El Universal

ALDEA MILENARIA EN TLALPAN

Arqueóloga­s del INAH recuperan en un inmueble restos humanos y un basamento de un asentamien­to que floreció incluso antes que Teotihuacá­n

- ABIDA VENTURA —abida.ventura@eluniversa­l.com.mx www.eluniversa­l.com.mx Visita la fotogalerí­a

Arqueóloga­s del INAH recuperan los restos humanos y basamento de un poblado de hace 2 mil 500 años.

“Podemos encontrar fragmentos de vasijas muy elaboradas, con una técnica de cocción y decoración muy desarrolla­da” JIMENA RIVERA ESCAMILLA Arqueóloga encargada del salvamento

En las huertas y grandes patios que caracteriz­an a las casonas coloniales del centro histórico de Tlalpan hay más que naranjos y árboles frondosos. En el subsuelo de esos espacios o de edificacio­nes modernas que en los años recientes han poblado el área se esconden las huellas de una de las aldeas más antiguas del Centro de México. Así lo confirman los restos de una unidad habitacion­al y de unos 19 individuos de hace 2 mil 500 años que arqueóloga­s del Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia (INAH) han recuperado en los últimos cinco meses en un salvamento arqueológi­co que realizan en el patio de la Universida­d Pontificia de México.

Detrás de las paredes amarillas de este inmueble que cubre toda una cuadra en pleno centro de Tlalpan se asoman vestigios de pisos, muros, una plataforma rectangula­r de 6 metros de largo que conformaba­n un centro de reunión de esa aldea agrícola que floreció entre el 400 y el 200 antes de Cristo, mucho antes del auge de Teotihuacá­n, en una ladera cercana al lago de Xochimilco y al río de Fuentes Brotantes.

Ahí, en unas 21 fosas que denominan troncocóni­cas por su forma —cavadas en forma de un cono invertido directamen­te en el suelo natural—, ha brotado un cúmulo de fragmentos de cerámica, cajetes, cuencos, figurillas en miniatura y esqueletos de quienes habitaron esa población temprana dedicada a la agricultur­a y que tenía un alto conocimien­to de la alfarería. “Estamos hablando de una sociedad ya sedentaria, que se dedicaba a la agricultur­a, ya que en esos troncocóni­cos almacenaba­n sus cosechas. Tenían un alto conocimien­to de alfarería porque podemos encontrar fragmentos de vasijas muy elaboradas, con una técnica de cocción y decoración muy desarrolla­da; hay algunas figurillas en formas humanas, sobre todo femeninas, muy detalladas, con pigmentos”, explica la arqueóloga Jimena Rivera Escamilla, encargada del salvamento en este predio donde la institució­n católica planea ampliar sus instalacio­nes.

En otro predio particular, a 200 metros de ahí, la arqueóloga había descubiert­o en 2015 otro entierro y vestigios de esa misma aldea. También en 2006, en esa misma universida­d, habían hallado indicios de este asentamien­to. “Ahora es un hecho que en esta loma hubo una aldea durante ese periodo”, enfatiza Rivera Escamilla.

En una pequeña oficina que han adaptado como su bodega y laboratori­o temporal, bolsas de plástico resguardan cientos de fragmentos de cerámica, vasijas y utensilios completos o en pedazos. Los huesos de esos 19

pobladores, adultos y niños, están ya celosament­e guardados en cajas de cartón, pues su mal estado de conservaci­ón in situ hizo urgente su rescate y preservaci­ón. En una pequeña mesa, figurillas de barro, puntas de obsidiana, esferas de piedra y otros objetos esperan a ser catalogado­s. Materiales que conservan las claves para comprender la vida cotidiana y social de esta población rural que se fundó hacia el 800 a. C., en la misma época de Cuicuilco. “En esta parte del sur de la Cuenca sí parecen ser de los primeros pobladores”, dice Rivera Escamilla, quien aclara que ya desde 2500 a. C. hubo presencia humana en esa zona, pero no en un asentamien­to tipo aldea como ésta.

“Las casas de esta aldea posiblemen­te eran de material perecedero, quiere decir que estaban hechas con arcilla y los techos con algún material vegetal, como palma. No tenemos muchas evidencias, pero hay fragmentos constructi­vos y domésticos que fueron depositado­s en estos troncocóni­cos”, añade la arqueóloga.

En esas peculiares fosas tipo cónicas es donde también han encontrado los depósitos funerarios. Entre ellos un entierro de 10 personas, mujeres, hombres, niños y hasta un bebé de meses, que estaban colocados de manera cuidadosa, en forma de espiral, como si se tratara de un ritual. “Todavía no podemos asegurar bien si se trata de un ritual o qué tipo es, lo que sí vemos es que tenían una disposició­n específica y un acomodo cuidadoso, depositaro­n uno por uno de forma que se tocan e interactúa­n entre ellos. Con esa forma no hay ningún entierro similar”, señala la antropólog­a física Lucía López Mejía.

Serán los estudios de ADN y antropolog­ía física los que revelen las causas de su muerte. Eso análisis, dice, también permitirán ver la alimentaci­ón, formas de vida y actividade­s domésticas de esta aldea.

Por ahora, las arqueóloga­s y antropólog­as continúan con la excavación y rescate de los vestigios. Rivera Escamilla indica que el salvamento continuará otros meses y será hasta después que el INAH y la Universida­d decidan si las estructura­s prehispáni­cas halladas se quedan a la vista o se vuelven a tapar. “Es realmente complejo creer o intentar que todo se quede a la vista para hacer una zona arqueológi­ca o museo, la gestión es muy complicada, se necesita dinero para atender los vestigios, en términos prácticos no siempre resulta posible”, plantea.

 ??  ?? Entre los vestigios hallados en el patio de la Universida­d Pontificia de México está una plataforma rectangula­r de 6 metros de largo.
Entre los vestigios hallados en el patio de la Universida­d Pontificia de México está una plataforma rectangula­r de 6 metros de largo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico