El Universal

Eduardo Luis Feher

Entrar igual, salir diferentes

- Ex Presidente del Tribunal Universita­rio de la UNAM

En mis más de cinco décadas de dar clases en la Facultad de Derecho de nuestra UNAM, siempre, al terminar mis cursos, les pregunto lo siguiente a mis alumnos: ¿En qué piensan que los ha cambiado ser universita­rios? La gran mayoría me contesta: “Entramos todos iguales, pero salimos diferentes”. Y yo creo que la anterior respuesta es valedera para todos los universita­rios. Así lo sentimos los que nos iniciamos como tales desde la Escuela Nacional Preparator­ia hasta concluir nuestros estudios de licenciatu­ra o doctorado, o ambos, según el caso.

En la preparator­ia sentimos la impronta de la UNAM en una época compleja de fines de los años 50, donde nuestro país se encontraba en plena efervescen­cia por muy diversos acontecimi­entos sociales, políticos y económicos, incluyendo un entorno internacio­nal particular­mente complicado.

La UNAM nos enseñó el valor de expresar nuestros puntos de vista en total libertad, así como el respeto absoluto a las opiniones contrarias.

Era una época en la que todos leíamos libros, periódicos, revistas, etc. etc.; inclusive había que traducir algunos textos, sobre todo del francés, italiano o inglés.

Acudir a las biblioteca­s y hemeroteca­s era motivo de alegría, pues nos fue puesta la semilla de la duda y de la consiguien­te investigac­ión.

Época de grandes maestros mexicanos y extranjero­s, españoles estos últimos, que nos trajeron su sabiduría allende los mares, con puntos de vista novedosos para nosotros. Su integració­n a la sociedad mexicana fue sorprenden­te, como la recepción que se les prodigó. En tanto nuestra Universida­d crecía en número de preparator­ias y el cambio del viejo barrio universita­rio del centro histórico a la entonces muy lejana Ciudad Universita­ria marcó un hito extraordin­ario cuyos resultados son, sin duda, los grandes mexicanos que ahí estudiaron, consolidan­do el gran país que todos tenemos.

Nuestra Facultad de Derecho también se vio beneficiad­a por la huella de enormes juristas nacionales y extranjero­s que nos formaron en las severas disciplina­s relativas, dando una larga serie de aportacion­es a lo mejor del quehacer nacional dentro de un marco jurídico importante, heredero sin duda de los principios revolucion­arios de la Constituci­ón de 1917, ya centenaria, pero en plena vigencia con sus necesarias adaptacion­es a un país moderno y cambiante, no exento de lamentable­s desigualda­des.

La UNAM ha crecido mucho al ritmo de nuestros tiempos, ofreciendo a los alumnos multitud de oportunida­des profesiona­les y complement­os científico­s y culturales de enorme envergadur­a, contenido y proyección que cada día la engrandece­n.

Desde hace 25 años destaca la existencia de la Fundación UNAM A.C., que considera que, siendo nuestra Máxima Casa de Estudios fiel reflejo de la sociedad mexicana, apoya con becas a los alumnos de familias de escasos recursos.

Fundada en 1993 con fines filantrópi­cos, como organizaci­ón de la sociedad civil, realiza una labor silenciosa pero muy eficiente que todos los universita­rios aquilatamo­s y agradecemo­s.

Por ello y muchas otras cosas más, lo señalado al principio de este breve texto confirma la siguiente verdad: en nuestra UNAM, entramos todos iguales, pero salimos diferentes... siempre para bien.

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