¿Dónde está usted, subcomandante?
Es lamentable lo que le ha ocurrido a Marichuy. La simpatía personal que nos despierta la desgracia ajena me mueve a preguntarme por qué su candidatura no suscitó el interés que potencialmente pudo haber generado. Es una mujer con recursos personales suficientes para empujar una candidatura y su causa tiene, a mi juicio, una estruendosa vigencia. Por lo tanto: ¿qué significa que una candidatura que viene del movimiento indígena no haya despegado? Se me ocurren tres líneas de interpretación.
La primera y más directa, habla más de la sociedad que del movimiento, y es que la ciudadanía ha entrado en una fase de hartazgo selectivo y pequeño burgués (por paradójico que parezca, en una sociedad donde la mitad de la población activa gana menos de dos salarios mínimos) que se expresa en los comentarios de redes sociales: “No me siento representado por nadie, todos son iguales”. Un universo de indignación selectiva y cuidadamente hipócrita que puede crucificar a Mikel Arriola pero callar cuando el PES defiende su ideología familiar. Lo más patético es irritarse por lo que otros hacen y no ver las propias debilidades e inconsistencias en las filas internas, como cuando el PRI se rasga las vestiduras por la corrupción de Anaya o éste último pasa a hurtadillas por la corrupción de la administración capitalina, ahora su fiel aliado. El movimiento indígena tenía una frescura que lo alejaba de la típica actitud, de defender hasta la ignominia al propio gallo. Pues bien, ese movimiento no ha logrado obtener las firmas para registrar a su candidata.
En mi opinión, es un fracaso colectivo que una voz genuinamente disonante no entre a la campaña, porque el pensamiento y el discurso crítico al sistema estará ausente en un México que requiere cambios. Pensar que el PAN o el PRI propondrán algo muy diferente a lo hecho hasta ahora es ingenuo; ni discursiva ni prácticamente romperán ningún equilibrio y Morena, en su afán por demostrar que no es un peligro, hoy habla por la boca del yerno de la profesora, ¡que la prensa de izquierda ubicó como la expresión más pura de la ignominia calderonista! En consecuencia, tendremos una campaña en la que la norma será la defensa del statu quo y creo que las voces radicales (con las que yo —debo subrayar— no coincido) son fundamentales en un país que necesita cambios de fondo.
La segunda línea es que el movimiento indígena no logró entender que su umbral de victoria es el cambio cultural y no conservarse como fuerza política. El indigenismo sacudió la conciencia del país y consiguió reformas constitucionales y un reconocimiento a la legitimidad de su causa. Desfondó moralmente al salinismo e impulsó decisivamente la democratización del país. Después se replegaron para construir su mundo alternativo y tratar de mantener una posición de distancia a las formas de hacer política con formulaciones incomprensibles para la mayoría como “la otra campaña”. Su distancia con los intelectuales y periodistas más afines al campo de la izquierda fue su feroz crítica a AMLO; caricaturistas, opinadores y políticos zurdos tuvieron que elegir y no dudaron en mandar a Marcos al desván de los recuerdos. El repliegue de Marcos tuvo un impacto brutal en el debate de la izquierda porque era un personaje divertido y profundo, algunos dicen que más lo primero que lo segundo, pero al fin un hombre de ideas y causas. Desde que Marcos se fue, la izquierda repite consignas, no tiene ni siquiera un blog de discusión teórica. Sin Marcos, esa izquierda urbana a la que le gusta más divertirse que debatir, se alejó del zapatismo.
La tercera línea es que el movimiento se petrificó. Si el repliegue es consecuencia de una voluntad propia lo entiendo, pero mucho me temo que la legitimidad de una denuncia no te da una llave maestra para tener soluciones de continuidad y resolver la vida de la gente. Tampoco pudo establecer puentes de contacto para renovar movimientos infecundos como el CGH o el territorial urbano, o el amafiamiento sindical de la Coordinadora y el Sindicato, hoy en vías de reencuentro por la pista política tradicional y no por la transformación radical. Tener razón en la denuncia no te convierte en un reformador eficaz. La distante simpatía de los núcleos urbanos más preocupados hoy por sus redes sociales que por la indigencia de las comunidades indígenas, se ha convertido en una gélida inconciencia. Y sin embargo allí abajo, abajo, cerca de las raíces siguen esas comunidades. ¿Dónde está usted, subcomandante?