África, te amo (Parte II)
High On Fashion
Nunca me había sentido tan insignificante y vulnerable, como aquella madrugada en el Masai Mara. El campamento en el que dormimos un par de noches está alojado en la inmensidad de la reserva y se encuentra a pie de un río en el que viven cientos de hipopótamos y cocodrilos. La primera noche no logré dormir porque un 'hipo' decidió rondar nuestra tienda para comer, y escuchaba su enorme cuerpo rozar contra las paredes de lona de nuestra tienda. Aquel día me enteré que este animal es uno de los más peligrosos del planeta. ¡Excelente! Y uno quejándose de la grabación de ‘fierro viejo’ de la Ciudad de México. De Kenia manejamos a Tanzania, para ser exacta hasta el Serengeti. En el trayecto nos topamos con aldeas Masai, nos detuvimos a tomar fotos y a conocer cómo viven. Al parar en una de las aldeas nos invitaron a sus casas y nos recibieron con cantos. La vestimenta tradicional Masai es un pedazo de tela roja, es de este color para ‘ahuyentar’ a los leones. Llamó mi atención la manera en la que decoran sus cuerpos: las mujeres utilizan muchos collares y ornamentos en la cabeza, están rapadas porque argumentan que es costoso mantener una cabellera larga. Adornan sus orejas con largos aretes que cuelgan desde el cartílago superior y no en el lóbulo como lo hacemos nosotras.
Sus joyas y ornamentos son coloridos y contrastantes, la mayoría lleva unos pequeños colguijes de metal que hacen ruido al moverse, todo tiene que ver con su cultura. Todo es hecho por ellas y a mano. Yo no me resistí y me compré mil collares, pulseras y hasta un cinturón increíble. ¡Obviamente también me compré mi manta Masai! Por cierto, me enseñaron a amarrarla de cinco formas distintas, que es como tradicionalmente la usan ellos en su día a día. Al ver sus adornos recordé los de mi país. Es algo similar a las artesanías de los Huicholes. A los hombres también les gustan los adornos y llevan varias pulseras y collares similares a las de las mujeres. Algunos tienen las orejas perforadas. Gracias al turismo, muchos venden sus artesanías y es un ingreso extra para sus comunidades. Son risueños, cálidos y trabajadores.
En todas las zonas que atravesamos vi a las mujeres muy arregladas, sin importar su estrato económico. ¡Son fans de mezclar patrones! Y maestras en este arte, porque se les ven divinos. Me contaron que la mayoría de las mujeres en África hacen su propia ropa, lo cual las convierte en diseñadoras natas.
En este viaje aprendí a respetar y amar más a la naturaleza. A partir de esta experiencia dejé de darle importancia a cosas insignificantes y comencé a apreciar lo real, me conecté con mi planeta, viví y sentí cosas que nunca imaginé. Con cariño, Gina.