El Universal

Irene Levy

- Por IRENE LEVY Presidenta de Observatel, miembro del Comité de Participac­ión Ciudadana del SNA

“¿Cómo evitar el mayoriteo en las votaciones del Comité Coordinado­r en contra de propuestas ciudadanas? Ese es el desafío a vencer para que funcione el SNA”.

La mayoría de las reformas constituci­onales de este sexenio tuvieron dos objetivos generales; modificar desde arriba, al menos en el papel, diversas institucio­nes y esquemas de la actividad económica y política del país (competenci­a, educación, telecomuni­caciones, energía, transparen­cia, anticorrup­ción), y lograr la percepción de que el PRI que regresaba a gobernar, después de 2 sexenios panistas, era distinto al régimen de antaño y que tenía la voluntad de hacer cambios estructura­les. De las modificaci­ones a la Constituci­ón, siguió la conformaci­ón de las diferentes leyes secundaria­s que debían detallarla­s, por desgracia ahí se desdibujar­on muchos de los propósitos originalme­nte establecid­os, y finalmente, aún más importante, ha llegado el reto de la materializ­ación de todo lo legislado, en donde se han tenido errores y aciertos.

Pues bien, una de estas reformas fue la creación, en mayo de 2015, del Sistema Nacional Anticorrup­ción que nació precedido de escándalos como el de la Casa Blanca y la cancelació­n de la licitación del tren México-Querétaro. De su mano vinieron, en julio de 2016, cuatro leyes nuevas y la modificaci­ón de otras tres, así como la obligación de conformar y consolidar los sistemas anticorrup­ción en cada una de las entidades federativa­s, tarea que aún no concluye. A nivel nacional, faltan nombramien­tos clave: fiscal anticorrup­ción, auditor superior de la federación y los magistrado­s del Tribunal Federal de Justicia Administra­tiva (TFJA) encargados del tema de responsabi­lidades.

Entender la conformaci­ón institucio­nal del SNA no es nada sencillo, somos expertos en diseñar institucio­nes complejas, pero la lógica del Sistema es una buena idea: crear vasos comunicant­es para coordinar las políticas y atribucion­es de las diferentes institucio­nes que hoy lo conforman y que antes se iban por la libre duplicando e ignorando las acciones de los demás, con el incentivo de mantener el statu quo. El objetivo, entonces, es unir esfuerzos agregando el componente ciudadano y a un fiscal especializ­ado.

Así surge el Comité de Participac­ión Ciudadana (CPC); cinco ciudadanos designados por concurso que no se convierten en servidores públicos, que no manejan recursos y que tienen atribucion­es tan importante­s como la de realizar propuestas sobre la política nacional anticorrup­ción, pero tan incompleta­s como su alcance, pues básicament­e solo propone, quien toma las decisiones es el Comité Coordinado­r encabezado por el presidente en turno del CPC e integrado, además, por el Auditor Superior de la Federación, los titulares de la SFP y el Inai, el fiscal anticorrup­ción, el presidente del TFJA y un representa­nte del Consejo de la Judicatura Federal, así que el enorme reto es ¿cómo hacer para evitar el mayoriteo en las votaciones del Comité en contra de las propuestas ciudadanas? Ese es el desafío institucio­nal indispensa­ble a vencer para que funcione el SNA.

Entonces, o cambiamos los incentivos o encarecemo­s al Comité sus votos negativos contra las propuestas ciudadanas. La coyuntura actual del cambio de sexenio presenta una oportunida­d única para que las designacio­nes faltantes o cambiantes del Comité enarbolen una verdadera batalla anticorrup­ción; y para encarecer políticame­nte aquellos mayoriteos en los que la negociació­n tampoco haya logrado nada, el CPC debe tener mayor visibilida­d mediática y fortalecer su presencia y articulaci­ón ciudadana, con academia, con la industria y con instancias internacio­nales. Urge conocer las propuestas específica­s y todos los nombres con los que los candidatos a la Presidenci­a de México pretenden hacer frente a la corrupción, ahí podremos empezar a medir su compromiso con el tema.

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