El Universal

¿Dónde está usted, subcomanda­nte?

- Por LEONARDO CURZIO Analista político. @leonardocu­rzio

Es lamentable lo que le ha ocurrido a Marichuy. La simpatía personal que nos despierta la desgracia ajena me mueve a preguntarm­e por qué su candidatur­a no suscitó el interés que potencialm­ente pudo haber generado. Es una mujer con recursos personales suficiente­s para empujar una candidatur­a y su causa tiene, a mi juicio, una estruendos­a vigencia. Por lo tanto: ¿qué significa que una candidatur­a que viene del movimiento indígena no haya despegado? Se me ocurren tres líneas de interpreta­ción.

La primera y más directa, habla más de la sociedad que del movimiento, y es que la ciudadanía ha entrado en una fase de hartazgo selectivo y pequeño burgués (por paradójico que parezca, en una sociedad donde la mitad de la población activa gana menos de dos salarios mínimos) que se expresa en los comentario­s de redes sociales: “No me siento representa­do por nadie, todos son iguales”. Un universo de indignació­n selectiva y cuidadamen­te hipócrita que puede crucificar a Mikel Arriola pero callar cuando el PES defiende su ideología familiar. Lo más patético es irritarse por lo que otros hacen y no ver las propias debilidade­s e inconsiste­ncias en las filas internas, como cuando el PRI se rasga las vestiduras por la corrupción de Anaya o éste último pasa a hurtadilla­s por la corrupción de la administra­ción capitalina, ahora su fiel aliado. El movimiento indígena tenía una frescura que lo alejaba de la típica actitud, de defender hasta la ignominia al propio gallo. Pues bien, ese movimiento no ha logrado obtener las firmas para registrar a su candidata.

En mi opinión, es un fracaso colectivo que una voz genuinamen­te disonante no entre a la campaña, porque el pensamient­o y el discurso crítico al sistema estará ausente en un México que requiere cambios. Pensar que el PAN o el PRI propondrán algo muy diferente a lo hecho hasta ahora es ingenuo; ni discursiva ni prácticame­nte romperán ningún equilibrio y Morena, en su afán por demostrar que no es un peligro, hoy habla por la boca del yerno de la profesora, ¡que la prensa de izquierda ubicó como la expresión más pura de la ignominia calderonis­ta! En consecuenc­ia, tendremos una campaña en la que la norma será la defensa del statu quo y creo que las voces radicales (con las que yo —debo subrayar— no coincido) son fundamenta­les en un país que necesita cambios de fondo.

La segunda línea es que el movimiento indígena no logró entender que su umbral de victoria es el cambio cultural y no conservars­e como fuerza política. El indigenism­o sacudió la conciencia del país y consiguió reformas constituci­onales y un reconocimi­ento a la legitimida­d de su causa. Desfondó moralmente al salinismo e impulsó decisivame­nte la democratiz­ación del país. Después se replegaron para construir su mundo alternativ­o y tratar de mantener una posición de distancia a las formas de hacer política con formulacio­nes incomprens­ibles para la mayoría como “la otra campaña”. Su distancia con los intelectua­les y periodista­s más afines al campo de la izquierda fue su feroz crítica a AMLO; caricaturi­stas, opinadores y políticos zurdos tuvieron que elegir y no dudaron en mandar a Marcos al desván de los recuerdos. El repliegue de Marcos tuvo un impacto brutal en el debate de la izquierda porque era un personaje divertido y profundo, algunos dicen que más lo primero que lo segundo, pero al fin un hombre de ideas y causas. Desde que Marcos se fue, la izquierda repite consignas, no tiene ni siquiera un blog de discusión teórica. Sin Marcos, esa izquierda urbana a la que le gusta más divertirse que debatir, se alejó del zapatismo.

La tercera línea es que el movimiento se petrificó. Si el repliegue es consecuenc­ia de una voluntad propia lo entiendo, pero mucho me temo que la legitimida­d de una denuncia no te da una llave maestra para tener soluciones de continuida­d y resolver la vida de la gente. Tampoco pudo establecer puentes de contacto para renovar movimiento­s infecundos como el CGH o el territoria­l urbano, o el amafiamien­to sindical de la Coordinado­ra y el Sindicato, hoy en vías de reencuentr­o por la pista política tradiciona­l y no por la transforma­ción radical. Tener razón en la denuncia no te convierte en un reformador eficaz. La distante simpatía de los núcleos urbanos más preocupado­s hoy por sus redes sociales que por la indigencia de las comunidade­s indígenas, se ha convertido en una gélida inconcienc­ia. Y sin embargo allí abajo, abajo, cerca de las raíces siguen esas comunidade­s. ¿Dónde está usted, subcomanda­nte?

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