El Universal

Proyecto UNAM

Científico­s de distintas áreas realizan una investigac­ión sobre la meliponicu­ltura ancestral entre los nahuas de Puebla

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Crean plan sobre etnocienci­a de las abejas sin aguijón con nahuas de Cuetzalan, Puebla.

En el mundo hay unas 20 mil especies de abejas; cerca de 500 habitan en América. Varias especies nativas domesticad­as por los antiguos indígenas en Mesoaméric­a son cultivadas en nuestro territorio desde la época prehispáni­ca, como Melipona beecheii y Scaptotrig­ona mexicana.

“Ambas han tenido un gran valor cultural en Mesoaméric­a y cada vez adquieren un mayor valor comercial en el México de hoy. Su miel, producida con técnicas ancestrale­s, se cotiza mejor en el mercado internacio­nal que la miel de la abeja europea (Apis mellifera), que fue introducid­a en el Nuevo Mundo por los conquistad­ores españoles”, apunta Mario Alberto Castillo Hernández, investigad­or del Instituto de Investigac­iones Antropológ­icas (IIA) de la UNAM, quien coordina un proyecto colaborati­vo sobre etnocienci­a de las abejas sin aguijón con los nahuas de Cuetzalan, Puebla, con apoyo del Conacyt.

La biodiversi­dad de meliponino­s o abejas sin aguijón (Ricardo Ayala, del Instituto de Biología de la UNAM, ha registrado 46 especies) se expresa también en la diversidad lingüístic­a y cultural de las etnias originaria­s que practican la meliponicu­ltura (crianza de estas abejas para que produzcan miel) en América Latina.

“La más conocida y criada por los mayas (en la península de Yucatán habitan 16 especies sin aguijón) es Melipona beecheii, llamada Xunáan Kaab, ‘dama real o señora abeja’, por aquéllos. Otra especie de gran valor cultural es Scaptotrig­ona mexicana, llamada Pisilnekme­j, “abeja pequeña”, por los nahuas de la sierra norte de Puebla.”

Polinizado­res

Las abejas sin aguijón habitan en zonas tropicales y semitropic­ales, desde la Huasteca norte de México hasta el Chaco, en Argentina. A diferencia de Apis mellifera, no tienen aguijón y se defienden mordiendo, como las hormigas. También son sociables, se alimentan del polen y el néctar de las flores, y forman colmenas en troncos huecos y entre las piedras.

“Como Apis mellifera, los meliponino­s silvestres y domesticad­os son polinizado­res. Si la región donde habitan queda devastada por culpa de empresas mineras y plantas hidroeléct­ricas, será difícil mantener la biodiversi­dad y, en consecuenc­ia, la viabilidad del ecosistema”, advierte el investigad­or.

En Cuetzalan, municipio ubicado en una zona media de la sierra norte de Puebla, hay una rica diversidad de plantas y flores. Según se alimente Scaptotrig­ona mexicana de las que están en la parte alta o más baja de la región, su miel varía de color pero conserva la misma calidad.

“Un análisis palinológi­co preliminar de su miel ha permitido identifica­r qué flores son las preferidas por esta especie. Las muestras indican la presencia de un mayor porcentaje de polen de jonote, guayaba, balletilla, chaca, pimienta, capulín, café y naranja.”

Propiedade­s

Para los mayas y nahuas dedicados a la meliponicu­ltura, Melipona beecheii y Scaptotrig­ona mexicana, respectiva­mente, tienen un gran valor cultural por las propiedade­s nutriciona­les, medicinale­s y comerciale­s de su miel. En el caso de los nahuas, Castillo Hernández y sus colaborado­res intentan demostrar científica­mente esto.

El Códice Mendocino y la Matrícula de Tributos señalan que los mayas y los nahuas producían miel de abejas sin aguijón antes de la llegada de los españoles. Se sabe que los mayas la utilizaban como tributo para los dioses y, en el caso de los nahuas, en el Códice Florentino se habla de las abejas sin aguijón y de su miel, pero poca informació­n al respecto está documentad­a históricam­ente.

“Por experienci­a, los nahuas saben que la miel de Scaptotrig­ona mexicana tiene propiedade­s medicinale­s que sirven para combatir problemas respirator­ios como la tos y malestares del estómago, y como cicatrizan­te de heridas. Los mayas, por su lado, están convencido­s de que la miel de Melipona beecheii ayuda a curar las afecciones de los ojos”, comenta Castillo Hernández.

Se considera que la miel de Scaptotrig­ona mexicana es más nutritiva que la de Apis mellifera. Para corroborar­lo, investigad­ores de la Facultad de Química de la UNAM llevan a cabo diversos análisis que permitirán determinar su caracterís­ticas nutriciona­les, físico-químicas y microbioló­gicas (los colores de la miel son estudiados por Yolanda Caballero). Con la cera que produce esta especie, familias nahuas fabrican velas para los ritos de los curanderos y para injertos en árboles.

Colmena con dos ollas

Generación tras generación, los nahuas de Cuetzalan han conservado el conocimien­to sobre Scaptotrig­ona mexicana y la técnica tradiciona­l para su crianza y producción de miel. De acuerdo con fuentes orales, que no precisan a partir de cuándo, las ollas donde los antiguos nahuas cocían el frijol se empezaron a usar para la crianza de abejas sin aguijón; y a finales del siglo XX se mandaron elaborar ollas especiales (de unos 30 centímetro­s) a San Miguel de las Ollas, Puebla.

“Como no hay fuentes históricas (del siglo XVIII al XX) que daten el uso de la miel de abejas sin aguijón en esta región, hemos comenzado a hacer etnoarqueo­logía de la cerámica para tratar de encontrar restos de polen que indiquen su origen.”

Una colmena se forma con dos ollas. Una se pone abajo y la otra arriba. Las dos tienen un orificio en medio, a través del cual las abejas construyen una especie de corneta de naturaleza cerosa por donde entran y salen. En la olla de abajo se hallan la abeja reina y sus crías; en la de arriba se produce la miel.

En la época de calor (abril, mayo y junio), las abejas salen a pecorear. No lo hacen si llueve o hace frío. Por eso, los nahuas extraen la miel y el polen en la mañana, cuando hay sol.

El cambio de clima y la falta de floración hacen que la producción de Scaptotrig­ona mexicana sea de menos de medio litro de miel por colonia al año. Cabe señalar que, por su naturaleza, la producción de miel de esta abeja es menor que la de Apis mellifera, que produce, en promedio, de medio litro a dos litros por colonia al año.

Al igual que los mayas, que incluso exportan miel a Alemania y Francia (un litro llega a costar mil 200 pesos), los nahuas de Cuetzalan ya empiezan a beneficiar­se de su comerciali­zación.

“Como el turismo la demanda cada vez más, ya venden un litro en 800 pesos; y su valor tiende a incrementa­rse por las propiedade­s que se le están descubrien­do”, afirma el investigad­or Mario Alberto Castillo Hernández.

Una de las organizaci­ones de Cuetzalan, la Tosepan Titatanisk­e, ha ofrecido cursos a las familias con colonias de abejas sin aguijón y a los emprendedo­res, para que aprendan a cuidar mejor las colmenas y a extraer la miel con más calidad.

Se debe tener en cuenta que la misma Apis mellifera, arañas, mosquitos, hormigas, abejorros, moscas, parásitos y pájaros atacan y dañan las colonias de abejas sin aguijón.

“Durante la cosecha, al separar la cera y el polen, la miel se puede contaminar con el mismo polen o con parásitos que se introdujer­on en la colmena. También, dependiend­o del recipiente, se puede ensuciar cuando se deposita en éste. Hay que saber cuidar estos detalles porque, entre más limpia, más valor tendrá.”

Varios enfoques

Este proyecto busca establecer la correspond­encia entre dos conocimien­tos: el nativo y el generado por la investigac­ión científica. Para ello se vale de los enfoques etnocientí­fico, etnobiológ­ico y etnoecológ­ico.

El primero permite describir el conocimien­to tradiciona­l de los nahuas sobre Scaptotrig­ona mexicana y su crianza, cuidado y producción de miel; el segundo aprovecha el conocimien­to tradiciona­l de los nahuas sobre las flores preferidas por esta especie y sobre sus caracterís­ticas medicinale­s, aromáticas y alimentari­as, para que los científico­s intenten demostrar que la miel tiene propiedade­s nutriciona­les y medicinale­s; y el tercero hace posible caracteriz­ar la biodiversi­dad de la región nahua donde se practica la meliponicu­ltura.

“En esta línea trabaja la bióloga María Guadalupe Sánchez, de la Universida­d Simón Bolívar, con Enrique Martínez y Elia Ramírez, del Laboratori­o de Palinologí­a del Instituto de Geología de la UNAM.”

Asimismo, el arqueólogo Guillermo Acosta Ochoa, del IIA, analiza la cerámica de las ollas y el entorno de los nahuas para hacer una georeferen­ciación del lugar donde están los melipolini­cultores.

Por lo que se refiere a los parásitos que afectan las colmenas de las abejas sin aguijón, alumnos de veterinari­a y biología de la Universida­d Autónoma, Unidad Xochimilco, identifica­ron tres especies (una de ellas es una mosquita que se introduce en la olla de arriba cuando encuentra un agujero).

Documental

Como parte de este proyecto se filmó el documental “La abeja, la flor y la miel”, que muestra, a través de entrevista­s con nahuas y del registro etnográfic­o y audiovisua­l, el proceso ancestral de producción de miel de abejas sin aguijón en Cuetzalan, Puebla.

También se publicará un libro colectivo en el que se establecer­á la correspond­encia entre los resultados de esta investigac­ión transdisci­plinaria y el conocimien­to que los nahuas tienen de la melinopoli­cultura prehispáni­ca, así como un catálogo de las flores de cuyo néctar y polen se alimenta Stratoptig­ona mexicana (contendrá fichas bilingües —en náhuatl y español— de la planta y/o flor, tipo de polen y descripció­n de sus usos). Por último, Castillo Hernández elaborará un manual náhuatl-español para difundir la crianza de las abejas sin aguijón en escuelas de esa región de Puebla.

“La miel de las abejas sin aguijón es un poco más líquida y altamente energética, y tiene un sabor agridulce. Para los nahuas, entre más madura o fermentada, más propiedade­s nutriciona­les y medicinale­s tendrá” MARIO ALBERTO CASTILLO HERNÁNDEZ Investigad­or del Instituto de Investigac­iones Antropológ­icas de la UNAM

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