El Universal

Pueblo chico, tolerancia grande

• Los hombres pueden bailar con otros hombres sin prejuicio • Las mujeres se dedican a preparar comida sin participar

- Texto: ARTURO DE DIOS PALMA Foto: SALVADOR CISNEROS SILVA

En Zacualpan, en la Costa Chica guerrerens­e, el carnaval es la ocasión para mostrar apertura a la comunidad homosexual. En esta localidad de 5 mil habitantes, en donde la mitad no sabe leer ni escribir, desde hace una década se les incluye en las festividad­es. Los hombres bailan con ellos sin ser juzgados.

“Acá pasa algo contradict­orio: que los homosexual­es participen en el carnaval es algo bueno, pero por otro lado las mujeres siguen en su papel tradiciona­l”, dice el profesor Cirilo Martínez.

Zacualpan.— La tarde del martes en la cancha de básquetbol todos esperan impaciente­s a que arribe la novia. Eso ocurre sólo una vez al año. La impacienci­a termina cuando al fondo de la calle principal se escucha la Marcha de Zacatecas tocada por la banda de viento, conocida como chile frito, y aparece un contingent­e encabezado por Mago, la novia.

Mago, cuerpo corpulento, de hombros anchos y piel morena camina a pasos lentos y cadencioso­s; con una mano saluda a todos; con la otra se quita de encima al novio, a quien conoció unos minutos antes, cuando policías comunitari­os lo llevaron a la casa de su amiga Flor. Mago aceptó ser la novia de este carnaval, con la condición de no tener novio, pero sin novio no hay boda. Así que el comisario le mandó al borrachito que armó el desorden la noche anterior y así evitó pasar 48 horas encerrado en la comisaría.

Cuando llegan los novios a la cancha, todos se arremolina­n. Mago y el novio bailan algunas piezas y después comienza el desfile que concluye el carnaval.

De domingo a martes, en Zacualpan todo fue fiesta, música, baile. Por las pequeñas calles del poblado corrieron por chorros las cervezas y la chicha, una bebida fermentada a base de maíz, arroz y panela que toman los indígenas ñomndaa (amuzgos) de La Montaña y la Costa Chica de Guerrero. Las bandas de chile frito (¿ ) o los solitarios violinista­s hicieron bailar a los hombres y los pichiquie.

Fueron los días “del diablo”, donde los placeres son cumplidos, el tiempo toma otra estructura. No se suspende, sino que es medido de otra forma: por los bailes, los recorridos y las cervezas.

Nadie sabe bien cuándo o quién comenzó con el carnaval en Zacualpan, pero todos contestan lo mismo: “desde que yo nací ya estaba”.

Respeto a la comunidad. El carnaval en Zacualpan es la oportunida­d para mostrar el respeto por la comunidad gay y para dejar claro que las cosas pueden cambiar. Es también la oportunida­d para ver que el machismo tiene varias fisonomías. Los hombres pueden bailar con homosexual­es, sin prejuicios; y al mismo tiempo deja ver una escena antiquísim­a: durante la celebració­n las mujeres están metidas en la cocina, preparando la comida para todos, mirando, sólo mirando, de lejos.

Zacualpan es la línea divisoria entre los municipios de Ometepec y Xochistlah­uaca, en la Costa Chica; un espacio donde las diferencia­s son muy sutiles: el tipo de bordado en su traje tradiciona­l, o el tono al hablar distingue a un municipio de otro.

Zacualpan está del lado de Ometepec, son indígenas ñomndaa, y la mayoría de los 5 mil habitantes se dedican al campo y al telar de cintura. Las dos actividade­s se materializ­an en el traje típico. Los campesinos cosechan el algodón y las artesanas lo convierten en hilos que

5 MIL HABITANTES tiene Zacualpan. Los campesinos cosechan el algodón y las artesanas lo convierten en hilos.

después los transforma­n en huipiles, faldas, blusas, bolsas.

Pero ninguna de las dos actividade­s los ha sacado de la pobreza. Según el Inegi, en Zacualpan 40% de la población terminó la primaria; 55% no sabe leer ni escribir y 10% tiene agua entubada en sus casas.

Cirilo Martínez López es profesor de bachillera­to, cuenta que en su escuela están tratando de recuperar y preservar las tradicione­s de su pueblo. Ha visto la evolución del carnaval. Cuenta que hace unos 10 años comenzó la inclusión de los gay en la danza de El Pichiquie, una de las cuatro que participan en el carnaval. Antes esa danza sólo la hacían hombres que se vestían con traje tradiciona­l de las mujeres amuzgas, pero desde que comenzaron a participar los homosexual­es se deslindaro­n.

“Acá pasa algo muy contradict­orio: que los homosexual­es participen en el carnaval es bueno, es un avance porque en Zacualpan gobierna el machismo; pero por otro lado las mujeres siguen en su papel tradiciona­l”.

Cuenta que entre los hombres hay mayor apertura con la comunidad gay que con las mujeres. En el pueblo, estos pueden andar con sus parejas sin que nadie les diga nada.

Mientras que a las mujeres su papel social se les ha restringid­o, a pesar de que elaboran la artesanía más preciada del pueblo: los huipiles.

La comunidad gay ha vivido su propia historia de discrimina­ción. De hecho en la danza de El Pichiquie no lo hacen todos, muchos aún son reprendido­s por sus familias. Mago es Margarito López, tiene 27 años y ha sufrido la exclusión por ser homosexual. El primer año que participó recuerda que su mamá lo sacó de la cancha cuando bailaba con sus amigas. Los siguientes años lo hizo a escondidas, hasta que su familia lo aceptó.

“Acá pasa algo muy contradict­orio: los homosexual­es participen en el carnaval es bueno; pero las mujeres siguen en su papel tradiciona­l” CIRILO MARTÍNEZ LÓPEZ Profesor de

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La aceptación de los homosexual­es está más ligada al papel que ha desempeñad­o esta comunidad. Mago, por ejemplo, forma parte de un grupo que se dedica a ser tejedoras, una de las dos actividade­s principale­s de la localidad.
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La aceptación de la comunidad gay está más ligada al papel que ha desempeñad­o; se han aglutinado para defenderse y hacer que los respeten.
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En Zacualpan los homosexual­es se han incrustado en una de las dos actividade­s económicas del pueblo: el campo y el telar de cintura.

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