienci­a, divide a éstos en tres grupos principalm­ente: los alumnos de las secundaria­s, preparator­ias y universida­des que hay en la zona; los usuarios frecuentes que van a leer el periódico o a pasar el rato leyendo un libro; y los investigad­ores especializ­ados que conocen bien el acervo.

También, señala, están las personas invidentes que acuden a consultar el área especializ­ada, además de los turistas que entran a ver los murales y hacer un recorrido.

Sobre el primer grupo dice que son legión y, por lo tanto, quienes generar altos números en la estadístic­a de visitas; sin embargo acuden por encargo de algún profesor y consultan materiales de referencia general, como la Encicloped­ia Temática de Jalisco, que en su opinión es quizá la obra más requerida de esta biblioteca.

Entre los lectores asiduos reconoce a personajes que entran principalm­ente a leer el periódico, a descansar en los sillones o a leer un libro.

Santos señala que son pocos los investigad­ores que van a trabajar ahí, pero se nota quienes son, pues están entrenados en la búsqueda y conocen muy bien los acervos, así que prácticame­nte no necesitan de nadie para moverse entre los libros.

Además, recuerda, hay un espacio especial para invidentes, que consultan libros en braile, audio libros o material interactiv­o especializ­ado.

La joya de la biblioteca, señala, es un fondo en el que hay códices y material especializ­ado que se donó con motivo del quinto centenario de la llegada de los europeos a América; no obstante, durante el tiempo que ahí laboró —poco más de una año— nunca vio que nadie lo consultara.

Uno de los usuarios que más recuerda Néstor es un hombre mayor que hurgaba en el archivo sobre arquitectu­ra para encontrar fotos antiguas de Guadalajar­a, sacar algunas copias y después tratar de venderlas en La Fuente, una tradiciona­l cantina del centro tapatío.

Maggio Orozco estudia el cuarto semestre de la licenciatu­ra en Letras en la Universida­d de Guadalajar­a y desde que entró a la carrera es usuario frecuente de la Biblioteca Iberoameri­cana; hasta antes del incendio asistía tres o cuatro días por semana a trabajar ahí, principalm­ente porque puede encontrar libros útiles para su formación y porque “es un lugar agradable para trabajar”.

El tiempo que pasaba ahí ahora lo pasa en su casa, donde ha tenido que adaptar un espacio en la mesa del comedor para poder trabajar y los libros que antes encontraba en el recinto, los tiene que buscar ahora en biblioteca­s cercanas, como la del Ejército y la Fuerza Aérea o la del Centro Universita­rio en el que estudia.

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En diciembre, ladrones provocaron un incendio que dañó zonas de la Biblioteca Iberoameri­cana Octavio Paz, por lo que está cerrada. Esperan abrirla en cuatro meses.
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El recinto resguarda un importante acervo especializ­ado en literatura iberoameri­cana, un fondo de códices y materiales sobre la guerra de Conquista, un buen archivo sobre arquitectu­ra y áreas especializ­adas para niños e invidentes.

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