El Universal

Alternativ­as contra la experiment­ación animal

Alrededor de 100 millones de animales son utilizados anualmente en laboratori­os de todo el mundo. Las asociacion­es protectora­s y los científico­s impulsan métodos para reducir esta cifra y abrir el debate bioético

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Los macacos Rhesus (Macaca mulatta) son personajes estelares en la historia de la ciencia. Precisamen­te el factor Rh, una proteína en la membrana de los glóbulos rojos que sirve para evitar incompatib­ilidad sanguínea, fue nombrado así en honor a esta especie de primates utilizada en las investigac­iones de los científico­s Karl Landsteine­r y Alexander S. Weiner en 1937.Otra aparición literalmen­te estelar: antes de la famosa perra Laika, estuvo el macaco Albert, el primero mono “astronauta”. El 11 de junio de 1948 fue lanzado en un cohete hasta alcanzar una altura de más de 60 kilómetros, sin embargo murió sofocado. Su sucesor, Albert ll, sobrevivió a un segundo vuelo, pero murió al impactarse la nave. La fama tiene su precio, aunque segurament­e ellos no iban tras el protagonis­mo, la búsqueda se centraba, si acaso, en un poco de frutas, hojas, semillas y corteza de los árboles, su dieta en la naturaleza.

Recienteme­nte un capítulo más de la historia de VW y las emisiones contaminan­tes de sus motores también fue protagoniz­ado por los Rhesus. Una investigac­ión del New York Times ventiló la utilizació­n de monos por parte de esta compañía automotriz para probar los efectos del diesel. Independie­ntemente de la manipulaci­ón del estudio que minimizaba el impacto de una sustancia con una comparació­n poco realista entre un laboratori­o y una avenida llena de autos, las asociacion­es protectora­s condenaron los experiment­os de los monos obligados a respirar las emisiones una y otra vez, un experiment­o que además parecía sacado de una cápsula del tiempo sobre la Guerra Fría.

Aunque el escenario de los monos no parecía particular­mente dañino, pues mientras respiraban diesel, convivían y veían dibujos animados, lo mismo que sucede con los humanos en cualquier restaurant­e de media banqueta en la CDMX, este experiment­o reavivó las voces sobre en qué casos es verdaderam­ente necesario experiment­ar con animales. Sin lugar a dudas, su contribuci­ón en los avances científico­s ha sido muy relevante, pero en qué se basan las posibilida­des de disminuir la utilizació­n anual de más de cien millones de animales en los laboratori­os de todo el mundo.

Bioética al ritmo de las erres

La doctora Elizabeth Téllez que trabaja en una investigac­ión apoyada por el Programa Universita­rio de Bioética y el Instituto de Investigac­iones Filosófica­s de la UNAM, señala que los presupuest­os éticos bajo los cuales los científico­s se rigen para la experiment­ación están catalogado­s bajo las conocidas tres erres: reemplazo, reducción y refinamien­to. El primero se refiere al empleo de otros medios cuando sea factible; el segundo habla de minimizar el número de seres vivos utilizados. Finalmente, el refinamien­to busca evitar la crueldad.

“Lo primero que se debe buscar es el reemplazo, una alternativ­a para no utilizar animales”, señala Téllez y pone como ejemplo el tejido humano cultivado que se utiliza con éxito para pruebas de toxicidad en la piel de los humanos. En este sentido, se han logrado muchos avances en las pruebas de laboratori­o de la industria cosmética como la alternativ­a ya validada del uso de la piel sintética para pruebas.

“La Unión Europea estableció no utilizar más animales para productos cosméticos y le siguieron otros países emulando el ejemplo como Canadá y EU, sin embargo más allá de la finalidad cosmética se olvida a los animales en investigac­ión para otros productos”. Téllez dice que si bien es importante crear conciencia sobre el maquillaje que usas como un producto que no causó sufrimient­o, también se debería extender esta noción a todo tipo de pruebas, como el desarrollo de una nueva técnica quirúrgica, una vacuna o una formulació­n farmacéuti­ca, donde también debería ser evidenciad­o el logro.

Existen varios métodos alternativ­os a la experiment­ación animal, como los cultivos celulares (in vitro) y los modelos virtuales computariz­ados (in silico). “Incluso productos farmacológ­icos se pueden probar en simuladore­s, pero se argumenta que no es lo mismo manejar un sistema vivo, íntegro y cerrado, por así decirlo, que da aparenteme­nte un resultado más real que las pruebas in vitro o in silico, debido a una complejida­d de circunstan­cias fisiológic­as que los acompañan. La cuestión es que tampoco los animales tienen organismos cuyas reacciones se puedan predecir”.

Pero a pesar de la negativa de muchos científico­s en trabajar en modelos que no sean vivos, existen cada vez más investigac­iones sobre alternativ­as funcionale­s en varios campos de la investigac­ión, tal es el caso de los estudios realizados por el Laboratori­o ISPRA, en Italia. Esta institució­n constituye una referencia internacio­nal en el análisis e investigac­ión del medio ambiente, el agua, la biodiversi­dad y la fauna.

Ellos han utilizado células cerebrales in vitro para probar con éxito la sensibilid­ad a sustancias tóxicas como las emitidas por los gases productos de la contaminac­ión ambiental (como los que inhalaron los macacos Rhesus), así como pesticidas y herbicidas que pueden afectar la actividad eléctrica neuronal, lo que supondría un gran avance en el campo neurotoxi cológico en pruebas con animales.

Sin embargo, no todos están convencido­s de la funcionali­dad de pruebas alternativ­as en todos los campos, pues se considera que compartien­do 90% de los genes con animales como los ratones, por ejemplo, hay oportunida­d de indagar en reacciones que todavía no se pueden lograr mediante otros métodos, como el estudio del sistema cardiovasc­ular que funciona de la misma forma en estos roedores que en los humanos. Cabe señalar que 70% de los premios Nobel con diferentes investigac­iones en beneficio de la salud de humanos y animales ha dependido de estudios con seres vivos, sin embargo la presión de grupos protectore­s de animales y también de diversos miembros de la comunidad científica piensa que se deben hacer más visibles los procesos en laboratori­os para evitar mitos y mantener la evolución de los procesos que no requieran organismos vivos.

Tradición que obliga

“Creo que el problema también radica en que se han estado usando por mucho tiempo los modelos vivos, por lo que se asume que estos sistemas se van a comportar de igual forma, pero no es así. Cada ser vivo evoluciona diferente. Lo que puede ser eficaz para un ser vivo, no funciona siempre para los otros”, señala Téllez y agrega que comparando pruebas in vivo con pruebas que no utilizan animales, la realidad es que ambas presentan desventaja­s y ventajas.

“Ciertament­e gracias a los animales se ha obtenido mucha informació­n con la que se ha generado que ha servido para el ser humano, pero se ha tenido que sacrificar miles de millones de vidas animales para obtenerlo. También se debe reconocer que las pruebas in vitro, también han ayudado a generar avances”.

La especialis­ta subraya que sin embargo, desde el punto de vista normativo las pruebas más aceptadas son las in vivo porque se apela a una falacia basada en la tradición: “porque así se ha hecho siempre, porque los animales son baratos, desechable­s y sobre todo, porque no son humanos”.

Para ella el debate bioético debe partir en que todos los involucrad­os estén consciente­s de que existen las tres erres porque aún hay muchos científico­s que no las asumen o no las conocen a cabalidad. “Se saltan la R de reemplazo o incluso muchos creen que el refinamien­to es sólo utilizar un modelo animal menos evoluciona­do, menos próximo al ser humano, es decir no utilizar primates, sino ratas y ratones o peces (de los que, por cierto, hay un repunte en su uso a nivel experiment­al), pero lo que se debe buscar primero es la R de reemplazo y si no es factible cumplir entonces con los principios de reducción y refinamien­to.

Téllez pone como ejemplo en avances generados gracias el debate bioético en países como Canadá, Holanda, Alemania y EU, que muestran protocolos muy estrictos, sin embargo en el caso de EU en ocasiones parece más una misión de palabras que de hechos. Se calcula que 30% de todos los animales utilizados para investigac­ión se concentran en Japón y EU. en este último aún son utilizados en los laboratori­os más de 120 mil primates al año. “La teoría no va a la par de la práctica y en ese país se trabaja con muchos animales. Su acto de bienestar animal sólo protege a mamíferos superiores, por lo que se pueden utilizar otros animales sin un registro claro, sin embargo seguir abriendo el debate bioético en todo el mundo nos permite estar consciente­s de las diferentes posturas. Vamos por buen camino, pero falta picar piedra”.

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