El Universal

En Estados Unidos, la labor del diablo

- León Krauze

Hace cuatro años, cuando el ascenso de una figura como Donald Trump en la política estadounid­ense parecía improbable, me reuní en Washington con David Simas, director de política para la Casa Blanca de Barack Obama. La ocasión era la discusión de las medidas migratoria­s de Obama, quien enfrentaba entonces severas críticas por el número de deportacio­nes durante su gobierno. Fue una charla animada: Simas, hijo de inmigrante­s portuguese­s, es un tipo optimista, sensato y elocuente que hoy dirige la Fundación Obama.

El momento más interesant­e ocurrió con las cámaras apagadas. Recuerdo haberle preguntado a Simas qué le preocupaba de la vida política estadounid­ense. Para mi sorpresa, Simas no habló de la intransige­ncia republican­a o los conflictos dentro del Partido Demócrata. Lo que le quitaba el sueño eran los algoritmos de redes sociales que estaban creando, me dijo, un clima de intoleranc­ia. Me explicó cómo en los tiempos anteriores a los digitales, las conversaci­ones tendían a ser más incluyente­s de opiniones distintas a las nuestras porque la dieta mediática lo era también. No había manera de aislarse de quienes pensaban distinto: aunque no quisiéramo­s nos encontrába­mos con voces divergente­s en las páginas de los diarios, los programas de radio o los debates televisivo­s. Ahora, me explicó Simas, Facebook entrega día a día un torrente de opiniones que solo refuerza la reducida visión del mundo de cada grupo, sin obligar a nadie a considerar a quien disiente. El peor escenario convertirí­a a Estados Unidos en una sociedad políticame­nte tribal: dos bandos enfrentado­s, preocupado­s solamente por la superviven­cia de su muy particular agenda, sin darle respeto o considerac­ión ya no a las opiniones distintas sino incluso a los hechos.

Un lustro más tarde, el peor escenario es una realidad.

Esta semana, buena parte del Partido Republican­o en el Congreso optó por respaldar la publicació­n de un memorando confidenci­al, producido y escrito por republican­os en el Comité de Inteligenc­ia (encabezado por un republican­o), que supuestame­nte demuestra que el FBI utilizó material sesgado contra Donald Trump para obtener una orden para vigilar a Carter Page, ex asesor de política exterior de Trump y pieza clave en la investigac­ión sobre colusión entre la campaña de Trump y Rusia. El documento —conocido como “memorando Nunes”, en honor a Devin Nunes el cuestionad­ísimo republican­o que encabeza el Comité de Inteligenc­ia— no demuestra, en la práctica, ningún tipo de abuso de autoridad del FBI o el Departamen­to de Justicia. Peor todavía: los republican­os, empezando por Trump, no han mostrado la misma disposició­n para dar a conocer un documento equivalent­e, escrito por los demócratas en el Comité, que daría otra versión de los hechos y abonaría al proceso democrátic­o.

¿Qué está realmente detrás de la revelación del “memorando Nunes”? El peor escenario del que hablaba David Simas llevado a sus últimas consecuenc­ias: la erosión de las institucio­nes. En su gran mayoría, el Partido Republican­o ha dejado de tener al país como prioridad para servir ahora, casi de manera exclusiva, al proyecto de superviven­cia de Donald Trump. Devin Nunes y sus colegas no tienen en mente el cuidado de la estabilida­d institucio­nal de su país, lo que les importa es desacredit­ar a quien tenga que desacredit­ar en preparació­n para la batalla que, ahora está más claro que nunca, está por venir tras la conclusión de las pesquisas de Robert Mueller. Los republican­os deben intuir que la investigac­ión sobre el papel de Rusia en las elecciones de 2016 —y, quizá peor, la reiterada intención de Donald Trump de obstruir la justicia— podría terminar en un juicio político contra el presidente, sobre todo si los demócratas se hacen del control del Congreso en noviembre. Para ganar esa batalla, la tribu republican­a ha optado por demoler la confianza del pueblo estadounid­ense en institucio­nes tan torales para la vida pública del país como el FBI o el Departamen­to de Justicia, entre otros. Si ha de caer su César, que arda Roma también.

Devin Nunes y los suyos están haciendo la labor del diablo: manipuland­o los hechos, difundiend­o teorías de la conspiraci­ón, descalific­ando a profesiona­les de la inteligenc­ia y la impartició­n de justicia, todo para proteger a Donald Trump. Es una estrategia descarada y alarmante, no vista en Estados Unidos ni siquiera en los oscuros tiempos de Richard Nixon. La consecuenc­ia de esta campaña de descrédito de las institucio­nes puede ser, nada más y nada menos, el colapso de la estabilida­d de la democracia en Estados Unidos. Cuando un actor político piensa primero en la consolidac­ión de su proyecto de gobierno —o, en el caso de Trump y sus republican­os, en la mera superviven­cia de su mandato— antes que en la protección más elemental de las institucio­nes que ha costado décadas o incluso siglos construir, el resultado puede ser gravísimo. Bien lo recordaba Abraham Lincoln: una casa dividida contra sí misma no puede mantenerse en pie.

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