El Universal

El Mesías, falsa percepción

- Por HÉCTOR SERRANO CORTÉS Ex secretario de Movilidad

El próximo 11 de febrero se cierra un capítulo más del proceso electoral que tendrá la mayor efervescen­cia política de los últimos tiempos.

Ese día es el cierre de las precampaña­s que de forma interna vivieron los diferentes partidos políticos, aunque de internas no tuvieron nada.

Las campañas formales iniciarán a finales del mes de marzo, salvo en el caso del Mesías de Macuspana (mote que le adjudicara Miguel Barbosa) quien lleva 18 años de campaña efectiva.

La Ciudad de México, junto con el Estado de México definirán la elección hacia la Presidenci­a de la República. En la ciudad capital habremos de vivir el fuego cruzado que se librará en la batalla política y mediática más férrea de la historia. Observarem­os cómo la imaginació­n no tiene límites a la hora de denostar o descalific­ar a los adversario­s.

Ha sido clara la estrategia del Mesías. Su objetivo: lograr la percepción mediática y ante la opinión pública de una constante adhesión de diversos actores de la vida política del país. Busca generar la idea de un acrecentam­iento efectivo en las simpatías hacia él, que debieran de reflejarse en la votación.

No hay nada más falso. La reciente adquisició­n, la senadora Gabriela Cuevas, otrora crítica severa del Mesías, fue cooptada por Andrés Manuel López Obrador a cambio de una diputación plurinomin­al. Sí, así como lo escucha usted de banal, no ocupará un espacio en la boleta electoral. Aunque en la lógica de suma de votos sería comprensib­le que, al participar en la elección con su nombre, que bien o mal ha logrado, atrajera votos efectivos de panistas en la delegación Miguel Hidalgo.

Este es uno de los casos que atienden a la lógica de la percepción y que han llevado aLó pez Obra dora aceptaren sus filas a políticos impresenta­bles, de mala fama y reputación en la vida pública, veremos a quién le queda el saco.

La inclusión de personajes de diversas corrientes ideológica­s, es parte de la estrategia de Andrés Manuel para generar ante la opinión pública la percepción de que su círculo de aceptación se ha ampliado y ya no solamente pertenece al sector de la izquierda radical.

Es claro que quien no votó por él en dos elecciones, ratificará su decisión de no hacerlo en esta. En el argot electoral se le conoce como techo.

¿Por qué busca la percepción el Mesías? Es muy simple: prepara el escenario para mantener su argumento de que nuevamente le arrebataro­n la elección. Y es que el escenario ideal para todo político es colocarse en los más rentables extremos, o logras el triunfo o te conviertes en el más duro opositor.

No observa que con las adquisicio­nes lo único logrado es vulnerar al sector que le permitió consolidar su proyecto a través de Morena, la izquierda radical setentera que no entiende de razones.

Abajo, la auténtica militancia solo observa cómo ocupan posiciones los de siempre, sean o no de Morena, los que con zalamería y sumisión, evitan el trabajo cuerpo a cuerpo, pie-tierra, esos que seguirán en el olvido y en la eterna esperanza de una inclusión efectiva. Oootra vez las bases no son escuchadas y mucho menos atendidas. La democratiz­ación de Morena no solo está ausente, parece imposible, porque ahí hay una sola voz y un solo protagonis­ta.

Es claro que el discurso que hoy esgrime López Obrador de perdón o de borrón y cuenta nueva, a cualquiera que le jure lealtad, aunque sólo sea una promesa, solo acredita que los enunciados de ese partido político son letra muerta.

De pasadita. En la Ciudad de México es claro que solo se observa en la final a dos contendien­tes Alejandra Barrales y Claudia Sheinbaum. Barrales ha acusado a la morenista de plagio en su estrategia de imagen y comunicaci­ón. Es claro que ambas, seguro, escuchan a sendos equipos de asesores.

Hoy las campañas no sólo se conocen como ingeniería electoral, se han convertido en un verdadero laboratori­o en donde se tratará de sacar lo mejor de quienes participan en este proceso,

Sin embargo vale la pena recordar la historia del hombre aquel que, en su afán de ser poeta, se acercó al más destacado maestro y le preguntó: “Maestro ¿qué se requiere para ser poeta como tú?” y el Maestro respondió: “Nada importante, conocer del terceto, cuarteto y soneto, agudeza y destreza y por supuesto conocimien­to”. El aprendiz, con una clara sonrisa reflejada en el rostro, sintiendo que cumplía con los requisitos para alcanzar ese reconocimi­ento, agradeció al Maestro tan elocuente explicació­n. Sin embargo, apenas al retirarse el Maestro lo detuvo para decirle: “¡Ah! Y, por supuesto, talento”. Lo que no da, no dará.

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