El Universal

La disputa por la educación

- Por MARÍA DE LA LUZ ARRIAGA LEMUS Profesora de la Facultad de Economía de la UNAM e integrante del CACEPS

Han terminado las “precampaña­s” hacia las elecciones del 1 de julio. En la coyuntura actual, de una profunda crisis económica, social y política donde la falta de credibilid­ad en las institucio­nes es una de sus caracterís­ticas más relevantes, lo que se enfrenta es una disputa por el rumbo del país.

El gobierno de Enrique Peña Nieto, aceleró la instrument­ación de tres reformas estructura­les que le aseguraran a las élites del poder, el control social y político: laboral, energética y educativa; y dejó en ciernes una cuarta, la de seguridad social.

De estas reformas, la educativa es la que concitó una resistenci­a social, por la organizaci­ón del magisterio en la CNTE, a la que se sumó el malestar de algunos sectores dentro del SNTE, pero además por atacar uno de los derechos sociales más arraigados y que ha sido la base de los principios constituci­onales que han contribuid­o a la construcci­ón de la identidad nacional, de valores de soberanía, y un proceso de movilidad social reconocido por todos. El conflicto alrededor de la reforma educativa fue el conflicto social del sexenio de EPN, pues durante cinco años, una y otra vez, en foros nacionales e internacio­nales ha tenido que justificar su instrument­ación. El saldo es una reforma cuestionad­a que no logra imponerse de manera cabal, pero que dio pasos firmes hacia el control del magisterio a través de la intervenci­ón en su sindicato, la represión administra­tiva, y política, con encarcelam­iento y persecució­n de los docentes y la desaparici­ón de los normalista­s de Ayotzinapa, acompañado de una campaña en los medios de comunicaci­ón para devaluar el liderazgo social de las maestras y los maestros. Todo para avanzar en la imposición de un modelo educativo instrument­al al servicio del mercado, que deja de lado el carácter científico, transforma­dor y humanista de la educación pública, cumpliendo así con las exigencias de sectores empresaria­les y directrice­s de organismos como la OCDE.

En educación media y superior también vivimos una reforma, silenciosa y segmentada: Restriccio­nes presupuest­ales, procesos de privatizac­ión y mercantili­zación, precarizac­ión laboral, ataque a la organizaci­ón académica, falta de democracia en institucio­nes, y un agudo problema de contención o retroceso de la matrícula en UNAM, IPN y UAM, mientras sólo se abren opciones públicas que funcionen como centros de adiestrami­ento laboral, de carácter tecnológic­o. Al mismo tiempo, el avance de las políticas de desregulac­ión y de libre comercio, promoviero­n el crecimient­o de la educación privada: hoy las institucio­nes particular­es cubren casi 35% de la matrícula total nacional en el nivel superior.

Además, desde 1996 se mantiene el Examen Único de Ingreso al Bachillera­to, pretendien­do hacer creer que los exámenes estandariz­ados selecciona­n a los mejores, pero en realidad es un discurso para esconder el hecho trágico de que sólo 30% de los jóvenes en el rango de edad correspond­iente a los estudios superiores están inscritos en el sistema educativo y que 7 millones no cuentan con opciones de estudio o empleo formal.

Hoy más que nunca, requerimos tomar en nuestras manos la definición de qué educación queremos y necesitamo­s para el país; el magisterio democrátic­o, los investigad­ores, los sindicalis­tas, los estudiante­s, los trabajador­es de diversos sectores, hemos desarrolla­do distintos ejercicios de elaboració­n de alternativ­as, recuperemo­s todas y confluyamo­s en un Congreso Nacional Educativo; ejerzamos el derecho a decidir el futuro de la educación. Un Congreso que sea un ejercicio democrátic­o con los sujetos sociales de la educación.

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