El Universal

Erdogan, la OTAN y Putin

- Por JEAN MEYER Investigad­or del CIDE

Turquía debería importarle mucho al Occidente, tanto a EU como a la Unión Europea. Viejo miembro de la OTAN, en una frontera estratégic­a doble, frente a Rusia e Irán, es una gran potencia regional, indispensa­ble para estabiliza­r, algún día el Medio Oriente. De modo que empujar a Recep Erdogan en los brazos de Vladimir Putin no tiene sentido.

En noviembre de 2015, los cazas turcos tumbaron una nave militar rusa y los dos países se lanzaron en una escalada verbal que parecía llevar a la décima octava guerra entre Turquía y Rusia. El 19 de diciembre de 2016, un hombre asesinó al embajador ruso en An ka rapara denunciarl­a alianza entre Erdogan y Putin. ¿Cómo ocurrió ese cambio radical? ¿Cómo el campeón de la lucha contra B as haral-Ás ad, el heraldo del Islam s un ni ta, pasó de repente a ser el aliado de la coalición Ru si a-Irán (shii ta) que estaba salvando al Asad? Tal alianza contradice la estrategia de los diez años anteriores con sus referencia­s otomana y sunnita y sorprende al historiado­r que sabe que la tensión ha sido permanente, durante siglos, entre el Imperio otomano, luego la Turquía, y el imperio ruso, luego URSS, luego Rusia; y la tensión con Persia, luego Irán, también.

La gran preocupaci­ón, para no decir obsesión, de Ankara, es la cuestión kurda. La guerra de Siria/Irak, guerra civil y guerra internacio­nal contra el Califato, ha permitido a los kurdos volverse, con el apoyo estadounid­ense, una de las principale­s fuerzas militares y políticas de la región; los kurdos de Siria se encuentran en la continuida­d territoria­l con los del sureste de Turquía. En Turquía misma, la reanudació­n de una guerrilla kurda que no puede vencer al gobierno, ha provocado represión militar y su equivalent­e político contra el DHP, partido democrátic­o kurdo. Lógicament­e, el ejército turco entró recienteme­nte en Siria, para derrotar las fuerzas kurdas y eso es un reto para Estados Unidos que los arma y utiliza tanto en Siria como en Irak.

Eso explica la alianza con Rusia que, desde el verano de 2016, se manifiesta con una serie de contratos económicos y militares y ha tenido como consecuenc­ia la toma de Alepo en beneficio de el Asad. En octubre de 2017, el ex secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer declaró “Turquía plantea un serio problema a la OTAN. Un problema hasta dramático. Debemos tener una discusión necesaria y urgente con el presidente Erdogan y preguntarl­e: ¿Por qué todo esto, señor Presidente? Puede que esté cambiando la posición estratégic­a de su país… La OTAN no puede darse el lujo de perder tan importante aliado y considero que es un error muy grave de parte del presidente turco”. (Le Monde, 24 octubre 2017).

No hubo tal discusión. Seis meses después la situación se agravó con la entrada del ejército turco en Siria. ¿Qué dice el actual secretario general de la OTAN, Jens Stoltenber­g? “He estado en contacto con varios aliados, incluido el presidente Erdogan. Turquía también ha informado a los aliados sobre sus operacione­s en el Norte de Siria. Turquía es uno de los países de la OTAN que más ha sufrido el terrorismo. Todos los países tienen derecho a defenderse, pero debe hacerse de una manera proporcion­ada y mesurada”. (El País, 26 de enero 2018). O sea: que paguen el pato los kurdos, pobres tontos. No menciona Stoltenber­g la declaració­n del presidente turco: “Lo hemos hablado con los rusos y hay consenso”. ¿Cuál es su aliado principal, la OTAN o Vladimir Putin?

La motivación fundamenta­l de Ankara es la interminab­le “cuestión kurda”; la de Moscú es mantener la cuña que ha logrado meter en el seno de la OTAN para debilitarl­a profundame­nte. Hasta ahora, quien sale ganando es el ruso y su ganancia es mayor. En cuanto al turco, no va a resolver la cuestión kurda de manera militar y, algún día, recordará lo dicho por un presidente turco: “amarrar relaciones con grandes Estados es como meterse en la cama con un oso”. No sé si pensaba en el oso ruso. Daño colateral: los aviones turcos destruyero­n el templo de Ain Dara, viejo de tres mil años, “una catástrofe similar a la de Palmira”, según los arqueólogo­s.

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