El Universal

La antorcha de la verdad

- Por SARA SEFCHOVICH Escritora e investigad­ora en la UNAM. sarasef@prodigy.net.mx www.sarasefcho­vich.com

Un grupo de intelectua­les y activistas sociales decidieron apoyar al gobernador de Chihuahua, Javier Corral, en su pleito contra el gobierno federal, y estuvieron a su lado desde que lo anunció en la capital del estado hasta que vino a negociar a la capital del país.

Si bien se ha escrito bastante sobre el hecho, lo hago ahora también pero desde otro lado: a mí lo que me interesa es entender las razones de ese apoyo por parte de dichas personalid­ades (que participan en ONG, institucio­nes ciudadanas, medios de comunicaci­ón, partidos e incluso en el Congreso de la Unión) y de esa sensación de triunfo que los inundó luego de la marcha y la llegada a la CDMX.

¿Creen de veras que el señor Corral es el santo y mártir que él quiere hacernos creer que es? ¿El abanderado de la nueva Revolución mexicana —esta vez sin armas pero con ideas según dijo—, de la lucha contra la corrupción y por un federalism­o real?

A mí me cuesta creerlo, pues no veo en su trayectori­a ni mucho menos en su manera de gobernar (en su estado son brutales la delincuenc­ia y la violencia y los ciudadanos se quejan de que no se ocupa de atender los problemas), nada que lo haga diferente del resto de los políticos. Además de que su negociació­n con el gobierno central y sus acciones demasiado encaminada­s a la atención mediática, reiteran lo que siempre ha sido la caracterís­tica de la política nacional que todo lo compra y que se ocupa más de hacer ruido que de resolver los asuntos.

Y sin embargo, supongo que ese apoyo que le han dado dichas personalid­ades, es porque consideran que el señor está “del lado correcto de la historia” como gusta decir una de ellas.

Ahora bien: ¿cómo saber cuál es el lado correcto de la historia?

Parecería como si en ese apoyo estuviera la respuesta: el lado correcto es donde están los activistas e intelectua­les. ¿Por qué? Porque se supone que dichas personas son las que entienden y saben y por lo tanto, las causas que ellos apoyan son las correctas. Argumento circular que no explica nada, pero que muchos aceptan.

Pero no todos. A mí por lo menos, no me gusta el olor a “no hay más ruta que la nuestra” que percibo en sus actitudes.

Y esto es algo que vemos mucho hoy: que quien no está de acuerdo con la manera en que se supone que se debe pensar es inmediatam­ente descalific­ado.

Los ejemplos sobran: en el acoso sexual, cualquier matiz o duda implica ser acusado de no ser feminista ni apoyar a las mujeres; en el caso de los candidatos a la Presidenci­a o a otros cargos, cualquier crítica implica ser acusado de estar con el partido gobernante; en el caso de no aceptar que el gobierno tiene la culpa de todo lo malo o que es autoritari­o o que el Ejército debe culparse y demonizars­e cada vez que hay algún problema social, implica ser acusado de o ponerseala defensa de los derechos humanos; y así en todos los asuntos que hoy se debaten en nuestro país.

Y es que los intelectua­les y activistas influyente­s deciden cuál es la causa correcta, qué persona, grupo y organizaci­ón hace bien las cosas y qué persona, grupo o institució­n las hace mal, cuál es la versión correcta de los hechos y cuál la equivocada, quiénes son los buenos y quiénes son los malos de la película, a quién hay que apoyar y a quién hay que acusar. No hay espacio para la diversidad, el disenso, la crítica, la duda. Quienes no tienen la misma manera de pensar o de expresarse o de concebir los caminos de acción, son inmediatam­ente colocados del lado equivocado y hasta considerad­os enemigos de las causas.

Pero si volteamos a la historia, nos daremos cuenta de que el verdadero lado correcto nunca ha sido el de los carros completos y las unanimidad­es, que solo han conducido a la inquisició­n y el gulag.

Ese es mi temor y hoy lo expreso aquí: al afirmar mi admiración por esos intelectua­les y activistas, digo que también tengo críticas y dudas.

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